EN LA AUTOPISTA

En medio de la época lluviosa en Guatemala, surgen estos lapsos de tiempo donde las precipitaciones disminuye o paran totalmente. Nuestros compatriotas, y sobre todo los que llevan más tiempo sobre esta tierra, suelen llamarle “Canícula” y según el diccionario es el periodo más caluroso de año.

 

Durante esos días, los vientos secos impiden el paso de la humedad y por ello aparece un calor seco más perceptible. La canícula en Guatemala suele presentarse entre julio y agosto de cada año.  Muchos aprovechan este fenómeno para darse una escapada e las costas del territorio, buscando algo de solaz y esparcimiento. Las playas y balnearios son destinos anhelados por los paseantes.

 

A pesar de los estragos que ha ocasionado la pandemia y las alertas de “semáforo rojo”, el avanzar de la vacunación contra el Covid 19, ha dado la tranquilidad a muchas personas para tomarse el tiempo y escapar de la presión y el aislamiento provocado por la peste. Nosotros no fuimos la excepción.

 

La ruta al pacífico tuvo un cambió dramático en 1998 cuando se inauguró la autopista Palín-Escuintla, acortando la distancia y tiempo para llegar hasta el sur del territorio nacional. Fue la primera carretera con cobro de peaje en nuestro país. Aunque actualmente tiene bastantes áreas dañadas, aún es un recorrido dónde puede verse vehículos viajar a alta velocidad y es por esa razón que podemos encontrar la rampa de frenado para ayudar en caso de fallas en el sistema de frenado.

 

Hacia un buen tiempo que no viajábamos por ese sector y me volvió a sorprender el verdor provocado por la gran cantidad de vegetación en la ruta, es difícil observarla si se viaja demasiado rápido, además del inminente riesgo de sufrir un accidente.

 

Los 125 centímetro cúbicos de nuestro automotor no son suficientes para desarrollar un ritmo vertiginoso, aún así el espirómetro marcó los cien kilómetros por hora, en más de una ocasión. A esto respondí bajando un poco el ritmo, pues no se trataba de llegar primero, se trataba de saber llegar, cómo dice una canción.

 

¿No saben que en una carrera todos los corredores compiten, pero solo uno obtiene el premio? Corran, pues, de tal modo que lo obtengan. Todos los deportistas se entrenan con mucha disciplina. Ellos lo hacen para obtener un premio que se echa a perder; nosotros, en cambio, por uno que dura para siempre. 1 Corintios 9:24-25

 

Este fragmento de la escritura me hizo imaginarme en la trampa de arena de la rampa de frenado, que por correr tan a prisa hubiera terminado fuera del camino y con daños colaterales al vehículo y los dos pasajeros que viajábamos. Y es que la carrera de la fe no son los 100 metros planos, más bien es una de resistencia y de larga duración, por lo cual hay que correrla con paciencia.

 

Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Hebreos 12:1-2

 

También es importante tener en cuenta que hay cosas innecesarias para el recorrido en esta vida. Nuestro regreso en motocicleta, fue más liviano, ya que nos pudimos despojar del equipaje que llevábamos, esto nos dio oportunidad de desplazarnos más livianos y cómodos. Los estorbos no permiten caminar bien y hacen más difícil el camino y muchas veces, cómo en el caso del pecado, pueden dejarnos descalificados.

 

Así que yo no corro como quien no tiene meta; no lucho como quien da golpes al aire. Más bien, golpeo mi cuerpo y lo domino, no sea que, después de haber predicado a otros, yo mismo quede descalificado. 1 Corintios 9:26-27

 

 

¡Ya se le acaba la gasolina, ya se le acaba la gasolina!

Me percato que la aguja marca ya la reserva y no hay suficiente hidrocarburo para completar la vuelta. Una parada se hace necesaria para recargar. Me siento agradecido por tener los recursos necesarios para llenar el tanque. Aprovecho la parada y me hago de un delicioso coco que venden al lado de la calzada. La verdad no tenemos tanta prisa y puedo tomar unos minutos para refrescarme e hidratarme, pues a pesar de ser ya las seis de la tarde, el calor no ha disminuido tanto. Mi cuerpo lo agradeces.

 

La caravana que nos acompaña pasa cómo un bólido y la ventaja que habías tomado se esfumó. Mi nuevo acompañante (si sobrino Michael en el regreso) se coloca el casco, lo mismo que yo y con toda calma abordamos y nos disponemos a completar la vuelta a casa.

 

La emoción de conocer la salvación tan grande (hebreos 2) puede que nos ponga eufóricos y deseemos hacer todo por todo y por todas las personas, para que el mundo conozca de las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable (1 Pedro 2:9). Pero, podríamos descuidar el combustible necesario para llegar al final. Una comunión estrecha con nuestro Padre es indispensable para conocer la ruta, la velocidad adecuada, los ritmos de aceleración y desaceleración, las paradas y los ajustes necesarios. La paciencia no es pasividad, la paciencia es proactividad intencional.

 

Algunos llegamos hasta los setenta años, quizás alcancemos hasta los ochenta, si las fuerzas nos acompañan. Tantos años de vida, sin embargo, solo traen pesadas cargas y calamidades: pronto pasan, y con ellos pasamos nosotros. Salmo 90:10

 

La semana pasa mi suegro Santiago cumplió 80 años. Tiene muchas historias y batallas peleadas, su lento caminar y pausado hablar, muestra un hombre que ha llegado a la edad de lo que la biblia llama “Los más fuertes”.

 

Por otra parte, hace poco tiempo, la madre de una buena amiga, con sus 91 años cruzó la meta y entregó sus contados días en la vida. Terminó el camino de los vivientes y pasó a una eternidad inexplorada e inimaginable por nosotros. Peleó la buena batalla y terminó la carrera.

 

He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, me he mantenido en la fe. Por lo demás me espera la corona de justicia que el Señor, el juez justo, me otorgará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que con amor hayan esperado su venida. 2 Timoteo 4:7-8

 

Nuestra oración hoy es que completemos el propósito para el cual fuimos llamados. Aunque ayer en el retorno recibimos una mala noticia que trastornó nuestro corazón, seguimos con los ojos puestos en aquel que nos llamó y confiando que aquel que completó su designio y su carrera. Jesús nos llevará hasta el final y tendremos galardón semejante al adquirido por él.

 

Había allí una vasija llena de vinagre; así que empaparon una esponja en el vinagre, la pusieron en una caña y se la acercaron a la boca. Al probar Jesús el vinagre, dijo: —Todo se ha cumplido. Luego inclinó la cabeza y entregó el espíritu. Juan 19:29-30

 

Ray & Lily

https://www.youtube.com/watch?v=xbrbo46FDQA

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