BRUMA QUE ABRUMA

Estabas angustiado, me llamaste y yo te liberé. Escondido entre las nubes tormentosas, yo respondí a tu llamado; te puse a prueba en las aguas de Meribá.  Salmos 81:7 PDT


Amanece el día y hay un ambiente inhóspito, una capa gris rodea el entorno. No sé bien si es la bruma natural de las madrugadas de verano o el humo de automotores combinado con las volutas que emana el incendio del basurero de la ciudad, que se ha prendido en llamas. Puede que solo sea yo. Hoy me encuentro más introspectivo que otros días y mi carácter se torna un tanto taciturno.


No es la primera vez que me siento así y, mientras transcurre la mañana, se acentúa el humor meditabundo con el cual enfrento las tareas del día. Me desplazo a los diferentes lugares que debo visitar según mi agenda de diligencias para esta jornada. Hago una pausa al final de la mañana para refaccionar algo y hacer tiempo para mi próxima cita. El vaho se percibe en la atmósfera y, desde mi privilegiado lugar que me permite visualizar el movimiento citadino, las imágenes de personas se agolpan en mi mente.


Ocho mil millones de personas habitan la faz de la Tierra y cada una tiene su percepción de la vida, condicionada por las diferentes concupiscencias del alma y vicisitudes que les toca afrontar. La complejidad del ser humano en toda su constitución (espíritu, alma y cuerpo) es tan variada como única, así como el número de habitantes del mundo. Algunos buscamos el sentido de la vida, otros tan solo sobrevivimos el día a día; enfrentamos la existencia desde la superficialidad o desde una búsqueda profunda de sentido y significado.


Vanidad de vanidades —dice el Maestro—, vanidad de vanidades, ¡todo es vanidad! ¿Qué provecho saca la gente de tanto afanarse bajo el sol? Generación va, generación viene, mas la tierra permanece para siempre. Eclesiastés 1:2-4 NVI


Esta horda que se cierne sobre mí ya la he experimentado. La confusión que viene con ella fue disipada hace algunos años, cuando comprendí el porqué de sentirme así. El cúmulo de malas decisiones en mi vida me puso en una posición que me hacía desconfiar de mí mismo, de mi sabiduría y mis emociones. Siempre sospechaba que algo erróneo estaba haciendo para experimentar estas sensaciones. Parecía como si una nube negra de desgracias estuviera cerca, provocando escaramuzas mentales que afectaban hasta mis entrañas.


De las tinieblas y los oscuros nubarrones hizo su escondite, una tienda que lo rodeaba. De su radiante presencia brotaron nubes, granizos y carbones encendidos. Salmo 18:11-12 NVI


Mi clamor a Dios, recién descubierto para mí en ese tiempo, no parecía tener respuesta, según lo que mis sentidos comunicaban a mi cuerpo. Hasta que la verdad de su palabra trajo alivio a mi espíritu y alma. Cuando pensaba que Dios estaba distante era cuando más cerca estaba de mí. Pero su naturaleza santa, aproximándose a mi condición pecadora, provocaba ese choque de reinos y sus consecuentes reacciones.

Comprendí que su presencia no siempre llega como brisa apacible, sino también como un torbellino que sacude lo que no puede permanecer. Como con Moisés en el monte, como con Elías en Horeb, como con Job en su aflicción, Dios se manifiesta de maneras que a veces nos abruman, pero siempre con un propósito eterno. Su gloria es un fuego consumidor (Hebreos 12:29), no para destruirnos, sino para refinarnos como el oro (Zacarías 13:9).


¡Aplaudan, pueblos todos! ¡Aclamen a Dios con gritos de alegría! ¡Cuán imponente es el Señor Altísimo, el gran Rey de toda la tierra!
Salmo 47:1-2 NVI


Así como la bruma puede cubrir la ciudad pero no apagar el sol, los nubarrones de su presencia pueden parecer densos, pero detrás de ellos está su luz. Y cuando esos momentos llegan, en lugar de temer, hoy me rindo ante su soberanía. Me abrazo a la certeza de que en medio de la tormenta, Él sigue siendo Dios, escondido, pero nunca ausente. Pues, aunque todo parezca confuso y tormentoso, su propósito es claro: acercarnos más a Él, purificarnos y mostrarnos su amor inquebrantable.


A los que me aman, les correspondo; a los que me buscan, me doy a conocer. Conmigo están las riquezas y la honra, los bienes duraderos y la justicia. Proverbios 8:17-18 NVI


Ahora, cuando he clamado a Dios y las nubes tormentosas se asoman, sé que Él está cercano y obrando un bien mayor en mí. Aunque me sienta abatido, quebrantado, frustrado y sin fuerzas, está escondido por misericordia, ya que su presencia santa me consumiría, pero revelado en su palabra, la suma de la cual es verdad (Salmo 119:160). No temo a los oscuros nubarrones, pues, como lo revela el Salmo 18, Él se envuelve en ellos cuando viene a rescatarme y luchar por mi corazón.


El Señor está cerca de los quebrantados de corazón, y salva a los de espíritu abatido. Salmo 34:18 NVI


ORACIÓN:

Padre, cuán bueno eres, no hay palabras que puedan describir toda tu belleza, majestad y poder. Clamamos a tí por tu presencia y proximidad, conscientes de lo que pueda significar, permítenos ver más allá de los oscuros nubarrones, de esa bruma que nos abruma y podamos descubrirte y saber que tu deseo es estar lo más cercano posible a nosotros. Confiamos en tu amor y en la obra que estás perfeccionando en nuestras vidas, la cual continuará hasta el día que te veamos cara a cara. Amén.


Ray & Lily

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HASTA DONDE MI VISTA ALCANCE

Lot levantó la vista y observó que todo el valle del Jordán era tierra de regadío, como el jardín del Señor o como la tierra de Egipto en dirección a Zoar. Así era antes de que el Señor destruyera a Sodoma y a Gomorra. Entonces Lot escogió para sí todo el valle del Jordán y partió hacia el oriente. Fue así como Abram y Lot se separaron.  Génesis 13:10-11 NVI  


  

En la República de Guatemala, si bien no hay registros formales de que la tierra se repartiera literalmente hasta donde la vista llegara, sí hay historias de finqueros y militares que reclamaban tierras de manera exagerada con apoyo del gobierno. En el siglo XX, en regiones como Petén y Alta Verapaz, algunos terratenientes se apropiaban de grandes extensiones sin una delimitación clara. De ahí se acuñó esa expresión.  

