Un grupo de infantes, entre los siete y doce años, en una tarde de vacaciones de fin de año, se disponen a conocer un lugar nunca explorado por ellos. La caminata les tomó cerca de una hora y los llevó a las colindancias con un campo de golf, ubicado a las orillas del lago de Amatitlán. Se puede sentir la excitación en el ambiente, entre jugueteos, carreras y empujones, llegamos a un pequeño lugar que nombramos Lago Azul. Una pequeña caverna que el agua ha socavado y muchas rocas resbaladizas, aumentan el nerviosismo. Ninguno sabe nadar, aún así nos arriesgamos un poco, pero sin adentrarnos tanto.
Somos dos
grupos de hermanos y hermanas, dos familias vecinas, pero nuestros padres no
saben del paseo. Ya está entrada la tarde y comenzamos los preparativos para la
retirada. Mi hermana Glenda se arregla el cabello y de pronto se le escapa el
peine, mismo que flota alejándose de la orilla. Aún lo tenemos a la vista y me
dispongo a rescatarlo. Son unos 5 metros desde la orilla, que dicho sea de paso
no es una playa, más bien una costa rocosa.
Lo tengo
casi a la mano y al dar el siguiente paso me hundo como el plomo. Pataleos y
manotazos desesperados para lograr salir a flote. No hay manera de que pueda
llegar a la superficie, y menos aún mantener la cabeza fuera del agua. Mi corta
vida me pasa en segundos toda de golpe. Las fuerzas se me agotan y ya no puedo luchar,
languidezco dentro del agua y me dejo llevar por el vaivén, cerca de la
inconciencia. Unos segundos más tarde mi hermano Juan Carlos me alcanza de la
mano y me arrastra a terreno más seguro. Estoy vivo.
No
ofrezcan los miembros de su cuerpo al pecado como instrumentos de injusticia;
al contrario, ofrézcanse más bien a Dios como quienes han vuelto de la muerte a
la vida, presentando los miembros de su cuerpo como instrumentos de justicia. Romanos 6:13
Han pasado
más de 35 años y aún los recuerdos son vívidos. Puedo hasta recordar el olor
que emanan las ninfas. Fue a partir de ese evento que desarrollé ese temor a
nadar. Aunque nunca me he quedado en la orilla, siempre tengo mis precauciones
con las grandes masas de agua.
Dicho
esto, gritó con todas sus fuerzas: —¡Lázaro, sal fuera! El muerto salió, con
vendas en las manos y en los pies, y el rostro cubierto con un sudario.
—Quítenle las vendas y dejen que se vaya —les dijo Jesús. Juan 11:43-44
No puedo
imaginar lo que Lázaro experimentó al despertar después de cuatro días de haber
muerto. Caminando con las vendas en su cuerpo, desconcertado, estupefacto. Increíblemente
su resurrección, además de avivar la fe de muchos, traer alegría y asombro, también
causó envidia y una conspiración para asesinarlo a él y al autor del milagro.
Mis
vacaciones continuaron desde aquel memorable día en que fui rescatado de la
muerte. Pero fue mi propia concupiscencia y el deseo de forjarme camino a mi
manera, el que confabuló para exterminarme. Mantuve mi monólogo interior
construyendo la calzada de mi ruina.
Hay
caminos que al hombre le parecen rectos, pero que acaban por ser caminos de
muerte. Proverbios
16:25
No fue,
sino que hasta que todo colapsó, que me vi en la necesidad de encontrar una
manera diferente de hacer las cosas. Todos mis planes, por buenos que
parecieran, fallaron rotundamente y me encontré ante las trampas de la muerte
(salmo 18). Me vi desnudo, indefenso, con relaciones rotas; espiritual y
moralmente en banca rota. Con muchos argumentos, filosofías, ideologías que me
llevaron al borde le precipicio. Esta
vez, fui yo, quien consideré quitarme la vida. Algo que siempre había
considerado una tontería, ahora era un pensamiento propio.
Los
lazos de la muerte me envolvieron; los torrentes destructores me abrumaron. Me
enredaron los lazos del sepulcro, y me encontré ante las trampas de la muerte.
En mi angustia invoqué al Señor ; clamé a mi Dios, y él me escuchó desde su
templo; ¡mi clamor llegó a sus oídos! Salmo 18:4-6
Ya no hubo
más conversaciones conmigo mismo, comenzó un dialogó con la persona más noble y
gentil que he conocido. Me encontré con El Espíritu Santo. Fue Él quien me
convenció de pecado, juicio, justicia y me condujo a una relación con Jesús.
Este a su vez me llevó de vuelta al Padre, quien me adoptó cómo su hijo.
Pero
Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida
con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han
sido salvados!
Efesios 2:4-5
Ahora soy
portador de un mensaje de salvación que se transmite con palabras y con hechos.
Todo lo bueno que hay en mi es resultado de la renovación de mi mente y la obra
que él ha hecho en mí, pues ni la fe me pertenece y no puedo jactarme de nada.
Aún estoy en proceso de reconstrucción y sabiendo que mayores cosas aún
vendrán.
Pero,
cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda la verdad, porque
no hablará por su propia cuenta, sino que dirá solo lo que oiga y les anunciará
las cosas por venir. Él me glorificará porque tomará de lo mío y se lo dará a
conocer a ustedes. Todo cuanto tiene el Padre es mío. Por eso les dije que el
Espíritu tomará de lo mío y se lo dará a conocer a ustedes. Juan 16:13-15
Me acompaña
El Espíritu Santo, silencioso y sensible, pero poderoso en amor y verdad. Oro
cada día para que me lleve a personas que, como yo, necesiten una nueva vida, dejen
su monologó y comiencen una conversación que dura por la eternidad. Vivó con la
esperanza de que mi testimonio inspiré y despierte la curiosidad de conocer al
Dios creador del universo, a su hijo Jesús y su hermoso Espíritu Santo.
Pero les
digo la verdad: Les conviene que me vaya porque, si no lo hago, el Consolador
no vendrá a ustedes; en cambio, si me voy, se lo enviaré a ustedes. Y, cuando
él venga, convencerá al mundo de su error en cuanto al pecado, a la justicia y
al juicio; Juan
16:7-8
Mi deseo
hoy es que te encuentres con Él y des inicio a la relación más importante de tu
vida y des fin a tus vacaciones de muerte.
Ray &
Lily
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