Todo tiene su momento oportuno; hay tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo: Eclesiastés 3:1 NVI
La sinuosidad de la carretera, estrecha pero poblada a sus costados de una densa vegetación, la frescura del aire que silba al chocar contra los cascos y la expectación de visitar un lugar que aún no conocemos, hacen subir los niveles de adrenalina en nuestros, ya no tan jóvenes, cuerpos. El regazo tibio de mi amada que se agazapa contra mi dorso la ha convertido en mi mejor pasajera para viajar en motocicleta.
El disfrute del periplo, que tiene como objetivo celebrar nuestro octavo aniversario de nupcias, va más allá del mero paseo. Estar de acuerdo, juntos y en armonía es lo más placentero, y añade una sensación de bienestar y felicidad que va aumentando con el pasar de los años. Pero es interrumpido por un pensamiento furtivo que atraviesa como flecha: ¿hasta cuándo podremos vivir este tipo de aventuras? Porque, siendo honestos, mis posaderas se agotan con mayor rapidez y no sé hasta cuándo tendré la capacidad física de dominar un vehículo de dos ruedas.
Somos uno de esos matrimonios llamados “de segunda oportunidad”, por tanto no experimentamos en nuestras vidas el amor de juventud. Ambos teníamos un bagaje de experiencias previas y la madurez para presupuestar algunas de las etapas que viviríamos juntos, tales como ver despegar académica, económica y físicamente a nuestros hijos. Ya tuvimos la dicha de ver casarse a una de nuestras princesas y la experiencia de vivir en casa con el nido vacío.
Pero los cambios hormonales que estamos experimentando no los habíamos contemplado, y a decir verdad, nos sorprendieron un poco. No pretendemos procrear un hijo en común, pero que el fin de la etapa reproductiva se concrete no deja de generar cambios que pueden sorprendernos, incomodarnos y hasta afectar nuestra cotidianidad de una manera, si no radical, sí marcada y evidente. Será necesario hacer ajustes de toda índole en nuestras dinámicas matrimoniales e incluso económicas.
Por tanto, no nos desanimamos. Al contrario, aunque por fuera nos vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando día tras día. Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento. 2 Corintios 4:16-17 NVI
Para evitar la frustración, debemos enfrentar esta etapa con esperanza y como una oportunidad que abre nuevas posibilidades de entendimiento y disfrute para nuestras vidas. Las temidas menopausia y andropausia generan una cantidad de cambios físicos con los que debemos lidiar de manera correcta, y son síntomas que nos recuerdan que todos vamos a envejecer. Paralelo a ello hay una madurez espiritual que va en crecimiento.
Esto genera otra incógnita: ¿será que por dentro me estoy renovando y convirtiendo en una persona más madura y sabia? O, como me lo expresó mi hermano Javier cuando cumplí mis cincuenta: “¿Estás más viejo y más sabio, o solo más viejo?” Buena pregunta, que encuentra su respuesta rápidamente cuando nos involucramos en actividades físicas (sin preparación previa), creyendo que nuestro cuerpo responderá como en nuestra juventud y luego pagamos las consecuencias con lesiones que dejan un mensaje claro de falta de sabiduría y de conciencia del añejamiento.
«Olviden las cosas de antaño; ya no vivan en el pasado. ¡Voy a hacer algo nuevo! Ya está sucediendo, ¿no se dan cuenta? Estoy abriendo un camino en el desierto y ríos en lugares desolados. Isaías 43:18-19 NVI
Aunque hay ciertas etapas que ya no volverán (como la fertilidad o la juventud), Dios sigue produciendo algo nuevo y bello, o al menos ese es su deseo para nosotros. La belleza de un espíritu apacible y la empatía para entender a quienes están lidiando con cosas que ya hemos superado, o al menos atravesado, deberían ser frutos espirituales de los cuales la humanidad que nos rodea debería poder disfrutar. El aferrarnos a tiempos pasados generará desilusión y lucha por volver atrás y querer algo que inevitablemente se ha ido.
Se reviste de fuerza y dignidad y afronta segura el porvenir. Proverbios 31:25 NVI
Envejecer con dignidad es aceptar y vivir las etapas como se van sucediendo. Aunque físicamente nuestra fuerza merme, hay un vigor que nos provee seguridad para afrontar el futuro, el cual incluye la muerte o separación de este mundo y de las personas que amamos. Nos permitirá vivir un día a la vez y disfrutar cada momento que se nos brinda, liberándonos de la queja y con una gratitud renovada por los años acumulados. Haciendo un recuento de las pérdidas y ganancias, donde el balance general siempre mostrará un superávit de cosas buenas.
Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cómo es la voluntad de Dios: buena, agradable y perfecta. Romanos 12:1-2 NVI
Así que, será menester enfatizar la necesidad de intencionalidad para cambiar de mentalidad y una apertura a la transformación, incluso cuando no lo habíamos presupuestado. Lo cual nos irá preparando para nuestro encuentro con lo eterno. Si mantenemos nuestros pensamientos enfocados en lo temporal, así actuaremos; pero si abrimos nuestro pensamiento a la eternidad, nuestra vida se librará de la mezquindad de una vida temporal y obraremos con generosidad y libertad.
Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo! 2 Corintios 5:17 NVI
Aún recuerdo la noche que me rendí a ser el gerente general de mi vida y le di permisos y acceso a Jesús en todas las áreas de mi vida. Ahí comenzó ese cambio profundo que sigue vigente hoy, incluso en medio de los desafíos. De haberme aferrado a mi forma, el sufrimiento y el dolor me hubieran estancado y destruido. Sumado a eso, ocho años después, se me da la oportunidad del matrimonio al lado de una mujer increíble. Ambas fechas marcaron una disposición a seguir cambiando y apuntar a una meta mayor, pues nada es un fin en sí, todos son medios para continuar en mi proceso de transformación a la mente y figura de Cristo.
De igual manera, ustedes esposos, sean comprensivos en su vida conyugal, cada uno trate a su esposa con respeto, ya que como mujer es más delicada y ambos son herederos del grato don de la vida. Así nada estorbará las oraciones de ustedes.
1 Pedro 3:7 NVI
Tanto la menopausia como la andropausia pueden ser una oportunidad para crecer en comprensión y compasión. Reflexionar sobre nuestros roles de esposos en esta etapa no presupuestada, hacer los ajustes y cambios necesarios sin perder el enfoque y destino final al que nos dirigimos, con esperanza en la fidelidad de Dios, quien no cambia, incluso cuando nosotros pasamos por profundas transformaciones físicas y emocionales. Él permanece inmutable, anhelando el día de reencuentro total con sus hijos e hijas.
Aun en la vejez, cuando ya peinen canas, yo seré el mismo, yo los sostendré. Yo los hice y cuidaré de ustedes; los sostendré y los libraré. Isaías 46:4 NVI
ORACIÓN:
Señor, gracias por los cambios que permites en nuestra vida, incluso aquellos que no presupuestamos y que generan cierta incomodidad. Danos sabiduría para abrazarlos con fe, empatía para acompañar a quienes los atraviesan, y fortaleza para honrarte en cada estación. Que el paso de los años no sea motivo de queja, sino de gratitud. Renueva en nosotros un espíritu firme, y guíanos con tu mano fiel hacia lo eterno, buscando tu presencia cada día de nuestras vidas, sin fingimiento y con nuestro corazón abierto a los cambios que sean necesarios.
Lily & Ray
https://www.youtube.com/watch?v=tSqmEnJK68Y&list=RDtSqmEnJK68Y&start_radio=1
No hay comentarios:
Publicar un comentario