'Mantengamos firme la esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa.' Hebreos 10:23 NVI
Había llegado a recibir el reporte de mi rendimiento
escolar, estoico y callado cómo acostumbraba a ser en ese tipo de situaciones. Mi
nerviosismo no se debía a mis notas, pues en aquellos años me solía ir bastante
bien en lo académico. Más me preocupaban los comentarios mordaces de mis
compañeros de clase pues, generacionalmente, ninguno de sus progenitores coincidía
con el mío. Es más, tenía un par de compañeros que serían mis sobrinos.
Recuerdo el tono de sus voces y la sorna con que expresaban
su opinión al contestar la pregunte si acaso aquel hombre de lento andar y boina
era mi padre. Todos, sin excepción, pensaron que era mi abuelo y replicaban la
pregunta si en verdad era mi papá. A lo que debía repetir con desgano que en
efecto era el único padre que conocía.
'Abraham se levantó de madrugada y ensilló su asno.
También cortó leña para el holocausto y, junto con dos de sus criados y su hijo
Isaac, se encaminó hacia el lugar que Dios había indicado.' Génesis 22:3 NVI
Puedo imaginar a Abraham cargando al recién nacido Isaac
entre sus brazos, nadie imaginaría que era su hijo y que decir de Sara sus
rugosas glándulas mamarias serían capaces de alimentar aquel pequeño ser. A este punto, un milagro sucedía a otro, a la
promesa de la concepción, subseguida del alumbramiento, se le sumaba la
lactancia y los consecuentes desvelos que conlleva cuidar un bebé. Dios tenía todo
un plan de contingencia para sustentar la promesa.
El inquieto Isaac sacaba de la comodidad a su viejo padre,
lo hacía caminar para explorar el territorio adyacente y fomentar su espíritu
aventurero. Los juegos de fuerza no faltaron mientras el muchacho crecía. Los decrépitos
cuerpos debieron ser fortalecidos para hacer frente a la honrosa tarea de criar
un hijo y sobrellevar todo el trajín que la faena conlleva. Fue una promesa
milagrosa con efecto milagroso sostenible en el tiempo.
'Y Dios ordenó: —Toma a tu hijo Isaac, el único que
tienes y al que tanto amas, y ve a la región de Moria. Una vez allí, ofrécelo
como holocausto en el monte que yo te indicaré.' Génesis 22:2
Mi encuentro con Jesús estuvo plagado de otros eventos que conspiraban
para bajarme de una fe débil y recién adquirida. Uno de ellos fue la decisión
de llevar a vivir a mi hija menor, junto a su madre, a la antigua provincia de
Asia, hoy Turquía. Ese desprendimiento me dejó turbado, pues en mi ingenuidad religiosa,
veía a Dios cómo un genio de la lámpara, que concedería todos mis deseos y ordenaría
las cosas según mi nuevo y cambiado corazón anhelaba.
'pero en ese momento el ángel del Señor le gritó desde el
cielo: —¡Abraham! ¡Abraham! —Aquí estoy —respondió. —No pongas tu mano sobre el
muchacho ni le hagas ningún daño —dijo el ángel—. Ahora sé que temes a Dios,
porque ni siquiera te has negado a darme a tu único hijo.' Génesis 22:11-12 NVI
Aún así, en medio de mis lloriqueos y cuestionamientos, le
creí a Dios la promesa de nuestro reencuentro y he caminado en fe durante los
últimos 14 años. Pensé que la respuesta sería tan rápida, cómo cuando la fe de
Abraham fue probada en el monte Moria. Ha sido una larga espera, pero no sin
propósito. En mi caso no se trataba únicamente de probar la fe, era necesario
un proceso para sanar mi corazón, y vaya que estaba dañado.
'En fin, que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro
conocimiento, para que sean llenos de la plenitud de Dios. Al que puede hacer
muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o pedir, por el poder que
obra eficazmente en nosotros,' Efesios 3:19-20 NVI
La travesía trajo más bendición de la que nunca imaginé:
Restaurar al cien por ciento la relación con mi madre, restituir la paternidad
con mis tres hijos mayores que tanto daño sufrieron, reestablecer la dignidad
cómo hermano de una familia golpeada, la invaluable oportunidad de formar un
hogar de acuerdo a sus principios con una hermosa hija de Dios, dos nuevas
hijas (no de sangre), sanidad en las finanzas, una familia espiritual enorme y
hermosa, nuevas amistades de gran valor y la oportunidad inimaginable de
impactar al mundo con su mensaje de amor.
'Cuando Dios hizo su promesa a Abraham, como no tenía a nadie
superior por quien jurar, juró por sí mismo y dijo: «Te bendeciré en gran
manera y multiplicaré tu descendencia». Y así, después de esperar con
paciencia, Abraham recibió lo que se le había prometido.' Hebreos 6:13-15 NVI
Hola, dice el escueto mensaje que deviene en una breve
conversación donde pactamos hacer una llamada telefónica un par de horas más
tarde. Ya en esta me expresa su intención de venir a Guatemala y vivir con
nosotros en casa. Evaluamos los pros y contras que esto significa, pero por
primera vez muestra un interés y determinación en volver a su país de origen. Tengo
fría la cabeza y las emociones bajo control, soy lo más sensato, prudente,
veraz y amoroso que puedo. Pongo las expectativas realistas y le pinto los
escenarios posibles. Aún así sigue determinada pensando que es la mejor opción
que tiene.
'Dios no es un simple mortal para mentir y cambiar de
parecer. ¿Acaso no cumple lo que promete ni lleva a cabo lo que dice?' Números
23:19 NVI
Faltan detalles por arreglar y aún no se ha concretado su
llegada, pero me siento como Abraham aquel día sentado en la puerta de su
carpa, después de haber esperado 24 años, a solo 365 días de ver cumplida la
promesa. Cuando ya había bajado la guardia y rendido mi corazón a su voluntad,
en su tiempo, viene entonces el recordatorio de que Dios no miente y cumple su
palabra.
'El Señor no tarda en cumplir su promesa, según entienden
algunos la tardanza. Más bien, él tiene paciencia con ustedes, porque no quiere
que nadie perezca, sino que todos se arrepientan.' 2 Pedro 3:9 NVI
Después de 2,023 años, aún esperamos el regreso de Jesús
quien es la más grande promesa para la humanidad. Podríamos pensar que se ha
demorado mucho o estará pasando que tenemos nuestra mirada aguardando otras
cosas. También es posible que, como a Abraham, estemos poniendo nuestro amor y
devoción en la promesa, más que en el mismo Dios que prometió. De eso debo
cuidar mi corazón, que no este volcado a mis relaciones, logros e influencia,
debo mantener mis ojos puestos en Jesús y aguardar su venida con gran expectativa.
'El Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando,
con voz de arcángel y con trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitarán
primero. Luego los que estemos vivos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados
junto con ellos en las nubes para encontrarnos con el Señor en el aire. Y así
estaremos con el Señor para siempre.' 1 Tesalonicenses 4:16-17 NVI
ORACIÓN:
Padre, que grandes promesas tu nos das y cuantos regalos
hermosos experimentaremos acá en la tierra de los vivientes. Te agradezco porque
tengo a la vista muchas palabras tuyas que se van cumpliendo de tiempo en
tiempo. Ayúdame a seguir guardando la fe y esperar con paciencia todo aquello
que tu prometiste. Pero, sobre todo, te pido que no dejes que mi corazón se
desvíe de la promesa de tu regreso y vivir junto a ti, la cual es la más grande
y hermosa de todas. Amén.
Ray & Lily
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