AGENTES DISRUPTIVOS

"He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre. Como saetas en mano del valiente, así son los hijos habidos en la juventud. Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos; no será avergonzado cuando hablare con los enemigos en la puerta." Salmos 127:3-5 RVR 1960

 

A la orilla del hermoso estudio donde trabajo, con un resoplido fuerte flexiono mis piernas y me siento en la pequeña grada. El aroma de grama recién cortada domina el ambiente y hay una frescura en el aire que hacía días no se percibía. El verdor del jardín siempre me evoca esperanza y vida. De pronto dos siluetas se aparecen en medio de la calma, una muy pequeña que no distingo y la otra que ya me es familiar. Las veo interactuar y me percato que Lea (la golden retriever de los dueños de casa) se encuentra algo desconcertada y sacada de quicio, la causante es una nueva inquilina que amenaza con perturbar la calma, no llega ni a los dos meses de vida y posee una energía que contrasta con la pasividad a la que se había acostumbrado la primera de las mascotas.

 

La springer spaniel inglés es demasiado pequeña y frágil, pero inquieta, insiste en interactuar con la ya acomodada consorte que no sabe si lamer, morder o ladrar. Pasos hacia delante, otros hacia atrás, saltos laterales y una angustia que la mueve a una posición que no se esperaba, pero con el pasar de los días se van acoplando y seguramente la mayor le modelará el camino y hábitos a la pequeña, tal cual sucedió con ella y su antecesora, que murió hace unos meses.

 

"Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó". Génesis 1:27 RVR 1960

 

En la vida, pocas experiencias nos transforman tan profundamente como la paternidad. Los hijos, en su inocencia y pureza, se convierten en agentes disruptivos que nos sacan de nuestra zona de confort, nos desafían a dejar el egoísmo y nos impulsan a convertirnos en nuevas personas. Este proceso de transformación se asemeja al carácter de Dios y nos enseña a modelar la imagen y semejanza divina.

 

Desde el momento en que un hijo llega a nuestras vidas, somos catapultados fuera de la comodidad. Las noches sin dormir, las preocupaciones constantes y las demandas incesantes desafían nuestra capacidad de autocontrol y paciencia. Este proceso nos obliga a mirar más allá de nosotros mismos y a anteponer las necesidades de otro ser humano. Extendiendo nuestro corazón en su capacidad de amar genuinamente.

 

"Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él". Proverbios 22:6 RVR 1960

 

La responsabilidad que tenemos como padres de guiar y moldear a nuestros hijos, puede causarnos gran preocupación, pero me gusta como lo define Charles R. Swindoll, en su libro “La crianza de los hijos, de sobrevivir a prosperar” donde, en una investigación exhaustiva sobre las palabras originales, descubrió que “camino” también se puede traducir como “forma”, por lo que sugiere el siguiente enunciado: “La tarea de un padre o madre es ayudar a sus hijos a llegar a conocerse a sí mismos, aprender a apreciarse a sí mismos, y hallar satisfacción en ser ellos mismos.” Está implícito también que, en este proceso, nosotros mismos somos moldeados.

 

"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna" Juan 3:16 RVR 1960

 

El amor sacrificial que desarrollamos por nuestros hijos es un reflejo del amor de Dios por nosotros. Este acto de entrega y sacrificio es el máximo ejemplo celestial y, como padres, comenzamos a entender esta entrega de una manera más profunda. Sumado a esto comenzaremos a cultivar paciencia y misericordia a lo largo del camino paternal, ambos también son atributos divinos. Estas cualidades son esenciales en la formación de los hijos y nos transmutan, acercándonos más a la semejanza de Dios.

 

“Dado que Dios los eligió para que sean su pueblo santo y amado por él, ustedes tienen que vestirse de tierna compasión, bondad, humildad, gentileza y paciencia. Sean comprensivos con las faltas de los demás y perdonen a todo el que los ofenda. Recuerden que el Señor los perdonó a ustedes, así que ustedes deben perdonar a otros.”  Colosenses 3:12-13 NTV

 

Ser hechos a imagen de Dios implica una responsabilidad y un privilegio. Nuestros hijos nos observan y aprenden de nosotros, y a través de nuestras acciones y palabras, tenemos la oportunidad de mostrarles el carácter de Dios. La paternidad nos enseña a ser mejores modelos. Cada gesto de ternura, cada acto de disciplina, y cada sacrificio realizado por el bienestar de nuestros hijos, empata con la naturaleza del creador del universo. Nos convertimos en espejos del amor de Dios, enseñando a nuestros hijos no solo a seguir un camino moral, sino a conocer y experimentar al mismo Dios, y sus atributos, a través de nuestras vidas.

