¡Ay de mi!

Entonces grité: «¡Ay de mí, que estoy perdido! Soy un hombre de labios impuros y vivo en medio de un pueblo de labios impuros y mis ojos han visto al Rey, al Señor de los Ejércitos».  Isaías 6:5 NVI 

 

Preferí caminar en lugar de tomar el autobús. Aunque no estaba exhausto, mis pies se sentían de plomo, mi mirada se perdía y el desconsuelo de haber arruinado todo lo edificado me pesaba. El cielo encapotado reflejaba mi mente nublada, y el amargo sabor de haber desperdiciado la oportunidad que se me había brindado era como tragar una onza de veneno en un solo trago. Las preguntas caían como torrente implacable, exigiendo respuestas ante mi bancarrota espiritual. Una vez más, en el banquillo de los acusados. 

 

Luego oí una fuerte voz que resonaba por todo el cielo: «Por fin han llegado la salvación y el poder, el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo. Pues el acusador de nuestros hermanos —el que los acusa delante de nuestro Dios día y noche— ha sido lanzado a la tierra. Apocalipsis 12:10 NTV 

 

“¿En qué momento dejé de amar a Dios?”, me preguntaba. “¿Cómo pude fallarle?”, me recriminaba. “¿De verdad tienes una relación con Él?”, me cuestionaba. Al observarlo a la distancia, hoy puedo responder sin temor que jamás dejé de amarlo. Que mi amor por Él sigue siendo profundo y genuino. Y fue precisamente esa la razón por la que mi caída fue tan estrepitosa y desgarradora, como nada que haya vivido antes. No tenía explicación… hasta que, mientras cenaba pan tostado con jalea, lo entendí: me faltó temor de Dios, reverencia ante su presencia y el asombro sagrado de vivir delante de un Dios santo. 

 

Odien lo malo y amen lo bueno; conviertan sus tribunales en verdaderas cortes de justicia. Quizás el Señor Dios de los Ejércitos Celestiales todavía tenga compasión del remanente de su pueblo. Amós 5:15 NTV 

 

Comencé a hacer una lista mental de historias reales de hombres y mujeres que proclamaron abiertamente el mensaje de Dios, de forma pública y global. Sus nombres llegaron a asociarse directamente con el de Jesús, por lo cual sus fracasos tuvieron una repercusión tan amplia —o incluso mayor— que sus logros para el Reino. En su caída, arrastraron consigo a un número considerable de creyentes, decepcionados por el proceder oculto y la doble vida de sus líderes. 


Luego fui testigo de otro suceso importante en el cielo. Vi a un gran dragón rojo con siete cabezas y diez cuernos, y una corona en cada cabeza. Con la cola arrastró la tercera parte de las estrellas en el cielo y las arrojó a la tierra. Cuando la mujer estaba a punto de dar a luz, el dragón se paró delante de ella, listo para devorar al bebé en cuanto naciera. Apocalipsis 12:3-4 NTV 

 

Mi caída tampoco estuvo exenta de consecuencias. La primera herida la sufrió quien hoy es mi amada esposa, sus hijas y mis propios hijos. No podía mirarlos a los ojos, y la fama de hipócritas que con frecuencia cargamos los hijos de Dios resonaba como un eco interminable dentro de mí. Lo más doloroso no era haber manchado mi nombre —pues mi historial previo a conocer a Cristo ya tenía suficientes credenciales para entender mi tropiezo—, sino que estaba deshonrando el nombre santo de Dios mismo y dando argumentos a quienes dudan de su existencia para no dar el paso de fe. Exactamente lo opuesto a lo que alguna vez anhelé con tanto fervor. 

