ARQUEOLOGÍA DEL SILENCIO

El que perdona la ofensa cultiva el amor; el que insiste en la ofensa divide a los amigos. Proverbios 17:9 NVI

 

Un agudo silbido me espabila de mis meditaciones, es la indicación de que el agua está hirviendo. Mi “french press” está lista a la espera de verter el agua caliente sobre el café molido. El aroma que emana es simplemente espectacular. Como diría mi amigo Tonny Hernández, “El café es la bebida oficial del cielo”. Mientras esperaba el primer sorbo, la planta superior de nuestra casa se llenó con un exquisito olor. Eran días de pandemia y disfrutaba de estas rutinas matinales. 

 

Entonces medité, que no estaba aprovechando la oportunidad, que nos brindaba esta crisis por pandemia. Relaciones rotas de familia, amistad y de otras índoles. La muerte acechando cada puerta y no sabíamos si habría un mañana para algunos. La urgencia de perdonar y restaurar no la había entendido. El delgado hilo de la vida se puede romper, pero insistimos en nuestro egoísmo y no nos damos la oportunidad de ver los principios de Dios actuando y trayendo vida.

 

Entonces Natán le dijo a David: —¡Tú eres ese hombre! El Señor, Dios de Israel, dice: “Yo te ungí rey de Israel y te libré del poder de Saúl. 2 Samuel 12:7 NTV

 

 

En esos días fui confrontado con algunos de mis errores del pasado. Varias charlas, donde la vulnerabilidad nos mostró sus beneficios, trajeron a colación situaciones en las que aún no había pedido perdón, aunque estaba claro de mi falla y la había traído delante de Dios, aún faltaba hacer el recuento de los daños y restituir en los casos que fuese posible.

 

Mi hija Pamela había cerrado pensum en arqueología y pasó una de esas noches con nosotros en casa. Ella me expresaba que no tenía nada de que perdonarme, pues le parecía increíble como habíamos sobrevivido a tanta vicisitud. Me reconfortó, hasta que vino la frase: —Bueno, si hay algo — dijo. Había guardado silencio y esa noche hizo un hallazgo arqueológico importante.

 

Sus palabras declararon con detalle exacto las cuestiones que tenía en mi contra y que habían quedado enterradas por la erosión relacional y luego cubiertas por una densa vegetación de logros y tiempos buenos que impedían discernir que algo estuviera debajo de todo aquello. Tragué saliva y admití mis errores, pedí perdón y le dejé la libertad de extenderlo en el tiempo que le fuera prudente.

 

Contra ti y solo contra ti he pecado; he hecho lo que es malo ante tus ojos. Quedará demostrado que tienes razón en lo que dices y que tu juicio contra mí es justo. Salmo 51:4 NTV

 

Cuando nos damos la oportunidad de perdonar, recibir perdón y restituir, la salvación llega a nuestras vidas y casas. Aunque en mi caso hay muchas cosas que no se podrán reponer: horas de juego y tiempo de calidad en la infancia de mis hijos, promesas no cumplidas, respeto y amor que no se dieron en su momento. Puedo confiar en un Dios capaz de llenar todo vacío, si cumplimos con sus consejos.

 

Te devolveré la salud y sanaré tus heridas —dice el Señor—, aunque te llamen desechada, es decir, “Jerusalén, de quien nadie se interesa”. Jeremías 30:17 NTV

 

Algunos años han pasado desde aquella noche y la semana pasada con gran alegría recibimos la imagen de “save the date” dónde se ve a Pamela, junto a su prometido, en una serie de imágenes captadas en el parque Nacional Tikal, las ruinas arqueológicas engalanan el entorno y anuncian la proximidad de su boda. El mensaje que recibo, además, es que aquel hallazgo arqueológico de dolor queda cómo un recuerdo nada más, que el ejercicio de pedir perdón y perdonar, trajo sanidad y la libertad para emprender su propia experiencia de matrimonio.

 

Nuestras vidas son la fragancia de Cristo que sube hasta Dios, pero esta fragancia se percibe de una manera diferente por los que se salvan y los que se pierden. Para los que se pierden, somos un espantoso olor de muerte y condenación, pero para aquellos que se salvan, somos un perfume que da vida. ¿Y quién es la persona adecuada para semejante tarea? 2 corintios 2:15-16 NTV

 

El sabor de boca que esta noticia trae a mi vida, supera con creces el de café, aunque este sea el mejor del mundo y cultivado en mi tierra natal. El gusto que me trae y el aroma que respiro es el aroma del perdón que Jesús compró para la humanidad, el olor de su propia vida entregada por nosotros.

 

Sin embargo, yo confío en que veré la bondad del Señor mientras estoy aquí, en la tierra de los vivientes. Espera con paciencia al Señor. Sé valiente y esforzado; sí, espera al Señor con paciencia. Salmos 27:13-14 NTV

 

ORACIÓN:

Señor, sé que hay una vida más abundante esperando por mí, quiero acceder a ella recibiendo perdón y extendiéndolo a otros. Reconozco la abrumadora gracia que me entregaste y nunca más podre negarla a quienes me han ofendido o defraudado. Jamás tendré que perdonar tanto, como se me ha perdonado.  Además, agradezco los increíbles regalos que me das al poder observar con mis propios ojos tu bondad y amor. Amén.

 

Ray & Lily

https://www.youtube.com/watch?v=83w5FH_GLqg

 


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