  

Durante la época colonial, la Corona Española implementó sistemas para otorgar tierras que incluían la mano de obra indígena, por medio de las llamadas encomiendas y mercedes reales. Esto ocasionó que unos pocos terratenientes y encomenderos se hicieran de grandes cantidades de tierra sin límites muy claros, hasta donde su vista alcanzara, aunque esto era más una expresión figurada que una regla formal.  

  

En la época republicana y liberal (siglo XIX) hubo una reforma agraria, pero no en beneficio de los campesinos, sino de una élite cafetalera que incluía a extranjeros, especialmente alemanes. Se expropiaron tierras comunales para beneficiar a amigos del gobierno de turno (especialmente en la época de Justo Rufino Barrios).  

  

Ya en el siglo XX, en 1952, el presidente Jacobo Árbenz impulsó la Reforma Agraria, que buscaba redistribuir tierras ociosas de grandes terratenientes entre campesinos sin tierra. Esto provocó la oposición de las élites y de EE. UU., lo que llevó al golpe de Estado en 1954. Luego de su derrocamiento, algunas de las tierras fueron devueltas y otras asignadas a militares y políticos aliados, hasta donde la vista les alcanzara.  


  

Abram se quedó a vivir en la tierra de Canaán, mientras que Lot se fue a vivir entre las ciudades del valle, estableciendo su tienda de campaña cerca de la ciudad de Sodoma. Los habitantes de Sodoma eran malvados y cometían muy graves pecados contra el Señor.  Génesis 13:12-13 NVI  


  

La historia de cómo Lot se separa de Abram (aún no había sido llamado Abraham) muestra cómo nuestra visión puede ser limitada. La aparente mejor elección de Lot devino en un desastre familiar de proporciones y alcance exagerado. A la vista, él (Lot) hizo una buena elección, pero a la postre terminó viviendo en una ciudad que provocaría su ruina. La debacle moral de aquel lugar permeó los valores de su familia, le hizo perder a su esposa y, unos capítulos después, sus hijas toman decisiones que dejan ver cómo toda la influencia a la que fueron expuestas llegó a dar forma a sus pensamientos y, por ende, a sus actos.  


  

Después de que Lot se separó de Abram, el Señor le dijo: 'Abram, levanta la vista desde el lugar donde estás. Mira hacia el norte y hacia el sur, hacia el este y hacia el oeste. Yo te daré a ti y a tu descendencia, para siempre, toda la tierra que abarca tu mirada. Multiplicaré tu descendencia como el polvo de la tierra. Si alguien puede contar el polvo de la tierra, también podrá contar tus descendientes. ¡Levántate, recorre el país a lo largo y a lo ancho porque a ti te lo daré!'. Génesis 13:14-17 NVI  

  


Por otra parte, Abram decidió depender de Dios. Cuando este le propuso dejar su tierra y su parentela y dejarse conducir hasta una tierra que le mostraría, comenzó un peregrinaje donde Dios mismo lo acompañó, le ofreció su respaldo y le dio promesas que ni siquiera había imaginado, cuyo cumplimiento y alcance se extendió mucho más allá de lo que hubiera podido pedir. Una descendencia tan grande e importante que llegó, aproximadamente 2,000 años después, hasta el nacimiento del Cristo, el Mesías y Salvador del mundo, Jesús.  


  

Porque estas cualidades, si abundan en ustedes, los harán crecer en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo y evitarán que sean inútiles e improductivos. En cambio, el que no las tiene es tan corto de vista que ya ni ve y se olvida de que ha sido purificado de sus antiguos pecados. Por lo tanto, hermanos, esfuércense más todavía por asegurarse del llamado de Dios, que fue quien los eligió. Si hacen estas cosas, no caerán jamás y se les abrirán de par en par las puertas del reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. 2 Pedro 1:8-11 NVI  

  


Fe, virtud, conocimiento, constancia, dominio propio y devoción a Dios son algunas de las cualidades que el apóstol Pedro nos sugiere desarrollar para lograr ver más allá de lo natural, poder abrir nuestra mirada espiritual y comprender que nuestra confianza puesta en Dios siempre nos llevará al mejor de los términos. Por muy lejos que lleguemos a ver, por muy ambiciosos que sean nuestros planes, nunca podremos competir con el alcance de Dios, quien puede hacer mucho más de lo que podamos imaginar o pedir. Su eternidad le da una perspectiva mejor de la que nosotros podamos tener; solo en comunión con Él, nuestros ojos serán abiertos a una realidad más poderosa e importante que cualquier otra.  

  


Así que no nos fijamos en lo visible, sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno.  2 Corintios 4:18 NVI  


  

Cuando fui alcanzado por Jesús, todas mis peticiones estaban en el plano natural, con una carga enorme de deuda moral y financiera. En ese rumbo se enfocaban mis plegarias. Mucha frustración y dolor acarreé como fruto de poner mi mirada en esas cosas. No fue sino hasta que deposité mi confianza en sus promesas y en las palabras que me fueron guiando paso a paso que finalmente comprendí que no podría hacer esto solo ni a mi modo. Tendría que confiar en su visión, ya que su vista llega mucho más allá de lo que yo pueda pensar.  

 


—No tengas miedo —respondió Eliseo—. Los que están con nosotros son más que ellos. Entonces Eliseo oró: 'Señor, ábrele a Guiezi los ojos para que vea'. El Señor así lo hizo y el criado vio que la colina estaba llena de caballos y de carros de fuego alrededor de Eliseo.  2 Reyes 6:16-17 NVI  


  

La invitación de Dios es a levantar la vista, no solo hasta donde nuestra mirada alcanza, sino hasta donde su voluntad nos guíe. La historia de Lot y Abram nos recuerda que nuestra visión es corta cuando nos enfocamos únicamente en lo que nuestros ojos pueden ver.  Así como Lot eligió basado en la apariencia del valle, muchas veces tomamos decisiones según nuestras propias evaluaciones naturales, sin considerar la perspectiva de Dios.


