PARADIGMA

No hace falta ir tan lejos para notar un fenómeno que ocurre en nuestra metrópoli. Al viajar tan solo unos minutos en la ciudad de Guatemala, sobre todo en sus barrios populares, podremos darnos cuenta que nuestros hábitos dejan mucho que desear en cuanto al distanciamiento y uso correcto de los protocolos de bioseguridad.

 

Aglomeraciones alrededor de una venta de alimentos; encuentros deportivos sin el uso de mascarilla; establecimientos comerciales desbordados en su capacidad máxima de visitantes; transporte publico pirata sin distanciamiento; solo por mencionar algunos casos.

 

El escenario esta dispuesto para que la pandemia se extienda en dimensiones inimaginables. ¿Cuál es la razón por la cual no ha sucedido algo semejante? ¿Qué detiene la peste?

 

Por otra parte, vemos lo que sucede en la India que es la democracia política más grande del mundo: casi mil millones de ciudadanos, en su mayoría gente pobre, socialmente muy diversa y actualmente padeciendo una crisis de dimensiones escalofriantes. Mencionar las cifras me resulta amarillista. El mayor fabricante de vacunas del mundo ha colapsado su sistema hospitalario.

 

Pero el rey le respondió a Arauna: —Eso no puede ser. No voy a ofrecer al Señor mi Dios holocaustos que nada me cuesten. Te lo compraré todo por su precio justo. Fue así como David compró la parcela y los bueyes por cincuenta monedas de plata. Allí construyó un altar al Señor y ofreció holocaustos y sacrificios de comunión. Entonces el Señor tuvo piedad del país, y se detuvo la plaga que estaba afligiendo a Israel. 2 Samuel 24:24-25

 

Al reflexionar sobre las situaciones de dos países que son a la vez, tan diferentes y parecidos, surge primeramente una gratitud enorme porque en el nuestro se encuentre contenida esta enfermedad que, aunque nos ha dañado, no nos quita la esperanza y nos hace resistir de rodillas clamando a aquel que todo lo puede.

 

Probablemente nos falte gratitud, al no entender la gracia que nos mantiene, en buena medida, libres del azote de este mal. ¿Y que decir de la falta de misericordia? La indiferencia con que vemos lo que sucede en el país asiático, la indolencia de ver los millares de muertes diarias y la mirada morbosa que echamos a las fotografías y videos que se extienden viralmente, más rápido que el mismo virus.

 

Lágrimas motorizadas

La calzada de la paz es una de las rutas que uso a diario para movilizarme de nuestro hogar al trabajo y viceversa. El viaje me permite meditar y platicar con mi padre y Dios. Y este viernes, mientras me desplazo a 50 kilómetros por hora, el sabor salado de las lágrimas se cuela por las comisuras de mi boca. ¿Qué sentiría si uno de mis hijos fuera indiferente ante la enfermedad y muerte de uno de sus hermanos?

 

El solo pensarlo ocasiona un dolor inmenso en mí. Y llego a entender cómo se siente Dios mismo al ver la apatía que tenemos ante el dolor, que nos parece ajeno. ¿Acaso no compartimos el mismo planeta? ¿Acaso no estamos llamados a la misma esperanza? Me pregunto.

 

El Señor no tarda en cumplir su promesa, según entienden algunos la tardanza. Más bien, él tiene paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se arrepientan. 2 Pedro 3:9

 

¿Qué puedo hacer? ¿Cómo puedo ayudar? te preguntarás, y son los cuestionamientos que me he hecho. Todos los conceptos preconcebidos en mi cabeza, de lo que significa ser cristiano comienzan a derrumbarse. Realmente no sé si estoy viviendo según lo que Dios planeo para mi vida y si estoy operando en la medida de lo que se nos es posible cómo hijos de Dios.

 

Viene a mi mente la gama de dones y habilidades con que el Espíritu Santo nos capacita para hacer la obra para la cual fuimos diseñados “Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó, y los bendijo con estas palabras: «Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar y a las aves del cielo, y a todos los reptiles que se arrastran por el suelo” Génesis 1:27-28

 

Reviso lo que se lista en el capitulo 12 de la primera carta a los corintios y sé, con seguridad, que fui capacitado con al menos uno de esos dones. También soy instado para anhelar otros más. La impotencia de pensar ¿cómo actuar? comienza a inquietarme. Y me encuentro con el final de la lectura, donde Pablo dice “Ahora les voy a mostrar un camino más excelente.”

 

La incomparable disertación de Pablo sobre este camino más excelente en 1 Corintios 13, está insertada en medio de dos capítulos sobre los dones espirituales. Entonces lo veo claramente y escucho el suave susurro de su voz diciéndome -No te faltan dones, te falta amor.

 

Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. 1 Corintios 13:1-3

 

Si tan solo me detuviera a escuchar mis oraciones, si conscientemente escudriñara mi corazón y los deseos y motivaciones para hacer cada cosa que hago. Debo pararme frente al espejo de la palabra de Dios, para ser leído por su verdad y asegurarme de no estar enumerado en la lista que aparece en 2 Timoteo 3:1-5

 

Ahora bien, ten en cuenta que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. La gente estará llena de egoísmo y avaricia; serán jactanciosos, arrogantes, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, insensibles, implacables, calumniadores, libertinos, despiadados, enemigos de todo lo bueno, traicioneros, impetuosos, vanidosos y más amigos del placer que de Dios. Aparentarán ser piadosos, pero su conducta desmentirá el poder de la piedad. ¡Con esa gente ni te metas!

 

Mi apariencia de piedad puede ser mi ruina. Quiero comenzar con un acto sencillo de amor. Dedicar un espacio pequeño para orar, para interceder por aquellos que no tienen esperanza. Renunciar a mi egoísmo y aguzar el oído a las peticiones de mi padre.  Dejar a un lado mis necesidades, debilidades, dificultades y deseos, para clamar por aquellos que ahora se encuentran en angustia.

 

Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé. Ezequiel 22:30

 

Aspiro romper con los paradigmas que me hacen creer que no hay nada que pueda hacer, Dios me hizo a su imagen y semejanza. ¡Él me hizo un intercesor, un sacerdote!  quiero ser uno de muchos que hoy se paren en la brecha. Como matrimonio y familia apartaremos un espacio para acercar nuestras vidas al corazón del padre y esperar en Él.

 

Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. Hebreos 4:14-16

 

Ray & Lily

 

https://www.youtube.com/watch?v=L6PRH4y2zUo

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