Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Mateo 5:4 RVR 1960
Oculto en la esquina de un barrio residencial, apenas se puede notar su silueta por lo oscuro del lugar, sentado en el tocón de un árbol cortado, el hombre cuenta los minutos que se convierten en horas. Se le ha vuelto ya un hábito llegar a ese lugar, cercano al pequeño edificio que no hace mucho tiempo fuera su hogar. Incertidumbre, pesar y desesperanza, son algunos de los ingredientes que mezcla y embebe a pequeños sorbos que van corroyendo lo poco que le queda de dignidad.
No hay claridad en su mente y las emociones han conquistado el territorio, exiliando al razonamiento y la poca inteligencia emocional, la cual ha sido exterminada en esta cruenta batalla por sobrevivir al caos en que se ha convertido su vida. Apretando los dientes succiona su labio inferior hasta el punto de herirlo y hacerlo sangrar. El sabor metálico del plasma carmesí se adereza con lo saleroso de las lágrimas que escurren de manera incuantificable.
Ya ha leído acerca de la codependencia, aunque no alcanza a entender las proporciones exageradas de la que lo está afectando, ni siquiera diferenciar que tipo específico es el que padece, entre las tantas clasificaciones que existen. Lo que es cierto es que los vínculos afectivos, que lo unían naturalmente a personas cercanas, se han enfermado, están erosionando su autoestima, valor y hombría al punto de permanecer por horas y horas en aquella esquina, esperando para estar unos minutos cerca de la menor de sus hijas.
Temer a los hombres resulta una trampa, pero el que confía en el Señor sale bien librado. Proverbios 29:25 NVI
Es cierto que también transitó por el otro extremo de la codependencia, siendo un manipulador y narcisista. Una vida llena de mentiras patológicas lo llevó al punto de perder todo lo que consideraba valioso en la vida y en este punto su existencia ha devenido en una historia miserable, donde la culpa se regodea en su crapulencia, haciendo estragos espirituales, emocionales y físicos en aquel caballero de no tan fina estampa.
El temor a perder aquellas relaciones lo ha convertido en el monigote de sus propias maquinaciones, dónde los valores esenciales se han escapado por la escotilla de la desesperación. Pero aún no ha llegado al punto más bajo de su historia, aún le falta adentrarse en las profundidades, turbias y toxicas de la vergüenza y el bochorno. Mientras escribe en el suelo, con una ramita de pino, se sobresalta al escuchar el sonido de una bocina de automóvil, y vuelve a sollozar pensando en lo insensato y estúpido que es permanecer en ese lugar, cerca de la media noche.
Con esta pregunta le estaban tendiendo una trampa, para tener de qué acusarlo. Pero Jesús se inclinó y con el dedo comenzó a escribir en el suelo. Juan 8:6 NVI
Dos mil años antes hubo un hombre que con el dedo escribía en el suelo, mientras los líderes religiosos de su pueblo y tiempo le traían a una mujer encontrada en el acto mismo del adulterio, argumentando que merecía la muerte según la ley. Las palabras de Jesús, aquel día, vendrían a hacer eco dos siglos después en la vida del hombre de nuestra historia: “—Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no vuelvas a pecar.” (Juan 8:11).
El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. Juan 10:10 NVI
Días después de aquella noche, el hombre volvía a llorar sin control, ahora sentado en una silla y con una taza de café que humeaba frente a él. El exquisito aroma de la bebida palidecía ante las exuberantes emociones que devinieron como fruto de volver a tener esperanza, ese 14 de julio de 2009. Todos sus argumentos fueron demolidos y se vino abajo la altivez de creerse el gobernante plenipotenciario de su vida, cediendo el título a uno que estuvo dispuesto a dar su vida por él.
Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros. Romanos 5:8 NVI
Timothy Keller decía que “El Evangelio cristiano dice que soy tan imperfecto que Jesús tuvo que morir por mí, pero soy tan amado y valorado que Jesús se alegró de morir por mí”. Cuando esta convicción llega a nuestras vidas todo orgullo es destruido y damos paso a la humildad de ser aceptados por los méritos de Jesús, además de entender que “En esta vida nunca estaremos tan cerca de Dios como para conocerlo completamente y nunca estaremos tan lejos como para ser desconocidos por él.”
Años después de aquella noche, el hombre volvió a pasar por aquel lugar donde estuvo sentado. Pero esta vez, algo era diferente. Ya no había cansancio físico o dolor emocional; era como si su alma y el grito desesperado por una salida, por un Salvador, había encontrado respuesta y en el recuento de los daños el saldo ahora es positivo. Su clamor fue escuchado y comenzó a reconocer el timbre de la voz de aquel que lo había estado buscando incluso en medio de su vergüenza.
Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces. Jeremías 33:3 RVR1960
Por años había buscado controlar, manipular, agradar a los demás a costa de sí mismo, atrapado en una telaraña de miedo y dependencia enfermiza. Pero Jesús no vino a mejorar nuestras cadenas, vino a romperlas. Él no vino a hacer más llevadera nuestra esclavitud, sino a hacernos libres de verdad. En su proceso, aquel hombre entendió que la codependencia no era simplemente un problema emocional o de conducta, sino un asunto espiritual: había ocupado el lugar de Dios con personas, buscado en brazos humanos lo que solo se encuentra en el corazón de Cristo.
Así que, si el Hijo los libera, serán ustedes verdaderamente libres. Juan 8:36 NVI
Jesús lo confrontó con amor, como al joven rico que no podía soltar sus bienes, o como a Marta, tan afanada en servir que se olvidaba de sentarse a los pies del Maestro. El hombre de la historia comprendió que para ser verdaderamente libre debía entregar sus miedos, sus vacíos y su necesidad de control a los pies de Aquel que lo amó primero.
Echen toda su ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de ustedes. 1 Pedro 5:7 NVI
Fue un proceso lento, a veces doloroso, pero lleno de gracia. Jesús lo llevó a reconocer su verdadera identidad, no basada en lo que otros pensaran de él, ni en el rol que jugara en la vida de sus seres queridos, sino en el amor incondicional del Padre. Hoy aquel hombre puede recordar esa esquina oscura, ese tocón de árbol, esa noche fría y solitaria... pero no con vergüenza, sino con gratitud. Porque fue allí donde tocó fondo, pero también donde comenzó a mirar hacia arriba. Fue allí donde dejó de ser esclavo de su codependencia, para convertirse en un hijo libre, amado y aceptado por Dios.
Con amor eterno te he amado; por eso te sigo con fidelidad. Jeremías 31:3 NVI
Su recorrido no ha estado exento de caídas y errores, pero ahora sonríe con lágrimas en los ojos —como estoy haciéndolo yo al escribir estas líneas y como lo hizo mi amada Ileana cuando le conté la historia— porque ese hombre de la historia... era yo, Raymundo a quién de niño llamaban Mundo. Y Jesús, en su inmensa misericordia, me llevó por un proceso hasta librarme de la codependencia (entre otros males), restaurar mi identidad y enseñarme a vivir una vida verdaderamente abundante en Él. Ahora puedo autonombrarme el entusiasta Mundo, que descansa en la esperanza que tiene en Jesús.
Y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres. Juan 8:32 NVI
ORACIÓN:
Amado Padre, es imposible mirar atrás y no conmoverme al punto de las lágrimas, fue en ellas que obtuve tu consolación y esperanza, permíteme ahora consolar con esa misma consolación y llevar tu esperanza a todo aquel que la esté buscando, convencido de que solo tú puedes comenzar y terminar ese proceso de libertad, pues para eso viniste al mundo Jesús. Gracias, gracias, gracias. Amén.
Ray & Lily
https://www.youtube.com/watch?v=CQb8HhAn1LU
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