'«¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho y dejar de amar al hijo que ha dado a luz? Aun cuando ella lo olvidara, ¡yo no te olvidaré! Grabada te llevo en las palmas de mis manos; tus muros siempre los tengo presentes. ' Isaías 49:15-16 NVI
Cerca del año 2005 salió al aire una serie llamada “Miami
Ink”, un programa de telerrealidad donde se exhibía el trabajo de los
tatuadores desde que reciben la idea de sus clientes, pasando todo el proceso hasta
llegar al resultado final. Las motivaciones de los clientes para querer ser
tatuados con cierto dibujo en particular eran tantas y tan diversas como el
número de clientes.
No hace falta andar mucho para encontrarse con los lienzos
vivientes que llevan la impronta que muchas veces, cuenta historias que se
enredan con las experiencias, las creencias, las luchas, las victorias y las
pasiones de quienes los llevan. Cada marca sobre la piel puede hablar de un
viaje personal, de una conexión con algo más grande, de un deseo de ser único
en un mundo que cada vez se siente más igual.
Yo mismo llevo una marca que me hice cerca de mis 20, por allí
de los años 90s, donde en Guatemala se comenzó a popularizar éste arte.
Influenciado por los círculos artísticos en los que me movía, sucumbí ante la
tentación de hacer me una marca en la piel que yo mismo diseñé. En mi deseo de
ser más único, llegué a ser más parecido a los guetos en los que me
desenvolvía. Sumado a eso el paso del tiempo y el envejecimiento de la piel han
deformado la nitidez de la imagen original.
Hoy, vivimos en una era donde los tatuajes no son solo arte
sobre la piel; son una forma de expresar identidad, un medio para que las
personas dejen su huella en el mundo. Esa misma búsqueda solo es el reflejo de
un deseo más profundo por marcar algo dentro de nosotros que nos defina, que
nos haga únicos y que, al mismo tiempo, nos conecte con algo que trascienda
nuestra humanidad efímera. Porque, al final, la verdadera identidad no se
encuentra en la superficie, sino en lo profundo, en el alma, donde las marcas
son mucho más que arte; son marcas de nuestro ser.
'Pero ahora, así dice el Señor, el que te creó, Jacob, el
que te formó, Israel: «No temas, que yo te he redimido; te he llamado por tu
nombre; tú eres mío.' Isaías 43:1 NVI
"No olvides que tú eres mío". Así nos dice el
Señor, como si se tratara de un tatuaje indeleble que ha sido marcado en el
alma de aquellos que han encontrado en Él su refugio. Este tipo de marcas no
son superficiales ni pasajeras, como el dibujo sobre la piel que se desvanece
con el tiempo o la tinta que se borra, sino que son marcas eternas que nos
definen, nos guían y nos transforman.
Vivimos en un mundo donde la individualidad es valorada como
nunca antes. En una sociedad que a menudo parece uniformarse bajo la presión de
las tendencias y las expectativas, la necesidad de ser único y diferenciado
nunca ha sido tan palpable. Los tatuajes han llegado a ser una expresión de ese
deseo de ser distinto, de marcar una diferencia. Cada diseño, cada palabra,
cada imagen grabada sobre la piel, busca contar una historia que no pertenece a
nadie más. "Este tatuaje soy yo", dice el portador con cada línea,
con cada color.
'De aquí en adelante nadie me cause molestias, porque yo
llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús.' Gálatas 6:17 LBLA
Sin embargo, hay una paradoja en esta búsqueda de
singularidad: mientras más tratamos de ser únicos, más comunes nos volvemos. En
un planeta donde todo el mundo busca destacarse, todos terminan con los mismos
símbolos, los mismos estilos, las mismas imágenes. Lo que al principio parecía
ser una forma de individualidad, se convierte rápidamente en una marca
compartida, algo más colectivo de lo que imaginábamos.
'Dios es el que nos mantiene firmes en Cristo, tanto a
nosotros como a ustedes. Él nos ungió, nos selló como propiedad suya y puso su
Espíritu en nuestro corazón como garantía de sus promesas.' 2 Corintios 1:21-22
NVI
Si bien buscamos identificarnos a través de símbolos y
marcas en nuestra vida, hay algo mucho más profundo que solo lo visible: la
marca de Dios en el alma. Un tatuaje del alma que no puede ser copiado ni
replicado. Es una marca única y eterna, una que tiene el poder de transformar
nuestra identidad y llevarnos a un lugar donde el mundo no puede tocarnos. La
marca de Dios: Un tatuaje eterno.
