MIS QUERUBINES

Quien tiene muchos hijos, bien puede decir que Dios lo ha bendecido. No tendrá de qué avergonzarse cuando se defienda en público delante de sus enemigos. Salmos 127:5 TLA



Con su vestido verde menta, recorre el salón de un extremo al otro. Todos los ojos están puestos en ella. Aunque su estatura apenas rebasa el metro y medio, esa tarde parece mucho más alta y esbelta. Los aplausos no cesan, y la emoción supera la de una reina de belleza recién coronada. Sus ojos encapotados se dejan ver, y por momentos se humedecen al borde de las lágrimas. Literalmente se mueve con majestad en la fiesta organizada en su honor.


Sobreestimulada por tantos agasajos —vestido de gala, corona en la frente, ramo de flores y la música de marimba que da vida a la ocasión— su mirada recorre el salón buscando a sus querubines, como ella llama a la prole que crió. Es consciente, que de los once retoños, hay dos ausentes que ya partieron de esta vida, y uno más que no pudo viajar para la ocasión. Las diferencias entre algunos de ellos fueron aplacadas por el propósito común de honrarla.


Mientras las notas del instrumento autóctono guatemalteco deleitan a los invitados, puedo sentir el frenético palpitar de su corazón, acelerado hasta el tope. Sus labios tiemblan y se queda sin palabras. El ritmo no es lo mío, pero hago el esfuerzo de coordinar mis dos pies izquierdos para seguirla en su danza. No solo su cuerpo se desplaza con avidez en la pista, también sus emociones se desbordan. Está espléndida, feliz y orgullosa al ver a la cincuentena de convidados, de los cuales la mayoría son su descendencia: hijos, nietos y bisnietos.


Hay un pasado de dolor: una infancia dura que le privó de hogar y familia, algo que siempre anheló y por lo cual luchó. También arrastra la tristeza, vergüenza y culpa de decisiones que le costaron un alto precio. Al celebrar sus 80 años, pareciera que vive tiempos extra en una sociedad donde la expectativa de vida apenas llega a los 79. Sabe que cada día es un regalo, una muestra de la misericordia divina que está redimiendo su existencia.


Sus caminatas matutinas la mantienen en una condición que le permite bailar por más de tres horas. Sus meditaciones diarias le otorgan una lucidez envidiable. La claridad con la que reconoce las áreas a mejorar en su carácter es admirable. El deseo de seguir cambiando sorprende, pues ya ha superado la expectativa de vida. Está viviendo un día a la vez, y trabajando en su ser como si fuera a vivir para siempre. ¿Cómo es posible esto? ¿Qué sucedió para transformarla así?



Ellos le respondieron: —Cree en el Señor Jesús, y tú y tu familia se salvarán. Hechos 16:31 TLA



Hace algunos años abrió su corazón a las verdades y promesas que vienen al recibir a Jesús en la vida. No fue algo emocional. Su decisión de seguir a Jesús no nació de la presión ni de una simple oración, sino del entendimiento del beneficio eterno que esto significaba, y también de la responsabilidad de llamarse cristiana. Convencida de que Dios hace por nosotros lo que no podemos, pero no hará por nosotros lo que sí nos corresponde.


Ver a la mayoría de sus querubines reunidos es un anticipo del cumplimiento de la promesa que recibió en los días de su conversión: un adelanto del reino restaurado. Su fe crece, su gratitud se desborda, y el sabor de la desesperanza comienza a hacerse antiguo. Hay un vino nuevo en sus labios, un gozo renovado que le da aliento para vivir cada día disfrutando lo que tiene a su alcance. No está exenta de recaídas, pero ha desarrollado la vulnerabilidad de pedir ayuda, lo cual fortalece su espíritu.



y seguiré haciendo lo mismo hasta que lleguen a viejos y peinen canas; los sostendré y los salvaré porque yo soy su creador. Isaías 46:4 TLA



Los pliegues en su rostro cuentan una historia pasada; el brillo en sus ojos anuncia un futuro prometedor. Días felices en la tierra… y una eternidad sin dolor, sin llanto, sin pecado. Sus hilos de plata fueron cubiertos por un tinte, transformando un poco su apariencia exterior. Pero el amor de Dios ha cubierto una multitud de errores, y la promesa de sostenerla le da un vigor que sobrepasa el entendimiento. Un nieto lo resumió así: “Esos modelos ya no los fabrican”, mientras ella flexionaba sus rodillas al ritmo del rock de la cárcel, interpretado por otro de sus nietos.



y a confortar a los dolientes de Sión. Me ha enviado a darles una corona en vez de cenizas, aceite de alegría en vez de luto, traje de alabanza en vez de espíritu de desaliento. Serán llamados robles de justicia, plantío del Señor , para mostrar su gloria. Reconstruirán las ruinas antiguas y restaurarán los escombros de antaño; repararán las ciudades en ruinas y los escombros de muchas generaciones.Isaías 61:3-4 NVI



Días después, sentada en su casa, hace el recuento de las experiencias vividas aquella noche. Se siente honrada, como si la vida le devolviera, retroactivamente, mucho de lo que se le privó: el vestido de quinceañera, el vals de bodas, la marimba tocando sus melodías favoritas, la cena especial, la esplendidez de los presentes y la diadema plateada en su cabeza. Dios mismo, haciendo honor a su Palabra, no solo le dio salvación y vida eterna, sino también honra en esta vida.



En vez de su vergüenza, mi pueblo recibirá doble porción; en vez de deshonra, se regocijará en su herencia; y así en su tierra recibirá doble herencia y su alegría será eterna. Isaías 61:7 NVI



Cierro mis ojos y vuelvo a ver su imagen radiante, con su traje que ondulaba rítmicamente, accionado por sus pequeños pies que no encontraban reposo —los mismos que un día caminaron descalzos. Suspiro, y agradezco a nuestro Redentor tanta fidelidad. Es una gracia inmerecida, un regalo que no se gana con esfuerzo ni con orgullo. Es un don perfecto que vino de lo alto. Soy testigo del infinito amor de Dios… y esto apenas es el comienzo de una eternidad junto a Él.



Sus hijos se levantan y la felicitan; también su esposo la alaba: «Muchas mujeres han realizado proezas, pero tú las superas a todas». Proverbios 31:28-29 NVI



Al celebrar 80 años de una vida que, a pesar de las heridas, ha sido transformada por la esperanza, doña Olga Marina Ortiz no es solo una madre, abuela y bisabuela; es un testimonio viviente de que Dios puede tomar lo quebrado y hacerlo hermoso, de que Él no se olvida de sus promesas, y de que aún en la vejez, florece la vida. Hoy, mi madre es un faro de luz y junto a mi amada Ileana nos alegramos de ser parte de su vida y aunque en una medida pequeña, honrar su existencia.



Como palmeras florecen los justos; como cedros del Líbano crecen. Plantados en la casa del Señor , florecen en los atrios de nuestro Dios. Aun en su vejez, darán fruto, siempre estarán saludables y frondosos Salmo 92:12-14 NVI



ORACIÓN:

Señor, tú no dejas de asombrarme. Tu misericordia, gracia y favor son tan grandes que es imposible no conmoverse. Hoy te doy gracias por el hermoso privilegio de tener aún a mi madre conmigo, por experimentar tu bondad en esta tierra de los vivientes, y por comprobar con mis propios ojos el infinito amor del Dios del universo acercándose a nosotros. Gracias por la oportunidad de vivir tu gloria aquí y ser testigos de tu fidelidad. Amén.


Ray & Lily


https://www.youtube.com/watch?v=FrpmxekYvZs


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