 

Entonces, ¿qué nos hace pensar que podemos escapar si descuidamos esta salvación tan grande, que primeramente fue anunciada por el mismo Señor Jesús y luego nos fue transmitida por quienes lo oyeron hablar? Hebreos 2:3 NTV 

 

Salir de ese abismo tomó tiempo, procesos, y sólo la infinita misericordia de un Dios inmenso pudo rescatarme de esa caída que estuvo a punto de quebrar la relación más íntima, cercana, genuina y santa que he tenido. Y de nuevo la pregunta: ¿me faltó amor? No. Me faltó temor. Porque el amor es como aquella dulce jalea: exquisita, deseable, siempre quiero más. Pero el temor es el conservante que evita que se corrompa. 

 

El temor del Señor es la base de la sabiduría. Conocer al Santo da por resultado el buen juicio.  Proverbios 9:10 NTV 

 

¿Qué me ayuda a permanecer fiel a mi esposa? En primer lugar, que fallarle implicaría también fallarle a Dios, incluso antes que a ella. Además, revelaría una total falta de respeto hacia ambos. Luego, está el deseo de conservar la intimidad profunda que mantengo en ambas relaciones. Él es mi amigo, confidente y dueño de mi corazón; ella, mi compañera, confidente y señora de mi afecto. No quiero perder esos vínculos, al contrario, anhelo crecer en el conocimiento de ambos. Temo perder esas relaciones. 

 

Sirvan al Señor con temor reverente; con temblor ríndale alabanza. Salmo 2:11 NBV 


El temor reverente a Dios es una mezcla profunda de respeto, admiración, asombro y reconocimiento de su poder y majestad. La intimidad sin reverencia es peligrosa. No se trata de un miedo que paraliza, sino del reconocimiento de su santidad y autoridad. Este temor implica reverencia, obediencia y adoración, conscientes de su grandeza. El amor sin respeto conduce a la traición. El temor es el preservante del amor. 

 

Temer a la gente es una trampa peligrosa, pero confiar en el Señor significa seguridad. Proverbios 29:25 

 

Obedecemos aquello que respetamos. Cuando temo más al qué dirán, a la presión social, o incluso a mis propios sentimientos, emociones e ideas, estoy mostrando reverencia a mí mismo por encima de Dios. Entonces, obedeceré lo que yo mismo me dicte, y eso se convierte en un lazo que me atrapa o me hace tropezar. Ni siquiera el amor propio me protegerá; más bien me llevará a claudicar. 

 

Cuando Simón Pedro se dio cuenta de lo que había sucedido, cayó de rodillas delante de Jesús y le dijo: —Señor, por favor, aléjate de mí; soy un hombre tan pecador. Sus compañeros, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, también estaban asombrados. Jesús respondió a Simón: —¡No tengas miedo! ¡De ahora en adelante, pescarás personas! Lucas 5:8,10 NTV 

 

Mi amor por Jesús crece cada día. Cuanto más lo conozco, más me asombro y agradezco que Él es un Dios de oportunidades infinitas, que no desprecia un corazón quebrantado y contrito, y que puede sacar propósito incluso de nuestros errores. Él tomó mi miseria y la transformó en un llamado a restaurar vidas. Me concedió el regalo de un matrimonio que camina en la misma dirección, y que después de ocho años, se fortalece, preservando el amor con el temor de Dios. 

 

Tú no deseas sacrificios; de lo contrario, te ofrecería uno. Tampoco quieres una ofrenda quemada. El sacrificio que sí deseas es un espíritu quebrantado; tú no rechazarás un corazón arrepentido y quebrantado, oh Dios. Salmos 51:16-17 NTV 

 

ORACIÓN: 

¡Ay de mí! El Dios santo, creador del universo, se ha acercado a mí. Debería ser consumido, pero tu anhelo es tener intimidad conmigo. No permitas que pierda la capacidad de asombro y que, con reverencia, viva cada día delante de tu presencia. Quiero conocerte más y darte a conocer. Que tu amor me acerque a ti y que el respeto me mantenga alejado del mal, para ser testigo de tu pureza, ternura y justicia. Amén. 

 

Lily & Ray 

 

https://www.youtube.com/watch?v=qZ0JZakhtaI&list=RDqZ0JZakhtaI&start_radio=1 


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