Porque mis pensamientos no son los de ustedes, ni sus caminos son los míos —afirma el Señor—. Mis caminos y mis pensamientos son más altos que los de ustedes; ¡más altos que los cielos sobre la tierra!  Isaías 55:8-9 NVI  



Nuestra vista, sin la dirección de Dios, es como la del viajero en el bosque: limitada y engañosa. No vemos los peligros ocultos ni las bendiciones futuras. Lot, confiando en su propia percepción, se estableció cerca de Sodoma, sin darse cuenta de que estaba caminando hacia la ruina. En contraste, Abram esperó en Dios, quien le mostró un panorama más amplio y le dio una herencia eterna. 



Al que puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o pedir, por el poder que obra eficazmente en nosotros, ¡a él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos! Amén. Efesios 3:20-21 NVI 


  

ORACIÓN:  

Padre eterno, tu bendición y gracia son tan abundantes, eres rico en misericordia y tu perfecto amor nos puso en la relación correcta contigo. Depender de tu visión es lo mejor que nos puede pasar. Tu perspectiva es eterna, por tanto, va más lejos que el mejor de nuestros sueños. No permitas que nos desviemos del camino, abre nuestros ojos para ver las cosas como tú las ves y así tomar mejores decisiones, basadas en tu plan perfecto para nuestras vidas, imitando el modelo de Jesús. Amén.  

  

Ray & Lily  


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CARTAS ABIERTAS

La única carta de recomendación que necesitamos son ustedes mismos. Sus vidas son una carta escrita en nuestro corazón; todos pueden leerla y reconocer el buen trabajo que hicimos entre ustedes. 2 Corintios 3:2 NTV   

 

Coincidimos en el punto de encuentro fijado, el cual queda cerca de nuestra casa de habitación y ya en la ruta que nos llevará a nuestro destino. No es la primera vez que hacemos el recorrido; llevamos ya varios viernes en los que cuadramos la cita para movernos con el propósito de realizar la inducción del programa de 12 pasos. Para mis adentros, me digo que no es lógico ni se me hace natural tomar la decisión de embarcarnos en esta aventura, que nos lleva a 170 kilómetros de distancia. 

 

Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. Filipenses 2:13 RVR 1960 

 

El camino de la Ciudad de Guatemala a Chiquimula es una travesía que muestra la diversidad geográfica y climática del país. Inicia en la capital, rodeada de cerros verdes y un clima templado, con neblina ocasional en la madrugada. A medida que se avanza por la Carretera CA-9 y luego la CA-10, el paisaje cambia progresivamente. 

 

Pasando el kilómetro 20, la vegetación sigue siendo frondosa, con cultivos y pequeñas aldeas a los lados del camino. Sin embargo, al dejar atrás el departamento de Guatemala y entrar en El Progreso, el panorama se transforma: los bosques densos dan paso a un entorno más seco y semiárido, característico del oriente del país. Los cerros adquieren tonos marrones y las hojas de los árboles parecen más escasas. 

 

La temperatura comienza a elevarse conforme avanzamos. Aunque dentro del vehículo mantenemos un ambiente fresco, solo hace falta tocar el vidrio de la ventana para percatarse de que, en el exterior, las cosas han cambiado drásticamente. En Sanarate y Guastatoya, el calor es más notorio, especialmente al mediodía, cuando el sol cae a plomo sobre la carretera. A los lados del camino aparecen cactus y arbustos resistentes a la sequía, y los ríos que cruzan la ruta suelen tener caudales bajos, especialmente en verano. 

 

Todos los creyentes estaban unidos de corazón y en espíritu. Consideraban que sus posesiones no eran propias, así que compartían todo lo que tenían.  Hechos 4:32 NTV

 

El clima de camaradería dentro del vehículo es jovial. Los intervalos de pestañeos y dormitación se interrumpen con risotadas provocadas por una broma o un comentario mordaz. Aunque el grupo ha variado en cuanto a los acompañantes, las conversaciones mantienen un tono similar. Todos tenemos algo en común, y es evidente que nos regocija saberlo y tener la oportunidad de compartirlo. 

 

Al llegar a Zacapa, el calor ya es evidente. Este departamento es conocido por sus altas temperaturas y suelos áridos. Se pueden ver fincas de melón y caña de azúcar y, en las colinas, ganado pastando bajo la sombra de árboles dispersos. En este tramo, el viento caliente golpea los vehículos y la sensación térmica puede superar fácilmente los 35°C en época seca. 

 

¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que trae buenas noticias, buenas noticias de paz y de salvación, las noticias de que el Dios de Israel reina!  Isaías 52:7 NTV

 

Finalmente, al acercarse a Chiquimula, la vegetación vuelve a hacerse un poco más densa en algunas zonas, pero el clima sigue siendo cálido. Los cerros que rodean la ciudad se tiñen de tonos ocres en verano y reverdecen en invierno con las lluvias. El ambiente es vibrante y bullicioso, con mercados llenos de productos locales y el característico aire de un pueblo grande con espíritu comercial y fronterizo. 

 

La tarde comienza a caer. Ya todos los pasajeros estamos despabilados y expectantes, con un gozo difícil de explicar. Aunque es la hora natural del descanso, unas renovadas fuerzas aparecen en nuestros cuerpos, sometidos al esfuerzo de una semana laboral. Sonrío y pienso: hay algo sobrenatural en todo esto. Veo el rostro de mi amada esposa y confirmo que nunca lo hubiera hecho por iniciativa propia; hay algo más que nos está moviendo. 

 

Es evidente que son una carta de Cristo que muestra el resultado de nuestro ministerio entre ustedes. Esta «carta» no está escrita con pluma y tinta, sino con el Espíritu del Dios viviente. No está tallada en tablas de piedra, sino en corazones humanos.  2 Corintios 3:3 NTV

 

Mientras compartimos los principios del programa, el uso de los materiales y las reglas para ponerlo en marcha, se hace evidente que hay algo más que un simple proceso. Hay una persona detrás de todo esto. Se trata de una relación apasionante con Él, y nosotros no somos más que el testimonio vivo de Su amor. Al conversar con los asistentes, encontramos un denominador común que los llevó a involucrarse: el testimonio de transformación que Jesús obró en la vida de uno de sus coterráneos. Gabriel, el más entusiasta del equipo, condujo durante más de tres horas para estar ahí. 

