REMADO EN CÍRCULOS

Enseguida nos dirigimos hacia el desierto por la ruta del mar Rojo, como el Señor me lo había ordenado. Nos llevó mucho tiempo rodear la región montañosa de Seír. Entonces el Señor me dijo: Deuteronomio 2:1-2 NVI

 

El entusiasmo se desbordaba. Era el final de nuestras vacaciones y queríamos aprovechar el tiempo al máximo. Fue una de las ideas que Fernando (mi yerno) sugirió para hacer durante nuestra estancia en Austin. Marchábamos a un ritmo relajado pero constante; fue una caminata de quince minutos hasta llegar al muelle donde arrendaban el equipo necesario para nuestra aventura.

 

El sudor ya escurría por nuestras espaldas, pero los 25 grados centígrados no parecían una amenaza para la excursión. Luego del pago respectivo, procedimos a subir por turnos a nuestros kayaks. Pamela y Fer fueron los primeros en subir, y rápidamente comenzaron a desplazarse. Con mi amada nos abrochamos los chalecos salvavidas y nos embarcamos en la aventura. Nuestros compañeros ya nos llevaban varios metros de ventaja, pero parecía una distancia alcanzable.

 

Fue ahí donde surgió el problema: no lográbamos acortar ni un centímetro la brecha. Entre risas nerviosas —que pronto dieron paso a frustración— nos dimos cuenta de que literalmente estábamos remando en círculos. Por más que intentábamos coordinarnos, la dinámica en nuestra mente no correspondía con el resultado sobre el agua.

 

Mi esposa iba delante y se contorsionaba para verme a los ojos e intentar explicarme el método, como ella lo entendía. Yo continuaba procesando en mi cabeza la mecánica necesaria para avanzar, sin lograr cuadrar mis ideas con la realidad.

 

Fueron varios minutos de lucha. Surgió la duda… y la frase célebre: “Es más fácil hacerlo solo.” Y me pregunté cuántas veces esa frase cruza el corazón en la vida matrimonial. Debimos detenernos un poco para entender la situación y ponernos de acuerdo en qué debía hacer cada uno y en qué momento. Tuvimos que marcar un ritmo, corregir, y comunicarnos activamente todo el tiempo. A duras penas comenzábamos a avanzar cuando, de pronto, un mal movimiento—un remo dentro del agua más tiempo del necesario—nos hacía cambiar de dirección. Descubrimos que bajar la velocidad era una buena decisión. Nos daba tiempo para analizar y corregir. Quizá ya no había vértigo ni emoción, pero al menos avanzábamos hacia la dirección correcta.

 

En nuestra vida conyugal muchas veces ha sido necesario bajar el ritmo para poder escucharnos, el ir demasiado rápido nos ha ocasionado discutir, tomar malas decisiones y herirnos, aunque remábamos fuerte perdimos el rumbo.

 

Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los demás. La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús,  Filipenses 2:4-5 NVI

 

Para entonces, nuestras piernas ya parecían "pollo rostizado". El sol del mediodía, el reflejo del agua y el ejercicio mismo hacían subir la temperatura de nuestro cuerpo hasta el tope, y la sed comenzó a aparecer. Menos mal solo rentamos por una hora y no por el día completo. En ese agotamiento físico pensé: “Cuántas parejas están así… cansadas, quemadas, sedientas… no porque les falte amor, sino porque les falta dirección.”

 

Confía en el Señor de todo corazón y no te apoyes en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos y él enderezará tus sendas. Proverbios 3:5-6 NVI

 

En el kayak solo hay dos remos, pero un solo destino. En el matrimonio solo hay dos voluntades, pero un solo pacto. Y la dirección correcta no viene de quién rema más, sino de quién escucha a Cristo. Él es la brújula, su palabra es el mapa y el Espíritu es el viento que impulsa. Cuando ambos deciden remar bajo su dirección, aun el avance más lento es seguro. Aun los desvíos temporales se corrigen. Aun las temporadas de cansancio encuentran descanso. Y esos momentos donde parecían remar en círculos se convierten en aprendizaje, humildad y gracia.

 

Si el Señor no edifica la casa, en vano se esfuerzan los albañiles. Si el Señor no cuida la ciudad, en vano hacen guardia los vigilantes. Salmo 127:1 NVI

 

En el matrimonio no se trata de remar más rápido, sino de remar unidos. No se trata de quién tiene la técnica correcta, sino de quién tiene el corazón correcto. No se trata de tener la razón, sino de tener compasión, rendir nuestras voluntades a una mayor, la voluntad de Dios, la voluntad del amor.

