Despierto sin abrir los ojos, pareciera que mis párpados fueron unidos por algún tipo de pegamento. Nunca he sido bueno para madrugar, es decir, no lo hago de buena gana. Tuve que ser disciplinado para conseguir levantarme con la aurora. Me gusta la definición que hace Yokoi Kenji Diaz sobre la disciplina; Según el famoso orador motivacional, esta es el resultado de tres factores: organización, limpieza y puntualidad.
La alarma de mi móvil funge como una espátula para despegar
mi cuerpo de la cama. Lo dejo a cierta distancia, para obligarme a levantarme
de mi lecho matrimonial, ya que la dulce y lenta respiración de mi amada es una
invitación a permanecer más tiempo en posición decúbito dorsal.
Intencionalmente no hay alfombra al pie de la cama, pues el frío piso apoya lo
moción de despabilarme más pronto. Genuflexionado por unos minutos, con mi
frente hasta el piso agradezco la renovación de la misericordia para un nuevo
día.
Ya pronto en la ducha que concluye la tarea de despertar mis
cinco sentidos. Son las 4:45 de la mañana y estoy presto para salir de casa.
Tomo mi móvil y me percato de que han cancelado 2 de mis primeras 3 clases de
la mañana. Medito un instante y escribo
a un mensaje a mi cita de las 5:30, buscando aplazar unos minutos la clase,
pues quiero asegurarme de que Lily (mi esposa) se encuentre bien. Además, puedo
aprovechar para tomar el desayuno antes de salir.
La respuesta demoró un poco, pero a las 5:00 logramos
reagendar la cita para el medio día. Tengo un tiempo inesperado y me quedo
colgado de la ventana del comedor. Comienza a clarear y el cielo se viste de
tonos espectaculares. Tiene un efecto hipnótico y cadente. Despacito, pasito a
pasito (viene la tonada a mi mente) va cambiando de colores y formas. Me quedo
un buen tiempo ahí, es una utopía tratar de describirlo pues la secuencia
cambia progresivamente, segundo a segundo. Me hacía falta contemplar un
amanecer y me hubiera encantado poder volver a verlo muchas veces más.
Sácianos de tu amor por la mañana, y toda nuestra vida
cantaremos de alegría. Salmo 90:14
Me siento en el sofá cuasi extasiado. Pero el espectáculo
continúa. Comienzo a escuchar una variedad de cantos de aves. Logro enumerar
por lo menos cinco. Pero a manera de una pátina acústica, el canto de los
gallos domina la sonata y aglutina armoniosamente todos los sonidos. Se le une
el chasquido de un gueko que ha decido cohabitar con nuestra familia. ¡Más
cantos! algunos desde la pequeña arboleda y otros desde los alambrados; ahora
son siete diferentes y puedo reconocer entre ellos el gorjeo del pájaro
carpintero, palomas, cenzontles, sanates, gorriones, pecho amarillo y no se
quienes más, hacen las delicias de un amanecer fulgurante.
Tengo la certeza de estar vivo, la sensación de haber
encontrado la conexión más importante. Tengo una relación con el creador del
universo. Mi padre. Muchas veces he llegado a pensar que este es el fin de mi
existir. Pero hoy un pensamiento me inquieta ¿acaso no es solo el principio?
Como muchas personas, incluyendo a cristianos, he luchado
por encontrar el propósito en la vida. Deambular de una actividad para otra, de
un grupo a otro, incluso de una religión a otra. Llegamos a pensar que existe
una clave secreta para descubrir los misterios del significado de la vida. La
verdad no es un secreto; está plasmado en la Palabra de Dios.
Si alguien se quiere enorgullecer, que se enorgullezca de
conocerme, de saber que yo soy el Señor, que actúo en la tierra con amor,
justicia y rectitud, pues eso es lo que a mí me agrada. Yo, el Señor, lo
afirmo.» Jeremías 9:23
Hay algo más allá de una experiencia espiritual personal.
Aunque esto es una verdad para todo aquel que haya tenido un encuentro con su
Espíritu, es mucho más que eso. Según
las palabras de Scott Wilson, pastor principal de The Oaks Fellowship en el sur
de Dallas, Texas “Jesús vino para dar, para amar, para sacrificarse, y para
marcar la diferencia en la vida de cualquiera que le escuche. Tenemos un
propósito mucho más grande en la vida que las experiencias personales
estimulantes y autoindulgentes. El fin del Espíritu, es transformarnos de
adentro hacia afuera, para que podamos tener un corazón para las personas como
el de Jesús.”
Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras
que yo hago; y hará otras todavía más grandes, porque yo voy a donde está el
Padre. Y todo lo que ustedes pidan en mi nombre, yo lo haré, para que por el
Hijo se muestre la gloria del Padre. Yo haré cualquier cosa que en mi nombre
ustedes me pidan. San Juan 14:12-14
Podemos llegar a perder la dimensión de a quién nos acercamos.
Ciertamente la creación es un regalo y motivo de asombro para el ser humano,
pero debemos tener cuidado de no llegar a pensar que El Rey del universo está a
nuestro servicio para complacer todo anhelo que nace en nuestro corazón.
Debemos deleitarnos en Él, en su carácter santo, en su justicia y misericordia,
para adquirir su imagen y semejanza en cuanto a lo espiritual y moral.
Confía en el Señor y haz el bien; establécete en la
tierra y mantente fiel. Deléitate en el Señor,
y él te concederá los deseos de tu corazón. Salmo 37: 3-4
El Señor se deleita en que le conozcamos y que le amemos,
así como todo lo que Él ama; un mundo sin Dios, una humanidad autosuficiente
pero necesitada de probar el más grande amor. Parafraseando las palabras del
Doctor Hermann Alb “Esperando que seamos testigos, pero primeramente amándolos,
escuchándolos y sirviéndoles”. Cumpliendo este doble propósito llegaremos a una
humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo. (efesios
4:13)
“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu
ser y con toda tu mente” —le respondió Jesús—. Este es el primero y el más
importante de los mandamientos. El segundo se parece a este: “Ama a tu prójimo
como a ti mismo”. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los
profetas. Mateo 22:37-40
Volviendo en si
Sonidos de motocicletas y la ráfaga que ocasionan los
cohetillos al estallar, me sacan de mi pasmo ese mañana de jueves. Hoy sábado,
estamos preparándonos para una aventura con mi amada esposa. A la expectativa de
cómo El Señor nos pueda asombrar, pero dispuestos a causar asombro e impactar
con su presencia a las personas y con un poco de fe al autor y consumador de la
misma.
Y estaba asombrado de su incredulidad. Después Jesús fue
de aldea en aldea enseñando a la gente. Marcos 6:6
Al oírlo, Jesús quedó asombrado. Se dirigió a los
que lo seguían y dijo: «Les digo la verdad, ¡no he visto una fe como esta en
todo Israel! Mateo 8:10
Es la fe o la falta de ella lo único que hemos leído le
asombra a Él.
Ray & Lily
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