 

“¿Acaso olvidaron las palabras de aliento con que Dios les habló a ustedes como a hijos? Él dijo: «Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor y no te des por vencido cuando te corrige. Ninguna disciplina resulta agradable a la hora de recibirla. Al contrario, ¡es dolorosa! Pero después, produce la apacible cosecha de una vida recta para los que han sido entrenados por ella.” Hebreos 12:5,11 NTV

 

Cada niño es como una estrella en la vasta galaxia de nuestra existencia, son verdaderos agentes disruptivos en nuestras vidas, iluminando nuestras noches más oscuras, recordándonos la grandeza del universo y sacándonos de la comodidad nos transforman en personas con un carácter más parecido y cercano a la integridad de nuestro. Sus risas y juegos son como melodías celestiales que tocan nuestras almas  y elevan nuestros espíritus, sus lágrimas nos enseñan a amar desinteresadamente.

 

“Así que, todos nosotros, a quienes nos ha sido quitado el velo, podemos ver y reflejar la gloria del Señor. El Señor, quien es el Espíritu, nos hace más y más parecidos a él a medida que somos transformados a su gloriosa imagen.” 2 Corintios 3:18 NTV

 

Personalmente como padre fallé en muchos aspectos, también tuve aciertos, pero mis mejores días en ese rol, fueron generados por la fuerza y vitalidad de conocer a Dios en su papel de padre, esa ha sido la relación más significativa. Ya todos nuestros chicos se encuentran en la adultez, nos toca despedir a los padres y darles la bienvenida a los mentores (parafraseando a Jim Burns). A través de la paternidad, nos embarcamos en un viaje divino de transformación y crecimiento, donde aprendemos a ver el mundo con ojos nuevos y a vivir sin egoísmo, Al abrazar esta responsabilidad con amor y fe, nos acercamos cada día más al carácter divino y mostramos a nuestros hijos a seguir el mismo sendero.

 

Aún en el jardín

Lea se pasea agitando su cola y la pequeñita va detrás, cada vez más independiente, puede cubrir la mayoría de sus necesidades por si sola, excepto la relacional, con sus 60 días en este mundo ya es capaz de sobrevivir. No sucede así con los humanos, necesitamos de muchos años de cuidado, entrenamiento y esfuerzo, aún así tenemos entre 18 y 21 cumpleaños para influenciarlos positivamente, viendo en retrospectiva parecen muy pocos.

 

"Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes." Deuteronomio 6:6-7 RVR 1960

 

Con una de mis hijas a dos fines de semana de casarse, este tiempo parece un suspiro y tengo la esperanza de haberle modelado una relación con Dios, cómo su verdadero papá. Además, quiero ser empático con aquellos padres que sufrieron perdida de su prole antes de tiempo, no puedo imaginar el dolor, las preguntas emergentes y la fuerza que se necesita para sobreponerse de tan trágico evento, de los que estoy seguro es que de los tales es el reino de los cielos.

 

“Pero Jesús les dijo: «Dejen que los niños vengan a mí. ¡No los detengan! Pues el reino del cielo pertenece a los que son como estos niños». Entonces les puso las manos sobre la cabeza y los bendijo antes de irse.” Mateo 19:14-15 NTV

 

ORACIÓN:

Padre, que dulce eres y que hermoso privilegio poder llamarte así “Papá”. A quienes tenemos la dicha de ser padres, te pedimos nos ayudes a vivir congruentemente y así acercar las almas de aquellos que nos confiaste, cada día más a ti. Alos que aún no tienen la experiencia, capacítalos para que puedan desempeñar un papel más relevante y acorde a tu carácter, de manera que el mundo pueda conocer que tiene un padre que nos adoptó por medio del sacrificio de Jesús. Amén.

 

Ray & Lily

 

https://www.youtube.com/watch?v=nEZumxZdbCY

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