 

El Espíritu del Señor Soberano está sobre mí, porque el Señor me ha ungido para llevar buenas noticias a los pobres. Me ha enviado para consolar a los de corazón quebrantado y a proclamar que los cautivos serán liberados y que los prisioneros serán puestos en libertad. Él me ha enviado para anunciar a los que se lamentan que ha llegado el tiempo del favor del Señor junto con el día de la ira de Dios contra sus enemigos.  Isaías 61:1-2 NTV

 

Ninguna de las vidas de quienes hemos hecho el recorrido es perfecta; distan mucho de serlo. Sin embargo, hay un mensaje escrito en nuestros corazones que es imposible guardar solo para nosotros. Hay una buena noticia que llena nuestras bocas hasta desbordarlas de gratitud. Hay perdón, esperanza de cambio, una oferta de intercambio: dolor por propósito, vergüenza por gloria, soledad por comunión. 

 

Nosotros no podemos dejar de hablar acerca de todo lo que hemos visto y oído. Hechos 4:20 NTV

 

ORACIÓN:

Señor, gracias por el privilegio de llevar Tu mensaje y ser cartas vivas de Tu amor. Que cada paso que demos refleje Tu gracia y cada palabra proclamada anuncie la libertad que solo Tú puedes dar. Renueva nuestras fuerzas cuando el camino parezca largo, y mantén encendido el fuego en nuestros corazones para compartir las buenas nuevas. Que cada encuentro sea un testimonio de Tu fidelidad, y que, al final del día, solo Tu nombre sea exaltado. En el nombre de Jesús. Amén.

 

Ray & Lily

 

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HUEVOS TIBIOS

Por tanto, como no eres ni frío ni caliente, sino tibio, estoy por vomitarte de mi boca. Apocalipsis 3:16 NVI

 

Me encanta la gastronomía y disfruto probar nuevos platillos a donde quiera que vaya. Soñaba con tener un programa donde viajara por el mundo degustando la cocina de cada cultura. Sin embargo, hay experiencias culinarias que simplemente no puedo disfrutar, algunos alimentos fermentados o con texturas inesperadas, aromas exóticos, o simplemente asquerosos. Los huevos tibios son un ejemplo de ello.

 

Recuerdo la primera vez que los probé en un pequeño tazón, acompañados de galletas de soda. Mientras movía el contenido viscoso con el cubierto, pequeños fragmentos grumosos aparecían, flotando en la mezcla gelatinosa. Los entretuve por un rato, indeciso, preguntándome si debía probarlos. Respiré profundo, tratando de reunir el valor para llevarme un bocado a la boca. Finalmente, presioné la sustancia entre el cielo de la boca y la lengua, intentando engullir, pero fue nauseabundo. Simplemente, no pude tragarlo.

 

Para algunos, los huevos tibios son un manjar; para otros, un vomitivo. A lo largo de mi vida, he descubierto que esta misma división existe en otros aspectos. Lo que para algunos es deseable y apetecible, para otros es incomprensible y desagradable. ¡Y no solo sucede con la comida! La tibieza de carácter, la ambigüedad que pretende complacer a más de uno o muchos, la indecisión de no tomar partido en un asunto, esperando ver como se mueven las cosas por temor a salir perjudicado.

 

Los que desprecian a los pecadores descarados, y honran a quienes siguen fielmente al Señor y mantienen su palabra aunque salgan perjudicados. Salmos 15:4 NTV

 

Cuando leo Apocalipsis 3:16, no puedo evitar recordar esta experiencia. En este pasaje, el Señor le habla a la iglesia de Laodicea, reprendiéndolos por su tibieza espiritual. No eran fríos ni calientes; eran indecisos, cómodos en su mediocridad, satisfechos con una fe superficial. Dios dice que esta actitud le resulta repulsiva, como algo imposible de tragar. ¿Podría ser que, así como los huevos tibios me causan náuseas, también nuestra tibieza espiritual cause rechazo en Dios?

 

Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro o querrá mucho a uno y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir a la vez a Dios y a las riquezas. Mateo 6:24 NVI

 

En palabras de Jesús, no hay lugar para la indiferencia en el reino de Dios. No podemos vivir con un pie en el mundo y otro en el evangelio, sin tomar una decisión clara de a quién serviremos. Y es que la diferencia puede ser muy sutil y poco perceptible. Nos puede parecer que servimos a Dios y su causa, pero terminamos buscando reconocimiento, popularidad y hasta riquezas. Puede inclusive que estemos tratando de agradar personas y descuidando las cosas esenciales que Dios nos encomendó hacer, como padres, hijos, hermanos o ciudadanos de este mundo.

 

Ustedes, en cambio, enseñan que un hijo puede decir a su padre o a su madre: “Cualquier ayuda que pudiera haberte dado es corbán” (es decir, ofrenda dedicada a Dios). Y en ese caso, ustedes ya no le permiten hacer nada por su padre ni por su madre. Así, por la tradición que se transmiten entre ustedes, anulan la palabra de Dios. Y hacen muchas cosas parecidas. Marcos 7:11-13 NVI

 

Timothy Keller en su libro “Dioses Falsos: Las huecas promesas del dinero, el sexo y el poder” profundiza sobre la idolatría moderna, donde más que imágenes o esculturas, adoramos algo o alguien que absorbe más la atención y la imaginación que Dios, o depositamos nuestra confianza en estos mismos ítems. La tibieza no solo es desagradable para Dios, sino que también nos mantiene estancados, sin avanzar ni retroceder, viviendo una fe a medias que no tiene impacto ni en nuestra vida ni en la de los demás.

