Los malvados conspiran contra los justos y rechinan los dientes contra ellos; Salmo 37:12 NVI
La mañana
está brumosa y más fría de lo que pensé. He presupuestado que el tránsito
estará pesado como habitualmente pasa las madrugadas de los lunes, y en efecto,
las centellantes luces del voluminoso parqueo vehicular dejan poco espacio
entre cada automóvil. Pienso que hice bien en escoger la motocicleta para
movilizarme en este día. Un poco de música instrumental suave me ayuda a no
contaminarme con el estridente ruido de motores, bocinas y escapes escandalosos.
De pronto
unas luces en sentido contrario me hacen rechinar los dientes y me sacan de mis
cavilaciones, avanzo un poco más y se suman otras tantas. Levanto la careta del
casco para ver mejor y aumentan la cantidad de los que viran en U para tomar el
sentido contrario. Un agente nos direcciona hacia la derecha y detrás de él se
notan los cordones amarillos y muchas sirenas de bomberos y policía. Mi premura
desvirtúa la curiosidad y tomo el desvío sugerido. Relajo las mandíbulas y sigo
en mi trayecto.
No es sino
hasta horas después que me entero de la noticia de lo ocurrido. Un lamentable
accidente donde un autobús sobrecargado, perdió el control y terminó volcándose
en la cuenca de un río de aguas negras. Reviso las redes sociales donde el
video captado por una cámara de seguridad muestra el vertiginoso paso del
autobús poco antes de caer violentamente. A su paso arrolla un pequeño
automóvil y finalmente colapsa totalmente. El número de cuerpos recuperados
aumenta a cada momento, llegando a más de 50 víctimas.
Solo unos
minutos me separaron del momento de la tragedia que, más tarde, el presidente
de la república declara duelo nacional, mientras los familiares se agolpan para
identificar a sus seres queridos. Otros solo lamentábamos la dificultad para
movilizarnos, ajenos a la catástrofe o indiferentes a la misma. No tengo
palabras para describir lo que pudieron haber vivido mientras se aceleraba su
proceso hacia la muerte.
El caos y
la maldad que enfrentamos en este mundo es algo que quisiéramos fiscalizar.
Pero por más mecanismos, leyes y protocolos que tengamos, las situaciones
acontecen fuera de nuestro control. Si bien podemos reducir las probabilidades
de alguna manera, finalmente debemos reconocer que no tenemos el poder para
manejar todo lo que sucede. Hace poco
más de una semana nos impactamos con el accidente aéreo donde un avión y un
helicóptero colisionaron en Washington DC, días después una avioneta se
desploma en Filadelfia. Y así miles y miles de siniestros que no quedan
registrados.
Contra su propia voluntad, toda la creación quedó sujeta
a la maldición de Dios. Sin embargo, con gran esperanza, la creación espera el
día en que será liberada de la muerte y la descomposición, y se unirá a la
gloria de los hijos de Dios. Romanos 8:20-21 NTV
Todos somos
afectados por la maldición a que está sujeta la creación, lo cual podemos
entender científicamente según la segunda ley de la termodinámica, la
idea de que todo tiende a destruirse, también conocida como la ley de la
entropía. Esta ley establece que el universo se hace más desordenado con
el tiempo. Pablo explica este principio en la carta a los romanos.
Vivimos en
un mundo de dolor y sufrimiento. Aceptar esa realidad y digerirla no es fácil.
Todos somos afectados por las duras circunstancias de la vida, nadie está
exento o posee algún seguro que lo pueda librar de ellas. Cuestionar “¿Por qué
le suceden cosas malas, incluso a la gente buena?” es una de las preguntas más complicadas
de responder, aún con toda la teología. Dios es soberano, y aunque no es el
causante del mal, está implícito que todo lo que sucede debe haber sido
permitido por Él.
No hay
en la tierra nadie tan justo que haga el bien y nunca peque. Eclesiastés 7:20
NVI
Queremos
poder comprender plenamente los designios de Dios, pero siendo seres finitos,
sin poseer la omnisciencia, omnipresencia y omnipotencia que Él tiene,
debemos confiar en su palabra y todas las promesas que posee. Más aún, entender
que no hay ni uno solo bueno o justo, nos debe hacer reflexionar por qué le
ocurrió algo tan malo a la única persona sin pecado de toda la historia. Jesús.