La relación con Dios, el encuentro genuino con Él deja un
tatuaje imborrable en nuestra alma, que nos recuerda su gracia, su misericordia
y el compromiso eterno de su amor por nosotros, marcas invisibles pero
profundas que nos transforman desde adentro.
'Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando.
Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu
casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes.
Átalas a tus manos como un signo, llévalas en tu frente como una marca y ' Deuteronomio
6:6-8 NVI
La búsqueda por lo único no es solo una tendencia estética o
cultural; es un anhelo profundo del ser humano. Queremos ser especiales,
queremos ser diferentes, queremos marcar la diferencia. Pero en ese anhelo, a
menudo nos encontramos más atrapados en la apariencia que en la esencia de lo
que nos hace verdaderamente únicos. Al buscar tanto destacar, nos unimos al mar
de la homogeneidad, pues al final, las marcas superficiales no pueden darnos la
identidad verdadera.
'Pues somos la obra maestra de Dios. Él nos creó de nuevo
en Cristo Jesús, a fin de que hagamos las cosas buenas que preparó para
nosotros tiempo atrás.' Efesios 2:10 NTV
Y ahí, en medio de esta búsqueda superficial, es donde
encontramos la verdadera distinción. La única marca que puede realmente darnos
identidad es aquella que se hace a través del contacto con lo divino, con lo
eterno. Al encontrarnos con Dios, al ser tocados por Su amor, nuestras almas
reciben un tatuaje que es irrepetible y eterno. Es un sello espiritual que no
puede ser copiado y que nos marca de forma única, como un signo de nuestra
relación con el Creador.
Es entonces cuando entendemos que la verdadera unicidad no
se encuentra en los tatuajes visibles, sino en la marca espiritual que Dios
deja en nuestro ser. Es un tatuaje del alma que nos distingue, que nos da
propósito y que nunca se borra, porque es el mismo Dios quien lo ha estampado
en nosotros. Y a través de esa marca, encontramos nuestra verdadera identidad,
aquella que no depende de lo que el mundo espera de nosotros, sino de lo que
Dios ha puesto en nuestros corazones.
'Tú creaste mis entrañas; me formaste en el vientre de mi
madre. ¡Te alabo porque soy una creación admirable! ¡Tus obras son maravillosas
y esto lo sé muy bien! Mis huesos no te fueron desconocidos cuando en lo más
recóndito era yo formado, cuando en lo más profundo de la tierra era yo
entretejido. Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación: todo estaba ya escrito en
tu libro; todos mis días se estaban diseñando, aunque no existía uno solo de
ellos.' Salmo 139:13-16 NVI
Hoy, cuando vemos a alguien tatuado, tal vez pensemos que
esas marcas son el reflejo de una búsqueda de identidad, una forma de decir
"esto soy yo". Pero al reflexionar sobre las marcas del alma,
entendemos que hay una identidad mucho más profunda que no depende de los
símbolos externos, sino de la conexión que tenemos con lo divino.
Las marcas que Dios pone en nuestras almas son irreplicables
e inquebrantables. No se desvanecen con el tiempo, no se deshacen con las
dificultades, sino que se profundizan con cada experiencia, con cada paso en
nuestro caminar con Él. Son tatuajes del alma que reflejan la unicidad de cada
ser humano en los ojos de su Creador. Y son, sin lugar a duda, las marcas más
valiosas que podemos tener.
'Ellos verán su rostro, y su nombre estará en sus
frentes. Y ya no habrá más noche, y no tendrán necesidad de luz de lámpara ni
de luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará, y reinarán por los siglos
de los siglos.' Apocalipsis 22:4-5 LBLA
ORACIÓN
Jesús, aunque tenemos rasgos físicos particulares, estilos
de peinado, formas de vestir o incluso tatuajes, nada de esto nos da identidad.
Fuiste tu quien nos condujo a encontrar quienes fuimos diseñados a ser. Las
marcas del encuentro contigo, el choque con tu cruz y la verdad de tu
resurrección nos permiten hoy decir que somos hijos de Dios. Gracias por tanto
amor y misericordia sobre nuestras vidas, permite que esas sean las marcas que
el mundo pueda notar en nosotros. Amén.
Ray & Lily
https://www.youtube.com/watch?v=CvMfvuJsYmE
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