Aprovechamos un asueto oficial en un lunes, lo que elongó nuestro fin de semana. Habíamos cumplido con el privilegio de participar en una boda y en el acto de graduación universitaria de un amigo. Estos compromisos nos impidieron celebrar el cumpleaños 46 de mi amada esposa.
Junto a un grupo de amigos nos
fuimos buscando un poco de solaz y esparcimiento, para salir de la rutinaria
vida laboral y congratularnos con mi conyugue. Nos gusta descubrir nuevos
lugares y nos encontramos un parque acuático a unos 25 kilómetros de la ciudad
de Guatemala.
El clima estaba perfecto, el agua
un poco fría para mi gusto, entre piscinas de olas y juegos pasamos una jornada
increíble. La oferta del centro turístico incluía la vertiginosa caída de dos
toboganes y un serpenteado recorrido de un tercero. A la distancia se veían
imponentes dominando el territorio e invitándonos desafiantes a disparar los
niveles de adrenalina en nuestro cuerpo.
Luego de escalar las decenas de gradas
que nos llevó hasta la parte más alta, me encontré ante la disyuntiva de
continuar o retirarme del reto y con humildad volverme a la seguridad del suelo
firme. Tomé valor y con un poco de impulso me lancé en la última de las
opciones. La primera parte era descubierta y transcurrió bastante lento, pero
al entrar a la parte cerrada la carrera se puso más vertiginosa y en total
oscuridad. No sabía si respirar, tomar aire profundo o cubrirme la boca y nariz
con las manos.
Después de unos segundos en que
perdí por completo el control, vislumbré una pequeña luz al final del
recorrido. En instantes me encontré sumergido (bautizado) en el fondo del agua,
toqué el fondo y desde ahí me impulsé para ponerme en pie y me dispuse a volver
a intentarlo.
Medité en el asunto y comprobé
que en repetidas ocasiones he tenido esa conducta con relación al pecado,
después de experimentar la confusión, oscuridad y descontrol que trae, pero
sabiendo que al final puedo ser sumergido en su gracia, tengo la osadía de
experimentar la emoción y desborde de adrenalina que ofrece.
«¿Qué diremos,
entonces? ¿Continuaremos en pecado para que la gracia abunde? ¿De ningún modo!
Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? ¿O no sabéis
que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados
en su muerte?» Romanos 6:1-3 (LBLA)
Han pasado unas semanas desde
aquel día y nos encontramos en la ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala,
más conocida cómo Antigua Guatemala. Participamos del matrimonio de una hermosa
pareja, que con gran ilusión dieron el salto de fe para unir sus vidas y
embarcarse en la aventura de dar forma a una familia. Decisión que no muchos se
atreven a tomar en estos tiempos. “Es más fácil vivir uno solo y sin compromiso”
es uno de los argumentos para no casarse, que en parte es verdad. Más fácil no
significa necesariamente mejor.
Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de
su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del
solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante. También si dos
durmieren juntos, se calentarán mutuamente; mas ¿cómo se calentará uno solo? Y
si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces
no se rompe pronto. Eclesiastés 4:9-12
La vida nocturna de la Antigua me es bien conocida y
mientras buscaba un cajero automático, caminé por sus calles plagadas de turistas
extranjeros que viajan hasta esté pequeño rincón del mundo y pasara un tiempo
de desenfreno. Algunos, incluso, se han quedado a residir permanentemente. Alcohol,
diversión, aventuradas tórridas, drogas, la oferta es amplia, invitaciones a
volver a subirme al tobogán.
Porque todavía, en vuestra lucha contra el pecado, no
habéis resistido hasta el punto de derramar sangre; Hebreos 12:4
El clima es fresco, casi frío, me vuelvo al lugar de la
celebración nupcial y me encuentro de nuevo con mi esposa quien luce radiante.
Perfecta daría yo. Nuestras miradas se encuentran y reconozco el valor que
tiene el matrimonio, que en otra época tanto menosprecié. No echaré a perder
esta oportunidad, lucharé con todo lo que tenga para obtener, no lo más fácil
sino, lo mejor.
Además, si dos se acuestan juntos se mantienen calientes,
pero uno solo ¿cómo se calentará? Eclesiastés 4:11
Ya en nuestra habitación temporal, del pequeño hotel en que
pernoctaremos, puedo comprobar la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta;
así fue nuestra noche, la tibieza de nuestros cuerpos y el recuerdo en mi mente
del gran sacrificio que hizo Jesús para rescatarme, son suficientes para resistir
la tentación de volverme atrás. Una suabe danza, plegarias en unidad y un ósculo
santo sellaron nuestra jornada.
Ray & Lily
ORACIÓN:
Jesús, que ingenuo soy al pensar
que tu gracia siempre estará ahí al final de mis malas decisiones. Te pido
perdón por todas las ocasiones en que, después de ser rescatado, he vuelto a
subir la escalinata que es preludio de mí caída. Hoy acudo a ti para obtener gracia
y ser indultado, pero también para adquirir el coraje de luchar hasta la muerte
contra el pecado. No quiero menospreciar una salvación tan grande. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario