De manera abrupta me despierto. Muy sobresaltada y con voz de urgencia mi esposa me hace salir de la cama. No me da opción, debemos atender al desastre que ha ocurrido. Fue ella quien se percató del sonido del agua que se deslizaba por la escalera que desciende hasta nuestra habitación y que amenaza con inundar nuestra residencia.
Pasan por
mi mente, velozmente cómo el trailer se una película, la tormenta y
vientos huracanados que causaron el siniestro. ¡Pero, oh sorpresa! no hay
ningún desastre natural que haya causado la posible anegación del inmueble y
nuestras pertenecías. Es más bien una falla en la instalación de uno de los
conductos del agua potable.
El día
anterior me había tomado la tarea de instalar un deposito de agua, para tener
una reserva razonable y que no escaseara el vital líquido, como nos ha ocurrido
en otras oportunidades. Fue una faena apoteósica y motivo de orgullo masculino.
Me pasé varios minutos contemplando el trabajo terminado, cual obra maestra de Leonardo
da Vinci. Debo hacer la salvedad que a mi me tomó 10 horas completar labor,
mientras que Da Viinci ocupó 16 años en terminar la Gioconda, solo por citar un
ejemplo.
De
hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Romanos 7:19
No me
explico, cómo es posible, que el esfuerzo por hacer una mejora, terminara en una
catástrofe no solo física, sino relacional. Debo reconocer que fui advertido
por mi amada, de asegurarme que todo funcionara bien. Muchas de las cosas que
se arruinaron son materiales que ella utiliza en su emprendimiento para
convertir materiales de desecho, como botellas y cajas, en bellísimas piezas decorativas,
llenas de arte. Está furiosa y con razón.
Mientras me
ocupo de secar y tratar de reparar el daño, medito en los pecados que causaron
la destrucción de Sodoma (soberbia, gula, apatía, e indiferencia hacia el pobre
y el indigente) y pienso, cómo es posible que tratando de hacer el bien también
se puede acarrear destrucción, cómo es mi caso ahora.
Confía
en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en
todos tus caminos, y él allanará tus sendas. No seas sabio en tu propia
opinión; más bien, teme al Señor y huye del mal. Proverbios 3:5-7
Mucha de la
desgracia que padecemos son fruto de nuestras malas decisiones, mismas que
tomamos basados en nuestra propia prudencia, obviando el consejo que se nos da
y en medio de nuestra arrogancia avanzamos pensando que todo nos saldrá bien. Orgullosos
de lo que hemos construido con nuestro esfuerzo. Hasta que todo se derrumba y
queda en evidencia que fuimos negligentes en buscar la ayuda apropiada. Alguien
experto que nos guiara en el proceso. Mi insolencia trajo daño colateral en el
pasado y puede traerla en el presente sin no pongo atención por donde camino.
—¿Acaso
el día no tiene doce horas? —respondió Jesús—. El que anda de día no tropieza,
porque tiene la luz de este mundo. Pero el que anda de noche sí tropieza,
porque no tiene luz. Juan
11:9-10
En el fondo
de mi ser estoy molesto porque pude evitar el perjuicio causado. Con mis pies húmedos
y arrugados a causa del agua que tuve que barrer y secar; con el ego aplastado
y un sabor agrio en la boca vuelvo a la cama. Arrepentido (con mi mente
cambiada) y con humildad acepto mi derrota y emprendo el viaje mental de
retorno para repara el daño hecho; la tubería será reparada más tarde con un
poco de esfuerzo y buen consejo; lo más probable es que busque ayuda para hacerlo.
También tendré que restituir los materiales echados a perder de mi esposa.
¿Y qué
del daño relacional?
Me despojo
de las vestiduras mojadas y me introduzco en las sábanas, a pocos minutos el cuerpo
tibio de mi amada está ahí, a cierta distancia. Me acerco y ella también,
pronuncio las difíciles palabras que buscan perdón y siento sus brazos rodeándome.
Me abrazo a la gracia y el perdón. Encuentro reconciliación y un ósculo santo
sella el momento.
Quien
encubre su pecado jamás prospera; quien lo confiesa y lo deja halla perdón. Proverbios 28:13
Al momento
de equivocarnos siempre hay dos caminos: Abrazar el pecado e insistir en él o
abrazar la gracia, la cruz y la obra redentora de Jesús. Ciertamente aún
luchamos contra el pecado que habita en nosotros, parafraseando la canción del
grupo rescate podemos decir que es una pulseada que dura una vida, una batalla
nueva cada día.
Así que
descubro esta ley: que, cuando quiero hacer el bien, me acompaña el mal. Porque
en lo íntimo de mi ser me deleito en la ley de Dios; pero me doy cuenta de que
en los miembros de mi cuerpo hay otra ley, que es la ley del pecado. Esta ley
lucha contra la ley de mi mente, y me tiene cautivo. ¡Soy un pobre miserable!
¿Quién me librará de este cuerpo mortal? Romanos 7:21-24
El apóstol
Pablo describió esta guerra de una manera magistral en el final del capítulo 7
de su carta a los romanos. Pero lo que me encanta de este pasaje es que no solo
se dedica a narrar el problema, sino que nos da la solución en el verso 25
diciendo enfáticamente ¡Gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor!
No estamos exentos
de pecar, pues hay una naturaleza que nos impulsa, pero Dios hizo un pacto
mayor al del arcoíris, que no solo nos promete librarnos de la destrucción material,
sino de la destrucción eterna de nuestra alma. Jesús nos libra de la paga del
pecado que es muerte; nos libra del poder del pecado y nos librará de la
presencia del pecado en el futuro.
Si esto
es así, ¡cuánto más la sangre de Cristo, quien por medio del Espíritu eterno se
ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de las obras que
conducen a la muerte, a fin de que sirvamos al Dios viviente! Por eso Cristo es
mediador de un nuevo pacto, para que los llamados reciban la herencia eterna
prometida, ahora que él ha muerto para liberarlos de los pecados cometidos bajo
el primer pacto. Hebreos
9:14-15
Ser
seguidor de Jesús no nos hace perfectos en el presente, aún tenemos pugna entre
dos naturalezas que luchan entre sí. Caminar por sus sendas nos delinea la ruta
de la perfección y nos da la esperanza de alcanzarla. Pero siempre conservamos
el libre albedrío. Podemos justificar nuestras faltas y caídas con innumerables
excusas o podemos accedes a su justicia cada día.
Mis
queridos hijos, les escribo estas cosas para que no pequen. Pero, si alguno
peca, tenemos ante el Padre a un intercesor, a Jesucristo, el Justo. Él es el
sacrificio por el perdón de nuestros pecados, y no solo por los nuestros, sino
por los de todo el mundo. 1 Juan 2:1-2
Ya el día
está clareando, mientras termino estas líneas. Podría rendirme y dejar que
todos mis errores del pasado me frustraran tanto que decidiera soltarme de
Cristo y abandonar la obra que comenzó en mi (filipenses 1:6) o puedo con humildad
reconocer mis falencias, confesarlas y acceder a su gracia nuevamente hasta que
sea perfeccionado. Pero también tengo la opción de bajarme del tren de su amor
y abrazar mi propia justicia, aferrándome al pecado y dándole autoridad en mí, para
que al final coseche muerte y destrucción.
Una vez
más Jesús se dirigió a la gente, y les dijo: —Yo soy la luz del mundo. El que
me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Juan 8:12
Hoy me
decido por Cristo, escojo abrazar su cruz y la obra que completó ahí para el
mundo y para mí, me decido por Jesús y no vuelvo atrás.
Ray &
Lily
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