Y el asombro se apoderó de todos y glorificaban a Dios; y se llenaron de temor, diciendo: Hoy hemos visto cosas extraordinarias. Lucas 5:26 LBLA
Llegué muy temprano en la mañana, aún no
estaba abierta la puerta que daba acceso a las instalaciones y tuve que esperar
unos minutos hasta que alguien llegó y me hizo pasar. Después de la entrevista
y de explicarme las condiciones en que entraba al trabajo, siendo menor de
edad, solo era algo temporal. Mis funciones estaban limitadas a la mensajería,
hacer pequeños mandados y apoyar en las necesidades que surgieran.
Mi anterior trabajo había sido un taller
electromecánico y de tornos, donde la grasa y la suciedad estaban a la orden
del día, No me fue muy bien por esos lares, a pesar de dar mi mayor esfuerzo y
aprender muchas cosas, mi perfil no encajaba del todo. Pero ahora, este lugar
distaba mucho de esa primera experiencia laboral. El local estaba ubicado en
una de las zonas más lujosas de la ciudad de Guatemala, flanqueado por los dos
más importantes hoteles del momento.
Un fuerte olor a pintura de óleo invadía el
lugar, plagado de imágenes tan diversas y mágicas que me era imposible sostener
mi mandíbula y quedar boquiabierto. Cada imagen más increíble que la otra;
acrílicos, acuarelas, collage, esculturas en bronce y móviles a lo Alexander
Calder. Mi corazón latía a prisa, pues a mis 16 años, nunca había estado en una
galería de arte. Aunque había contemplado pinturas de paisajes en casa de una
tía, la experiencia me resultó asombrosa.
Pasaban los días y no cesaba de sorprenderme
con cada nueva exposición, comencé a soñar en convertirme en un artista (cosa
que nunca pasó) y algo en mi captó la atención de quien fuera la directora de
Artes Plásticas de aquella institución cultural. Comencé a trabajar más de
cerca con ella y a realizar los montajes de las exhibiciones. Leía libros sobre
arte y platicaba con uno que otro artista, ya que mi timidez me impedía
profundizar más.
En 20 años trabajando en ese mundo, me fui
volviendo cada vez más experto, de mensajero pasé a encargado de la galería a
mis 21 años, luego museógrafo, curador y valuador. Llegué a escribir algunos
textos y compilar gran cantidad de biografías de autores guatemaltecos. Di
charlas y talleres en algunas instituciones, pero al pasar el tiempo ya todo me
parecía común.
De pronto alguien me presentaba el trabajo de
un nuevo artista, pero con desdén mencionaba el parecido con cualquier otro,
los comentarios incluían fechas y movimientos artísticos a los que emulaba,
enlistando además los nombres de los artistas más representativos de esa
tendencia. Poco a poco el arte perdió su capacidad de asombro en mí o, mejor
dicho, perdí la capacidad de asombrarme. Puede que me haya convertido en un
artista frustrado, pues ni mis intentos con la fotografía o el grabado fueron
nunca relevantes.
Hasta mis hijos dejaron de disfrutar los
paseos a museos o galerías, pues el arrogante conocimiento le quitaba el
encanto a casi cualquier cosa que encontráramos. Si alguno de ellos soñó en ser
artista, fui yo mismo con mis comentarios mordaces quien lo desinfló de tal
anhelo. Crítico despiadado de las expresiones artísticas, solo un grupo pequeño
de mis favoritos contaba con el beneficio de mi aprobación y gusto.
El asombro se apoderó de la gente al ver
esa majestuosa demostración del poder de Dios. Lucas 9:43 NTV
Mis primeros años con Cristo tuvieron esa
capacidad de asombro, todo me parecía nuevo e increíble, incluso las personas
que conocía lograban cautivar mi corazón. Leer en la escritura todo tipo de
maravillas y milagros me hacían abrir los ojos tan grandes como el hueco de la
órbita. La emoción de ir conociendo cada día a la persona de Jesús no tiene
comparación. Sumado a eso, las experiencias y conversaciones que sostenía eran
tan reveladoras de una verdad que había permanecido ahí todo el tiempo.