 

Elías se presentó ante el pueblo y dijo: —¿Hasta cuándo van a seguir indecisos? Si el Dios verdadero es el Señor, deben seguirlo; pero si es Baal, síganlo a él. El pueblo no dijo una sola palabra. 1 Reyes 18:21 NVI

 

En la vida cristiana, la pasión y la entrega completa son fundamentales. Romanos 12:11 es una invitación para acercarse a Dios de una manera radical. El fervor al que se refiere el apóstol Pablo no es un sentimiento efímero, sino una actitud constante de entrega, convicción y deseo de seguir a Cristo con todo el corazón. No podemos conformarnos con una fe tibia, porque esta nos hace vulnerables al engaño y a la distracción del mundo.

 

Busquen el bien y no el mal, y vivirán; y así estará con ustedes el Señor Dios de los Ejércitos, tal como ustedes lo afirman. ¡Odien el mal y amen el bien! Establezcan la justicia en los tribunales; tal vez así el Señor, el Dios de los Ejércitos, tenga compasión del remanente de José. Amós 5:14-15 NVI

 

Cuando pienso en los huevos tibios, recuerdo la incomodidad que sentí al intentar comerlos. Me pregunto si Dios siente lo mismo cuando ve corazones divididos, cristianos que no terminan de decidirse por Él. Dios no quiere creyentes inconstantes, sino seguidores decididos y firmes en su fe. Me siento desafiado a examinar mi corazón. ¿Estoy viviendo una vida de fe apasionada, o simplemente manteniéndome cómodo en la tibieza espiritual?

 

Pero que pida con fe, sin dudar, porque quien duda es como las olas del mar, agitadas y llevadas de un lado a otro por el viento. Quien es así no piense que va a recibir cosa alguna del Señor; es indeciso e inconstante en todo lo que hace. Santiago 1:6-8 NVI

 

ORACIÓN:

Señor, examina mi corazón y muéstrame si hay áreas donde me he vuelto tibio en mi fe. Ayúdame a vivir con pasión por Ti, a no ser indeciso ni dividido, sino a servirte con todo mi corazón. Que mi vida sea agradable a Ti, como un fuego encendido y no como algo insípido e inservible. Por tu gran amor, no me dejes vivir engañado y ayúdame a mostrarle la senda a otros y rindiéndome a ti, el único Dios verdadero. Amén.

 

Ray & Lily

 

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RECHINANDO LOS DIENTES

Los malvados conspiran contra los justos y rechinan los dientes contra ellos; Salmo 37:12 NVI

 

La mañana está brumosa y más fría de lo que pensé. He presupuestado que el tránsito estará pesado como habitualmente pasa las madrugadas de los lunes, y en efecto, las centellantes luces del voluminoso parqueo vehicular dejan poco espacio entre cada automóvil. Pienso que hice bien en escoger la motocicleta para movilizarme en este día. Un poco de música instrumental suave me ayuda a no contaminarme con el estridente ruido de motores, bocinas y escapes escandalosos.

 

De pronto unas luces en sentido contrario me hacen rechinar los dientes y me sacan de mis cavilaciones, avanzo un poco más y se suman otras tantas. Levanto la careta del casco para ver mejor y aumentan la cantidad de los que viran en U para tomar el sentido contrario. Un agente nos direcciona hacia la derecha y detrás de él se notan los cordones amarillos y muchas sirenas de bomberos y policía. Mi premura desvirtúa la curiosidad y tomo el desvío sugerido. Relajo las mandíbulas y sigo en mi trayecto.

 

No es sino hasta horas después que me entero de la noticia de lo ocurrido. Un lamentable accidente donde un autobús sobrecargado, perdió el control y terminó volcándose en la cuenca de un río de aguas negras. Reviso las redes sociales donde el video captado por una cámara de seguridad muestra el vertiginoso paso del autobús poco antes de caer violentamente. A su paso arrolla un pequeño automóvil y finalmente colapsa totalmente. El número de cuerpos recuperados aumenta a cada momento, llegando a más de 50 víctimas.

 

Solo unos minutos me separaron del momento de la tragedia que, más tarde, el presidente de la república declara duelo nacional, mientras los familiares se agolpan para identificar a sus seres queridos. Otros solo lamentábamos la dificultad para movilizarnos, ajenos a la catástrofe o indiferentes a la misma. No tengo palabras para describir lo que pudieron haber vivido mientras se aceleraba su proceso hacia la muerte.

 

El caos y la maldad que enfrentamos en este mundo es algo que quisiéramos fiscalizar. Pero por más mecanismos, leyes y protocolos que tengamos, las situaciones acontecen fuera de nuestro control. Si bien podemos reducir las probabilidades de alguna manera, finalmente debemos reconocer que no tenemos el poder para manejar todo lo que sucede.  Hace poco más de una semana nos impactamos con el accidente aéreo donde un avión y un helicóptero colisionaron en Washington DC, días después una avioneta se desploma en Filadelfia. Y así miles y miles de siniestros que no quedan registrados.

 

Contra su propia voluntad, toda la creación quedó sujeta a la maldición de Dios. Sin embargo, con gran esperanza, la creación espera el día en que será liberada de la muerte y la descomposición, y se unirá a la gloria de los hijos de Dios. Romanos 8:20-21 NTV

 

Todos somos afectados por la maldición a que está sujeta la creación, lo cual podemos entender científicamente según la segunda ley de la termodinámica, la idea de que todo tiende a destruirse, también conocida como la ley de la entropía. Esta ley establece que el universo se hace más desordenado con el tiempo. Pablo explica este principio en la carta a los romanos.

 

Vivimos en un mundo de dolor y sufrimiento. Aceptar esa realidad y digerirla no es fácil. Todos somos afectados por las duras circunstancias de la vida, nadie está exento o posee algún seguro que lo pueda librar de ellas. Cuestionar “¿Por qué le suceden cosas malas, incluso a la gente buena?” es una de las preguntas más complicadas de responder, aún con toda la teología. Dios es soberano, y aunque no es el causante del mal, está implícito que todo lo que sucede debe haber sido permitido por Él.

 

No hay en la tierra nadie tan justo que haga el bien y nunca peque. Eclesiastés 7:20 NVI

 

Queremos poder comprender plenamente los designios de Dios, pero siendo seres finitos, sin poseer la omnisciencia, omnipresencia y omnipotencia que Él tiene, debemos confiar en su palabra y todas las promesas que posee. Más aún, entender que no hay ni uno solo bueno o justo, nos debe hacer reflexionar por qué le ocurrió algo tan malo a la única persona sin pecado de toda la historia. Jesús.