 

El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni presumido ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 1 Corintios 13:4-7 NVI

 

Mientras avanzábamos lentamente en el agua, una verdad golpeó mi corazón: no solo los matrimonios reman en círculos… nuestra relación con Dios también. Hay temporadas donde sentimos que damos vueltas sobre los mismos errores, las mismas oraciones, los mismos tropiezos, los mismos miedos. Pareciera que no avanzamos espiritualmente, como si la vida cristiana fuera una repetición continua en lugar de un caminar hacia la madurez. Israel vivió esto por 40 años. No fue falta de milagros, ni falta de presencia, ni falta de Palabra. Fue falta de dirección interior.

 

Dejen ya de andar rondando por estas montañas y diríjanse al norte. Deuteronomio 2:3 NVI

 

Al igual que en el Kayak, el remo de la dinámica en la relación con Dios tiene dos partes: Obediencia y rendición, si solo usamos un lado giramos en círculos. Dios habla, pero no obedecemos, sabemos qué hacer, pero lo postergamos, hay un firme deseo de avanzar, pero nos aferramos a patrones viejos, a esos surcos mentales que nos conducen a los mismos lugares, lo que se considera locura. Le pedimos dirección, pero remamos según nuestro propio entendimiento, tomando decisiones según nuestras emociones y sentimientos. Estudiamos su palabra, pero la ignoramos en los momentos claves.

 

No se contenten solo con oír la palabra, pues así se engañan ustedes mismos. Llévenla a la práctica. El que escucha la palabra, pero no la pone en práctica, es como el que se mira el rostro en un espejo y después de mirarse, se va y se olvida enseguida de cómo es. Pero quien se fija atentamente en la ley perfecta que da libertad y persevera en ella, no olvidando lo que ha oído, sino haciéndolo, recibirá bendición al practicarla. Santiago 1:22-25 NVI

 

Por momentos sentimos y hasta acusamos a Dios de estar alejado, pero somos nosotros quienes hemos perdido la sincronía con Él. Nuestra vida devocional se convierte en frustración: oramos, leemos, hablamos con Dios… pero seguimos atorados en lo mismo. No es falta de sinceridad, de amor o deseo sino falta de dirección, alineación y de obediencia concreta.

 

Así como mi esposa y yo tuvimos que bajar el ritmo, detenernos, analizar y corregir, así también necesitamos hacerlo con Dios. Al retomar la sincronía con Su Espíritu, el avance puede seguir siendo lento, pero ahora es firme. El alma deja de girar y comienza a avanzar en línea recta. La madurez espiritual no es la ausencia de desvíos, sino la disposición continua a corregir el rumbo.

 

Por tanto, también nosotros que estamos rodeados de una nube tan grande de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Hebreos 12:1-2 NVI

 

Detenernos para escuchar Su voz, bajar el ritmo para examinar nuestro corazón, corregir lo que Él señala con gracia, pero con claridad, ajustar el remo de la obediencia, aunque cueste y permitir que el Espíritu Santo marque la dirección.

 

Entonces el Señor tu Dios te bendecirá con mucha prosperidad en todo el trabajo de tus manos y en el fruto de tu vientre, en las crías de tu ganado y en las cosechas de tus campos. El Señor se complacerá de nuevo en tu bienestar, así como se deleitó en la prosperidad de tus antepasados; siempre y cuando obedezcas al Señor tu Dios y cumplas sus mandamientos y estatutos, escritos en este libro de la Ley, y te vuelvas al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma. Deuteronomio 30:9-10 NVI

 

ORACIÓN:

Señor Jesús, gracias por el privilegio de conocerte y porque en tu gracia encontramos dirección cuando nuestra vida gira en círculos. Para los que tenemos el privilegio del matrimonio, gracias por la persona que pusiste a nuestro lado. Ayúdanos a remar contigo y en todas nuestras relaciones con unidad, paciencia y obediencia. Corrige nuestro rumbo, fortalece nuestra comunicación y alinea nuestro corazón al tuyo. Que nuestra relación contigo sea el parámetro con que avancen toda nuestra vida y relaciones. Amén.

 

Lily & Ray

https://www.youtube.com/watch?v=Sof-lS5TYrk&list=RDSof-lS5TYrk&start_radio=1 

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