Después
vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera
tierra habían dejado de existir, lo mismo que el mar. Vi además la ciudad
santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios, preparada
como una novia hermosamente vestida para su prometido. Oí una potente voz que
provenía del trono y decía: «¡Aquí, entre los seres humanos, está el santuario
de Dios! Él habitará en medio de ellos y ellos serán su pueblo; Dios mismo
estará con ellos y será su Dios. Él enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no
habrá muerte ni llanto, tampoco lamento ni dolor, porque las primeras cosas han
dejado de existir». Apocalipsis 21:1-4 NVI
La visión
del apóstol Juan descrita en apocalipsis 21 donde todo el quebrantamiento y el
sufrimiento del mundo actual serán reemplazados por la paz perfecta y eterna de
Dios. La nueva creación estará libre de
desorden y temor que, dicho sea de paso, se nos ha hecho tan común en nuestros
días. El plan de Dios es traer una paz completa, eliminando todos los restos de
caos, dolor y muerte, y revelando nuestro maravilloso futuro. La promesa del
Padre, a pesar de nuestras luchas y sufrimientos actuales, es el restaurar toda
la creación a una paz perfecta.
Muchos
toros me rodean; fuertes toros de Basán me cercan. Contra mí abren sus fauces
leones que rugen y desgarran a su presa. Salmo 22:12-13 NVI
Mientras
ese día llega, seguiremos enfrentando a un enemigo que rechina los dientes
contra nosotros, corroído por la envidia, de no poseer la naturaleza de Dios,
el cual nos creó a su imagen y semejanza, sabiendo que le queda poco tiempo,
hará todo cuanto esté en sus manos para arrebatarnos la promesa de un futuro
libre de todo mal, queriendo llevarse a quien le sea posible junto a él, donde
ya no rechinará sus dientes de furia sino de dolor eterno.
El
ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan
vida y la tengan en abundancia. Juan 10:10 NVI
Aún
tendremos que lidiar en este mundo con el mal que aparecerá en la enfermedad,
el divorcio, la injusticia, corrupción, guerras, hambre y muerte. Aún reirá al
ganar algunas batallas y hacernos la vida difícil, aún tratará de convencernos
para que nos convirtamos en sus cómplices y perpetrar, por medio nuestro, sus
actos de infame rebelión. Aún seguirá trabajando en robar, matar y destruir a
los hijos de Dios. Aún, también, podemos escoger estar del lado ganador, con
aquel que vino a darnos una vida abundante. Aunque el enemigo rechine
sus dientes con furia, nosotros podemos permanecer firmes, sabiendo que Dios
tiene la última palabra.
Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En
este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo. Juan
16:33 NVI
Jesús no solo prometió vida en abundancia, sino también su
presencia en cada tormenta. En medio de la confusión, el dolor y la injusticia,
su voz sigue llamándonos a confiar en Él, a vivir con esperanza y a compartir
su luz en medio de la oscuridad. Mientras el caos avanza, nos aferramos a la
promesa de su regreso, cuando finalmente todo será restaurado y no habrá más
muerte ni llanto. Hasta entonces, nuestra misión es clara: vivir en fidelidad a
su palabra y extender su amor a un mundo que desesperadamente lo necesita.
Pero nosotros esperamos, según su promesa, un cielo nuevo
y una tierra nueva, en los cuales mora la justicia. 2 Pedro 3:13 RVR1960
ORACIÓN
Señor, en
un mundo lleno de caos y sufrimiento, ponemos nuestra confianza en Ti. Ayúdanos
a recordar que tienes el control y que ninguna oscuridad podrá apagar Tu luz.
Danos fe para permanecer firmes ante la adversidad y amor para llevar esperanza
a quienes nos rodean. Que en cada prueba veamos Tu propósito y nos aferremos a
Tu promesa de restauración. En el nombre de Jesús, amén.
Ray &
Lily
https://www.youtube.com/watch?v=4z4JX7E-v4g&list=RD4z4JX7E-v4g&start_radio=1
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