 

Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, lo mismo que el mar. Vi además la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios, preparada como una novia hermosamente vestida para su prometido. Oí una potente voz que provenía del trono y decía: «¡Aquí, entre los seres humanos, está el santuario de Dios! Él habitará en medio de ellos y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte ni llanto, tampoco lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir». Apocalipsis 21:1-4 NVI

 

La visión del apóstol Juan descrita en apocalipsis 21 donde todo el quebrantamiento y el sufrimiento del mundo actual serán reemplazados por la paz perfecta y eterna de Dios.  La nueva creación estará libre de desorden y temor que, dicho sea de paso, se nos ha hecho tan común en nuestros días. El plan de Dios es traer una paz completa, eliminando todos los restos de caos, dolor y muerte, y revelando nuestro maravilloso futuro. La promesa del Padre, a pesar de nuestras luchas y sufrimientos actuales, es el restaurar toda la creación a una paz perfecta.

 

Muchos toros me rodean; fuertes toros de Basán me cercan. Contra mí abren sus fauces leones que rugen y desgarran a su presa. Salmo 22:12-13 NVI

 

Mientras ese día llega, seguiremos enfrentando a un enemigo que rechina los dientes contra nosotros, corroído por la envidia, de no poseer la naturaleza de Dios, el cual nos creó a su imagen y semejanza, sabiendo que le queda poco tiempo, hará todo cuanto esté en sus manos para arrebatarnos la promesa de un futuro libre de todo mal, queriendo llevarse a quien le sea posible junto a él, donde ya no rechinará sus dientes de furia sino de dolor eterno.

 

El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. Juan 10:10 NVI

 

Aún tendremos que lidiar en este mundo con el mal que aparecerá en la enfermedad, el divorcio, la injusticia, corrupción, guerras, hambre y muerte. Aún reirá al ganar algunas batallas y hacernos la vida difícil, aún tratará de convencernos para que nos convirtamos en sus cómplices y perpetrar, por medio nuestro, sus actos de infame rebelión. Aún seguirá trabajando en robar, matar y destruir a los hijos de Dios. Aún, también, podemos escoger estar del lado ganador, con aquel que vino a darnos una vida abundante. Aunque el enemigo rechine sus dientes con furia, nosotros podemos permanecer firmes, sabiendo que Dios tiene la última palabra.

 

Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo. Juan 16:33 NVI

 

Jesús no solo prometió vida en abundancia, sino también su presencia en cada tormenta. En medio de la confusión, el dolor y la injusticia, su voz sigue llamándonos a confiar en Él, a vivir con esperanza y a compartir su luz en medio de la oscuridad. Mientras el caos avanza, nos aferramos a la promesa de su regreso, cuando finalmente todo será restaurado y no habrá más muerte ni llanto. Hasta entonces, nuestra misión es clara: vivir en fidelidad a su palabra y extender su amor a un mundo que desesperadamente lo necesita.

 

Pero nosotros esperamos, según su promesa, un cielo nuevo y una tierra nueva, en los cuales mora la justicia. 2 Pedro 3:13 RVR1960

 

ORACIÓN

Señor, en un mundo lleno de caos y sufrimiento, ponemos nuestra confianza en Ti. Ayúdanos a recordar que tienes el control y que ninguna oscuridad podrá apagar Tu luz. Danos fe para permanecer firmes ante la adversidad y amor para llevar esperanza a quienes nos rodean. Que en cada prueba veamos Tu propósito y nos aferremos a Tu promesa de restauración. En el nombre de Jesús, amén.

 

Ray & Lily

 

https://www.youtube.com/watch?v=4z4JX7E-v4g&list=RD4z4JX7E-v4g&start_radio=1

 

 

CÉSAR AUGUSTO (monólogo ficticio)

Muéstrenme la moneda para el impuesto. Y se la enseñaron. —¿De quién es esta imagen y esta inscripción? —preguntó. —Del césar —respondieron. —Entonces —dijo Jesús—, denle al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios. Mateo 22:19-21 NVI

 

Solo en su recámara, Augusto yace en su lecho. La fiebre lo consume, y en medio de su debilidad, sus pensamientos fluyen con una claridad inesperada. Como el torrente de muchas aguas cayendo al precipicio, las divagaciones se derraman de manera incontrolable. El trepidar invariable de su cuerpo lo hace cuestionarse sobre todo lo que se dice y piensa acerca de él. Tan débil, tan vulnerable, acorralado en la intimidad de su habitación por un enemigo invisible que amenaza con destruir toda su integridad física.

 

Hablando consigo mismo se dice: —En esta quietud forzada, mientras mi cuerpo arde y tiembla, me encuentro a solas con mis pensamientos. He sido llamado "Augusto", el exaltado, el hijo del divino Julio. He restaurado la República, he extendido las fronteras de nuestro imperio, y la Pax Romana lleva mi sello. Sin embargo, aquí estoy, abatido por una fiebre que no distingue entre emperador y súbdito.

 

La multitud me aclama, los senadores me rinden pleitesía, y los poetas ensalzan mis hazañas. Pero en este momento de vulnerabilidad, me pregunto: ¿qué valor tienen los títulos y honores cuando un simple malestar puede doblegarme? He comandado legiones, he dictado leyes, pero no puedo ordenar a mi propio cuerpo que se recupere.

 

Porque «todo mortal es como la hierba y toda su gloria como la flor del campo. La hierba se seca y la flor se cae, pero la palabra del Señor permanece para siempre». Y este es el mensaje de las buenas noticias que se les ha anunciado a ustedes. 1 Pedro 1:24-25 NVI

 

Recuerdo las victorias, los desfiles triunfales, las ovaciones del pueblo. Pero también recuerdo los rostros de aquellos que sufrieron por mis decisiones, las vidas sacrificadas en nombre de una gloria efímera. Ahora, postrado en este lecho, comprendo que el verdadero poder no reside en conquistas externas, sino en la paz interior que proviene de una conciencia limpia.

