«Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.» Mateo 5:9 (NVI)
Mi paso por el mundo del arte,
especialmente el guatemalteco, está lleno de imágenes y recuerdos vívidos. Fui atraído
a ese cosmos antes de cumplir los 16 y trabajé en el medio durante 20 años.
Comencé como mensajero en la galería de arte del Patronato de Bellas Artes y
terminé cómo asesor adjunto y valuador de colecciones y director del centro de
documentación de la galería el Áttico, pasando por una temporada por el Museo
Nacional de Arte Moderno.
Conocí muchísimas personalidades
en ese medio, algunos solo tenían el “look” bohemio, pero había algunos que,
cómo dijo Pablo Picasso, consideraban que el arte era algo mental. Por lo menos
en algunas de sus creaciones.
Cerca de 1996, el artista Ramón
Banús hizo un montaje alusivo a la firma de la paz en Guatemala, que por muchos
años vivó un conflicto armado interno. La exposición consistía en una serie de
maniquís vestidos con diferentes indumentarias; algunos de militar, otros con
trajes indígenas tradicionales y así, tratando de representar la pluricultural
y multilingüe cultura. Lo curioso era que cada estatua no poseía rostro, los
sustituía un espejo y al pararse de frente, era nuestro rostro el que
complementaba la imagen. El artífice tituló el conjunto “somos más parecidos
que diferentes”.
Entender que todos aquellos con
quien nos relacionamos están luchando una batalla interna por su corazón y que
solo Jesús pondrá fin al conflicto que vivimos en el interior de nuestro ser.
Todos somos creación de Dios, quien no ve nuestro exterior sino el corazón; las
heridas, errores, sueños, rencores, anhelos que en se encuentran. Ponernos en
los zapatos de los otros es una buena forma de evaluar nuestras relaciones para
luego poder sanarlas.
«Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino
con hechos y de
verdad.» 1 Juan 3:18 (NVI)
Ecce Homo
Domingo por la tarde, clima
fresco y un tanto nublado; música de marimba en la plaza central de la ciudad colonial
de Antigua Guatemala. Como deferencia a mi suegra, le concedí una melodía, para
apoyar la moción de mi suegro Santiago. Enfrente se encuentre el que otrora
fuera el Palacio de los Capitanes, ahora convertido en Centro Cultural.
Uno de los segmentos de edificio
alberga al recién estrenado Museo Nacional de Arte de Guatemala. No podemos
perdernos la oportunidad de culturizarnos un poco, en medio de una tarde de
solaz y esparcimiento. El hilo conductor de la exhibición va desde la época precolombina
hasta la de la república. Podemos encontrar réplicas de estelas y mayas y
diferentes muestras de cerámica y joyería de ese periodo. Me llamó la atención,
en la época colonial, la pintura Ecce Homo, una de las más grandes creaciones
del artista guatemalteco Tomás de Merlo, que ilustra el momento en que Pilatos
presenta a Jesús ante la multitud que clama por su crucifixión.
La citada obra pictórica se
encuentra en restauración y vino a mi mente los criterios que se utilizan en
estos procesos: Uno es en el que se presume cómo fue y se hace una intervención
que restituya las áreas faltantes. El otro criterio busca limitar la acción del
restaurador, quien deberá reconstruir, reponer o rehacer lo menos posible y
evitar dejar una superficie pictórica que niegue el paso del tiempo sobre ella.
Me identifico, en la mayoría de
los casos, por el segundo, pues al igual que en los viejos lienzos, algunas de
nuestras relaciones podrán restaurarse con amor y dedicación, pero habrá partes
faltantes y grietas que cuentan la historia de cada uno y que solo el creador
original podrá llenar finalmente, para completar la obra maestra de sus
manos. Al igual que en Jesús, nuestras
marcas cuentan una historia de redención que dice ¡He aquí al hombre!
ORACIÓN:
Padre, tú nos creaste cómo seres
únicos e irrepetibles, pero nuestro diseño es para Inter depender unos de otros.
El pecado me hace egoísta y solo me deja ver las diferencias con los demás.
Quiero seguir tu consejo y ver más allá del exterior, quiero ver el corazón de
todos aquellos con quienes interactúo. El camino a la paz es arduo y solo
podemos hallarlo por medio de tu hijo Jesús, quien es nuestro salvador y
príncipe de paz, Él fue presentado cómo ofrenda para nuestra restauración. Jesús,
tu llevas las marcas de angustia que pasaste por nuestra causa, sé que en
algunos casos seré perfeccionado por medio del sufrimiento para mostrar amor,
no solo de palabra sino con actos, así como tú lo hiciste por mí. El camino no
será facial, pero puedo orar cómo tú lo hiciste, pidiendo pasar el trago
amargo, pero prefiriendo tu voluntad sobre la mía. Amén.
Amén.
Ray & Lily
https://www.youtube.com/watch?v=5mIGzSgHLd4

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