Un día noté que ya conocía bastante sobre Dios
y su palabra, pero que el asombro ya no estaba tan presente. Me estaba
apropiando de información sobre Jesús y perdiendo la oportunidad de
experimentar su amor cada día. Estaba desperdiciando el privilegio de
relacionarme con el extraordinario Dios que opera en lo cotidiano. Estaba
convirtiendo en cotidiano al Dios todo poderoso, perdiéndome la oportunidad de
disfrutar amaneceres y atardeceres; paisajes y celajes; persona y lugares; días
y momentos.
Pero tengo contra ti, que has dejado tu
primer amor. Apocalipsis 2:4 RVR1960
Comencé a amar los favores y las promesas, el
conocimiento sobre Dios, más que a él mismo. Estaba alejándome del amor.
Poniéndolo de nuevo dentro de una pecera, encerrado en mis ritos y tradiciones,
haciendo de nuestra relación una religión, donde tenía más importancia yo, mis
planes y mis anhelos, que el mismo Dios. Comencé a sentirme versado en el tema
y dejé de disfrutar las conversaciones sencillas y preguntas inocentes de
nuevos creyentes. Analizando sermones que fallaban en principios de hermenéutica
o principios de interpretación.
Ustedes estudian con diligencia las
Escrituras porque piensan que en ellas hallan la vida eterna. ¡Y son ellas las
que dan testimonio en mi favor! Sin embargo, ustedes no quieren venir a mí para
tener esa vida. Juan 5:39-40 NVI
Y esto es algo que he notado en la vida,
cuando se pretende volverse experto en algún tema, comenzamos a dejar de
disfrutarlo. Se me ocurre cosas como el café (que tanto me gusta): cuando no
son óptimas las condiciones de molido, tostado, la calidad y temperatura del
agua, la forma de filtrado, etc. podemos menospreciar y arruinar un momento
agradable, en compañía de alguien que busca pasar un buen tiempo con nosotros,
siendo la bebida solo un pretexto.
Así mismo, cuando saco de la ecuación a Jesús
y su amor, pierdo la candidez de un niño que se acerca a la persona más
extraordinaria, incluso mis oraciones comienzan a parecer sermones que le doy
al mismo Dios, cómo si él necesitara que le explicara su palabra misma.
Desde el vientre de mi madre dependo de ti;
desde el seno materno me has sostenido. ¡Por siempre te alabaré! Para muchos,
soy motivo de asombro, pero tú eres mi refugio inconmovible. Salmo 71:6-7 NVI
Este año tuve la oportunidad de leer mi
testimonio en una cumbre de un programa de recuperación, mientras lo escribía,
comencé a notar la historia que Dios fue formando en mí, las cosas tan
maravillosas y los cambios sorprendentes que generó en mi vida, hasta llevarme
a ese punto, finalmente pude darme cuenta de que el testimonio no era mío, era
de Él y de todo el milagro que ha hecho en mí, quedé asombrado y mi arrogancia
avergonzada. Recordé mi primer amor y a ese Jesús que no pierde la capacidad de
asombrarse.
Al oír esto, Jesús se asombró y dijo a
quienes lo seguían: —Les aseguro que no he encontrado en Israel a nadie que
tenga tanta fe. Mateo 8:10 NVI
ORACIÓN:
Padre, perdóname porque he confundido tu
cercanía y amistad, he abusado de ella al sentirme un experto y perder la
capacidad de asombrarme de ti, quien eres un Dios increíble. Te pido me
permitas volver a ese primer amor y así recuperar la capacidad de asombrarme de
lo extraordinario que eres. Rindo todo orgullo y altivez, acercándome a ti en
serenidad y confianza, con arrepentimiento y calma, para disfrutar del
extraordinario privilegio de tu compañía cotidiana. Amén.
Ray & Lily
https://www.youtube.com/watch?v=cx2zy5E5FgY
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