 

¿Qué provecho saca el trabajador de tanto afanarse? He visto la tarea que Dios ha impuesto al género humano para abrumarlo con ella. Dios hizo todo hermoso en su tiempo, luego puso en la mente humana la noción de eternidad, aun cuando el hombre no alcanza a comprender la obra que Dios realiza de principio a fin. Eclesiastés 3:9-11 NVI

 

He buscado la inmortalidad a través de monumentos y decretos, pero la eternidad no se encuentra en piedras talladas ni en palabras inscritas. ¿Se halla en las acciones que trascienden el tiempo, en la bondad y justicia que dejamos como legado? ¿O habrá un Dios creador de todo el universo?

 

Quizás esta fiebre sea una oportunidad, una pausa divina para reflexionar sobre la fragilidad de la existencia humana. No soy un dios, sino un hombre, sujeto a las mismas dolencias y desafíos que cualquier otro. Y es en esta humildad donde encuentro una conexión más profunda con aquellos a quienes gobierno.

 

Si los dioses me conceden más tiempo, que sea para servir con mayor sabiduría y compasión, reconociendo que el verdadero liderazgo no se impone con fuerza, sino que se gana con integridad y amor. ¿De donde proviene el amor? ¿Qué o quién es el amor?

 

Queridos hermanos, amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios y todo el que ama ha nacido de él y lo conoce. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. Así manifestó Dios su amor entre nosotros: en que envió a su Hijo único al mundo para que vivamos por medio de él.  1 Juan 4:7-9 NVI

 

La habitación queda en silencio, permanece en penumbra mientras Augusto cierra los ojos, sumido en sus pensamientos que cuestionan su existencia. Reclina la cabeza, cerrando los ojos. Continúa hablando para sí mismo, suave, casi imperceptible, como delirando a causa del fuego que recorre su endeble cuerpo, hasta casi consumirlo.

 

Recuerdo el día de Actium. La gloria, la victoria. La multitud rugía mi nombre. ¿Y ahora? Ahora ni siquiera puedo levantarme de este lecho. Una fiebre. Un diminuto enemigo sin rostro. He derrotado a Antonio y a Cleopatra, he doblegado naciones, pero soy impotente ante lo invisible. (Hace una pausa larga. Su tono cambia, más profundo, más amargo.) Quizá esto sea lo que los dioses sienten todo el tiempo: venerados por aquellos que no los conocen, cargados de títulos que no pidieron, atrapados en una prisión dorada de expectativas. Pero yo… yo no soy un dios. Soy mortal. Y este cuerpo, aunque vestido de púrpura, no es más que polvo esperando ser dispersado.

 

Él conoce de qué hemos sido formados; recuerda que somos polvo. El hombre es como la hierba, sus días florecen como la flor del campo: cuando el viento pasa desaparece sin dejar rastro alguno. Salmo 103:14-16NVI

 

Una tos seca y dolorosa interrumpe su monólogo interior, mientras mira sus manos, temblorosas, pálidas, incapaces de sostener una espada, ni siquiera un pequeño puñal.  La eternidad no está, solo la débil carne. En ese momento no es importante la inmortalidad en los mármoles y en las monedas, pues el hombre que los inspira es apenas un susurro en el viento, una brisa pasajera que no se sabe de donde viene, ni a donde va.

 

Da un suspiro profundo, casi resignado y piensa: Quizá la fiebre se lleve mi vida. Quizá me quede. Pero sé esto: no soy lo que ellos piensan. No soy lo que ellos esperan. Y si algún día Dios me juzga, no será por mis conquistas, ni por mis templos, ni por mi nombre. Será por lo que hay en este corazón, que late como el de cualquier otro hombre.

 

El fin de este asunto es que ya se ha escuchado todo. Teme a Dios y cumple sus mandamientos, porque esto es todo para el hombre. Pues Dios juzgará toda obra, buena o mala, aun la realizada en secreto. Eclesiastés 12:13-14 NVI

 

Mientras cierra los ojos, sus labios apenas susurran, unas palabras más ¿Un dios? No. Solo Augusto. Solo Octavio. Solo un hombre que arde en su lecho y espera, como todos, el juicio del destino o el juicio de Dios, aquí en la penumbra de mi lujosa habitación, respirando con dificultad, solo quiero cerrar mis ojos y no sé si los volveré a abrir, no sé si acaso despertaré de nuevo.

 

Ya casi en delirio por las altas temperaturas en su cuerpo convulsionado, Augusto describe una visión: —En años venideros, escucho que el nombre "césar" será pronunciado en labios de un maestro venido de Galilea. Un hombre que hablará de monedas con mi imagen grabada, recordando a su audiencia que lo que pertenece al césar se queda con el césar, pero lo que pertenece a Dios trasciende este mundo. Me pregunto si ese hombre sabía lo poco que realmente poseo y lo frágil que es el poder que los hombres creen que represento.

 

Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que allí fijaste, me pregunto: «¿Qué es el hombre para que en él pienses? ¿Qué es el hijo del hombre para que lo tomes en cuenta?». Lo hiciste poco menor que los ángeles y lo coronaste de gloria y de honra. Le diste dominio sobre la obra de tus manos; todo lo pusiste bajo sus pies: todas las ovejas, todos los bueyes, todos los animales del campo, las aves del cielo, los peces del mar y todo lo que surca los senderos del mar. Oh Señor, Soberano nuestro, ¡qué imponente es tu nombre en toda la tierra! Salmo 8:3-9 NVI

 

ORACIÓN:

Señor, tú eres Dios por la eternidad, eres quien da la vida y sostiene la creación, que mi corazón, aunque pequeño y limitado, reconozca tu grandeza. Enséñame a rendir lo que es del hombre al hombre, pero más que nada a darte a ti, soberano nuestro, lo que ya te pertenece: mi espíritu, mi alabanza, y mi gratitud. Amén.

 

Ray & Lily

 

https://www.youtube.com/watch?v=ZGODCC8GhjA 

LA CALAMIDAD

 Porque yo conozco los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor —, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza.  Jeremías 29:11 NVI

 

No me había percatado, hasta que mi alumna me preguntó si estaba enterado de lo que acontecía en California. A decir verdad, mi vida transcurría en la cotidianidad y no era consciente de las noticias de los incendios recientes que llenaron las pantallas de televisión con imágenes desoladoras que rayaban en lo inverosímil, como extraídas de una versión apocalíptica de Hollywood.

