SORPRESA

Los abrazos se dan con franqueza y las muestras de cariño se dan con sinceridad entre todos. Conversaciones amenas y sonrisas; muchas historias flotan en derredor al féretro que a decir verdad fue la escusa para reunirse. Son pocas las lágrimas y las respiraciones profundas llevan un dejo de satisfacción y gratitud con quienes conocieron a la interfecta.

 

Entre cafés, sopas y sándwiches hago un esfuerzo extra por permanecer despierto y conocer un poco de la difunta, por medio de los visitantes y sus conversaciones. El baño de agua caliente me reanimó lo suficiente para reponerme de un día largo y el viaje, que comenzó con una brutal tormenta en la metrópoli guatemalteca y culminó por las estrechas calles de Totonicapán.

 

El acento de las personas tiene un pequeño cantar al final de sus frases, es contagioso de alguna manera y por momentos casi lo estaba imitando. La calidez de las personas contrasta con lo frío de la intemperie. Es una lástima que tengamos que salir en la madrugada del día siguiente. Me hubiese gustado hacerles algunas preguntas y compartir más tiempo con esta familia.

 

Como cosa rara, hablé poco, traté de extraer la esencia de aquella comunidad a la que me sentí particularmente atraído, es más, me aprecié parte de ellos durante las horas que duró nuestro acompañamiento en el pésame.

 

Mucho valor tiene a los ojos del Señor la muerte de sus fieles. Yo, Señor, soy tu siervo; soy siervo tuyo, tu hijo fiel; ¡tú has roto mis cadenas! Salmo 116:15-16

 

¿Cuál es la diferencia?

A lo largo de este tiempo de pandemia nos ha tocado compartir con familias que sufrieron la muerte de un ser querido.  Hemos notado una plausible diferencia entre creyentes y no creyentes en Jesús. En común hay tristeza, dolor por la separación y la confusión que se suscita por imaginar la vida sin aquella persona amada. La diferencia es que a unos los toma más por sorpresa que a otros.

 

Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo. Juan 16:33

 

La fe no nos libra de las dificultades de nuestro paso por este mundo, la fe determina la calidad del viaje y la actitud con que enfrentamos las situaciones que surgen en el camino. Todos estamos propensos a pasar por abundancia o escasez, salud o enfermedad, tener un negocio próspero o atravesar una etapa de desempleo, e invariablemente todos llegaremos a enfrentar la muerte, aunque no sepamos el momento, es algo que con seguridad sucederá.

 

Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Salmos 23:4

 

No cabe duda de que la Tía Mirtala dejó un legado, una herencia. Sembró amor y fe en aquellos que estuvieron a su alrededor. Al final de su vida cosechó y tuvo de vuelta cuidados y cariño. Puedo inferir que descansó en paz, antes de su deceso, pues logró mirar con sus propios ojos las promesas de Dios cumplidas en esta tierra de los mortales. Disfrutó de terminar sus días rodeada de personas, más que de cosas; de muestras de amor más que de logros y reconocimiento, títulos o bienes.

 

Pero de una cosa estoy seguro: he de ver la bondad del Señor en esta tierra de los vivientes. Pon tu esperanza en el Señor; ten valor, cobra ánimo; ¡pon tu esperanza en el Señor! Salmo 27:13

 

A quienes fuimos alcanzados por su amor aún nos falta mucho. Aún fallamos, mentimos, nos equivocamos, lastimamos, ofendemos.  Aún pecamos, pero tenemos la esperanza de una vida sin la presencia del pecado. Damos gracias por haber sido redimidos de la paga del pecado que es muerte eterna. También somos librados de su poder, pues ya no se enseñorea de nosotros. Si fallamos podemos acudir a nuestro abogado defensor, Jesucristo El Santo, para encontrar socorro y perdón, aunque esto no nos exima de las consecuencias.

 

Mis queridos hijos, les escribo estas cosas para que no pequen. Pero, si alguno peca, tenemos ante el Padre a un intercesor, a Jesucristo, el Justo. Él es el sacrificio por el perdón de nuestros pecados, y no solo por los nuestros, sino por los de todo el mundo. 1 Juan 2:1-2

 

La carretera húmeda y la fresca brisa nos esperan en el regreso a la ciudad. En algunos tramos de la ruta el sol me encandila al tenerlo de frente. Nos acompaña su gran amor y misericordia. En el día de mi cumpleaños 48 me aguardan sorpresas especiales: Un desayuno con mi esposa y mis hijos, celebraciones con familia y amigos, un día lleno de detalles hermosos. En el fondo de mi corazón deseo un funeral así, pero mientras se llega el día, no quiero que ni la vida, ni la muerte me coja por sorpresa. Quiero vivir llevando esta esperanza a todo aquel que la necesita, compartir el mensaje de Jesús, la cruz y su resurrección.

Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir». Apocalipsis 21:4

 

Ray & Lily

 

https://www.youtube.com/watch?v=pajRec1HYP0

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