«Así que yo les digo: Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá la puerta. Porque todo el que pide recibe; el que busca encuentra; y al que llama, se le abre.» Lucas 11:9 (NVI)
Constantino I el Grande comenzó a erigir la nueva Roma en el año 324 y en el 330, fue consagrada bajo el nombre de Constantinopla, o ciudad de Constantino, convirtiéndola en capital del Imperio Romano de Oriente. Geográficamente se encuentra en una posición estratégica envidiable y poseedora de hermosos paisajes, que poco pude disfrutar en el frío diciembre del 2,009. No podía levantar mi cuerpo del suelo. El rostro hundido en la alfombra que cubría el frío piso del apartamento, donde temporalmente me hospedaba, inicialmente por 20 días, que por mi negligencia se convirtieron en 3 meses. Ya había perdido los dos vuelos de la aerolínea española que me traerían de vuelta a Guatemala. Eso incluía desperdiciar los fondos que mis hermanos enviaron para pagar la penalidad por cambio de fecha. Tan codependiente, tan inseguro.
'Cansado estoy de sollozar; toda la
noche inundo de lágrimas mi cama, ¡mi lecho empapo con mi llanto! Desfallecen
mis ojos por causa del dolor; desfallecen por culpa de mis enemigos. ' Salmo
6:6-7
Quisiera pensar que fue una sola vez. La verdad fueron muchas las ocasiones que me encontré en esta posición. Pero por paradójico que parezca, tocando el suelo aprendí a tocar la puerta del cielo. Rendí mi intelecto y orgullo. Mi suplica fue escuchada mientras me humillaba hasta lo sumo, Jesús fue exaltado en lo más alto de mi corazón. Aquel que fue puesto en la cúspide ¿Cómo puedo exaltarlo más? Solo cuando caigo al suelo y doblo mis rodillas. Así él puede estar más arriba. De esa forma mi oración fue escuchada y mi vida cambiada.
Hoy quiero agradecerte Señor, pues
comenzaste una buena obra en mí; estoy convencido de que la perfeccionaras. Aún
estoy en proceso de transformación, pero sé que completaras el trabajo que
proyectaste hacer. Tengo la esperanza viva de que un día me librarás de todos
mis defectos, del poder del pecado y de la presencia de este. Un día seré como
tu Jesús y mientras ese día se llega, seguiré buscándote con humildad, para ser
cambiado por tu amor. Amén.
Ray & Lily
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