 

Los cielos teñidos de un rojo intenso, producto de las llamas que consumieron bosques, hogares y comunidades enteras. El humo asfixiante y el estruendo de los helicópteros sobrevolando las áreas afectadas dejaron una marca imborrable en la memoria colectiva. Se percibía la desesperación de quienes lo habían perdido todo, en sus rostros reflejaban incredulidad, sumado a las polémicas de pólizas de seguro canceladas días antes.

 

Clamaste en la calamidad, y yo te libré. Te respondí en lo oculto del trueno. Te probé junto a las aguas de Meriba. Salmos 81:7 RVA 2015

 

Con mi medio siglo sobre el planeta, parece que mi margen de tolerancia a la calamidad (sobre todo si es ajena) se hace cada vez más grande, recuerdo la perplejidad que me azotó en la catástrofe de los atentados del 11 de septiembre de 2001, contra las Torres Gemelas del World Trade Center en Nueva York. Luego en 26 de diciembre de 2004 el tsunami que afectó a más de una docena de países en Asia y África, causando la muerte de cerca de 230,000 personas. El terremoto en Haití con doscientas mil vidas perdidas en 2010 y la pandemia global del 2020 con 14.9 millones de muertes, solo por citar algunas. El caso es que va creciendo la indiferencia al dolor ajeno.

 

Cuando venga como tormenta vuestra calamidad, y vuestra desgracia llegue como torbellino, cuando os sobrevenga tribulación y angustia. Proverbios 1:27 RVR 1960

 

Todas estas tragedias nos llevan a reflexionar sobre el significado de la calamidad, tanto en el plano físico como en el espiritual. En todas ellas muchos se preguntan el papel que juega Dios en cada una, o su aparente indiferencia ante tales situaciones. Para una persona que enfrenta una situación así, el sentimiento de pérdida y desamparo puede ser abrumador. La incertidumbre sobre el futuro, el duelo por lo que se ha perdido y la sensación de vulnerabilidad son comunes. En medio de estas experiencias, el deseo de encontrar consuelo y esperanza se vuelve urgente.

 

Contra su propia voluntad, toda la creación quedó sujeta a la maldición de Dios. Sin embargo, con gran esperanza, la creación espera el día en que será liberada de la muerte y la descomposición, y se unirá a la gloria de los hijos de Dios. Romanos 8:20-21 NTV

 

Ninguno estamos exento de vivir el estado de desesperación y angustia que puede sobrevenir en cualquier momento, ya sea en tragedias de grandes proporciones, como situaciones familiares o personales, vivimos en un mundo caído que tiende a la destrucción, por lo que nadie escapa a la posibilidad de enfrentarse con tales adversidades. Pero, más allá de los desastres naturales o las crisis personales, la mayor calamidad que un ser humano puede enfrentar es estar alejado de Dios y Su propósito.

 

Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios. Romanos 3:23 RVR 1960

 

La Biblia enseña que estar lejos de Dios es el estado más peligroso y desolador. Esta separación de la fuente de vida, amor y protección divina es, sin duda, la más grande de las calamidades. La desobediencia nos alejó de Dios y nuestro pecado alcanzó a toda la creación. Esta calamidad no le fue indiferente a Dios, por lo que tuvo un plan para restaurar el orden original, es por lo que, también se nos ofrece la esperanza de la reconciliación con Dios a través de Jesucristo.

 

Esto responde el Señor: —Si regresas a mí te restauraré para que puedas continuar sirviéndome. Si hablas palabras beneficiosas en vez de palabras despreciables, serás mi vocero. Tienes que influir en ellos; ¡no dejes que ellos influyan en ti!  Jeremías 15:19 NTV

 

Un relato bíblico que ilustra una calamidad similar es la historia de Job. Job lo perdió todo: sus hijos, sus posesiones y su salud. En medio de su dolor, Job expresó su angustia, pero también su fe en Dios. A pesar de no entender completamente las razones detrás de su sufrimiento, Job declaró: "El Señor dio, y el Señor quitó; bendito sea el nombre del Señor" (Job 1:21). Su historia nos recuerda que, incluso en medio de la más profunda calamidad, es posible encontrar esperanza en Dios.

 

Llevad los unos las cargas de los otros, y así cumpliréis la ley de Cristo. Gálatas 6:2 RVR 1960

 

Cuando presenciamos una calamidad desde la distancia, es natural sentirnos impotentes. Sin embargo, como cristianos, estamos llamados a actuar y a responder con compasión. Podemos actuar de varias maneras: ofreciendo apoyo financiero, orando fervientemente por los afectados y mostrando solidaridad con aquellos que sufren. Nuestro corazón debe responder ante la desgracia con empatía y acción. Debemos ser sensibles al dolor ajeno y estar dispuestos a extender nuestras manos en ayuda, reflejando el amor de Dios hacia los que están en necesidad.

 

No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Filipenses 2:4 RVR 1960

 

Hasta que todo sea restaurado, tendremos que lidiar con la calamidad, pues como lo expresa el apóstol Pablo en la carta a los romanos “la creación espera el día en que será liberada de la muerte y la descomposición, y se unirá a la gloria de los hijos de Dios. Pues sabemos que, hasta el día de hoy, toda la creación gime de angustia como si tuviera dolores de parto”. Con esto en mente y con esa esperanza, podemos enfrentar todo infortunio, con la certeza de que tenemos un Dios amoroso que ha provisto una solución definitiva a toda la calamidad.

 

Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Salmos 46:1 RVR 1960

 

ORACIÓN:

Señor, en medio de las calamidades que enfrentamos, tanto personales como globales, te pedimos que nos acerques a ti. Haznos sensibles al sufrimiento de otros y danos la fortaleza para actuar con amor y compasión. Que siempre encontremos en Ti nuestro refugio y que vivamos según Tu propósito, extendiendo Tu amor a los que están en necesidad, al menos con una oración. Amén.

 

Ray & Lily

 

https://www.youtube.com/watch?v=RgBKfuf8Wp0&list=RDRgBKfuf8Wp0&start_radio=1&rv=OjhOSnOHNig