«Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo. Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS.» Apocalipsis 19:11-13 (RVR 1960)
El ruido es
agudo, el metal rechina al roce con el vidrio. Debo hacer pausas cada cierto
tiempo y enfriar la fresa en un poco de agua. El taladro hace vibrar mis manos
y causa una sensación incómoda en todos mis brazos. La delicadeza y la fuerza
se unen, no puedo presionar demasiado pues rompería la botella, si no ejerzo un
poco de presión tampoco avanzo.
El recipiente tuvo
la función de almacenar algún tipo de licor, envasado y anunciado de forma
atractiva para atraer y seducir a quien sea amante de su sabor y efecto. No sé quién
exactamente consumió el contenido de esta pieza en particular, si lo hizo solo
o acompañado, por pequeños sorbos y durante días o en una sola noche, eso será
una incógnita que difícilmente resolveré.
«No mires al vino cuando rojea, Cuando
resplandece su color en la copa. Se entra suavemente; Mas al fin como serpiente
morderá, Y como áspid dará dolor.» Proverbios 23:31-32 (RVR 1960)
Lo que si tengo
claro es lo que causaba en mi padre y en nuestra familia. La incertidumbre de
los sábados por la tarde, si llegase sobrio o embriagado. Nerviosismo en
nuestros corazones por los probables efectos que esto ocasionaría en nuestro
endeble hogar. Y qué decir de las celebraciones especiales, cómo las fiestas de
finde año. Aún recuerdo desatarle los zapatos y despojarlo de sus calcetines
para luego meterlo en la cama. También el revisar la billetera y cerciorarnos de
que el salario que significaría nuestro sustento no terminara en otras manos.
«¿Para quién será el ay? ¿Para quién el
dolor? ¿Para quién las rencillas? ¿Para quién las quejas? ¿Para quién las
heridas en balde? ¿Para quién lo amoratado de los ojos? Para los que se
detienen mucho en el vino, Para los que van buscando la mistura.» Proverbios 23:29-30 (RVR 1960)
Todo aquello que odié
en mi infancia y juré no hacer, vino a repetirse en mi edad adulta. La primera
vez a mis 15 años mientras volvía de mi primer trabajo un desconocido me invitó
a beber unas cervezas que devinieron en mi primera gran borrachera y fue mi
padre quien enfurecido me metió al baño, aún vestido. Los azotes que me propinó
ni siquiera los sentí. Mi cuerpo flácido y adormecido estaba insensible.
También había perdido la conciencia, Lo mismo ocurrió al final de mi relación
con el alcohol, cuando sus efectos me llevaron a saltar dentro de una alberca
con toda la ropa que llevaba encima.
Aquello que juré no
hacer terminó siendo mi realidad. Las progresivas concesiones que fui
realizando a lo largo de mi vida, me llevaron al mismo punto que a mi padre.
Pero la bebida solo era una protuberancia evidente, provocada por heridas más
profundas y formas de pensamiento que se fueron ajustando paulatinamente hasta
transformarme en una persona que nunca soñé ser.
«Hay camino que al hombre le parece
derecho; Pero su fin es camino de muerte. Aun en la risa tendrá dolor el
corazón; Y el término de la alegría es congoja.» Proverbios 14:12-13 (RVR 1960)
Son incontables
las personas con que me topé en estos días, que hicieron del alcohol su
compañero de celebración o de negación. Para cubrir o escapar de una realidad
que no les permite acceder a su propósito en la vida. Más que adictos o
bebedores sociales, detrás a el fermentado aliento con olor a licor, puedo
percibir corazones necesitados de un salvador y libertador.
En mi vida tuve
necesidad de un caballero que me rescatara, uno que dejó el esplendor de su
gloria en el cielo para venir a salvar a un perdido en el limbo de sus maquinaciones.
Jesús es el fiel y verdadero que extinguió toda mentira que se había enraizado
en mi mente y corazón. Con sus vestiduras teñidas por su propia sangre, la cual
pagó el precio de mi libertad.
«El Espíritu de Jehová el Señor está sobre
mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los
abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los
cautivos, y a los presos apertura de la cárcel» Isaías 61:1 (RVR 1960)
Acciono el
interruptor y la serie de luces en el interior emana una luz brillante dentro
del traslucido cristal. Aquel que sirvió para otros fines, hoy ha encontrado un
nuevo uso, se convirtió en una hermosa lámpara que ilumina en medio de la
oscuridad. Al elaborar en conjunto a mi esposa estas lámparas, no podemos dejar
de meditar en lo que Jesús hizo en nuestra vida y matrimonio.
«Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad
asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone
debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en
casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras
buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.» S. Mateo 5:14-16 (RVR 1960)
ORACION:
Jesús, gracias
porque hiciste de mi un nuevo ser con propósito. Irrumpiste en mi vida para
darle un nuevo rumbo a mi existencia. Hoy soy como esa botella a la cual se le
quitó la etiqueta antigua y que ahora lleva un nuevo mensaje de redención. Permíteme
dedicarme a buscar y encontrar todas aquellas vasijas que necesitan encontrarse
con tu amor, para compartirles tu luz y esperanza. Amén.
Ray & Lily
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