Los efectos de la violencia en los niños afectaran el resto de su vida. Su salud y su bienestar y de sus familias presentes y futuras. También será extensivo a sus comunidades y finalmente naciones enteras. Muchas son las consecuencias personales para los infantes víctimas, directas o indirectas, ya que el solo hecho de estar expuestos en ambientes violentos puede causar: trastornos del desarrollo del cerebro y del sistema nervioso, estrategias negativas de respuesta y conductas de riesgo para la salud, pues tienen muchas más probabilidades de fumar, hacer un consumo nocivo de drogas y bebidas alcohólicas e incurrir en conductas sexuales de alto riesgo, así como de presentar tasas más altas de ansiedad, depresión, otros problemas de salud mental y suicidio. Embarazos no deseados, abortos provocados, problemas ginecológicos e infecciones de transmisión sexual y en el peor de los casos, homicidio.
La misericordia y
la verdad se encontraron; La justicia y la paz se besaron. Salmo 85:10
Ante esta panorámica, ¿Dónde queda Dios? ¿Dónde empata su misericordia y su justicia en estos casos?
Citando a Jorge Eduardo
Arellano de El Nuevo Diario, “Jesús tiene palabras muy fuertes para aquellos
que sacan a un niño o niña del estado original de gracia en que han nacido.
Quien lo maltrata física o psicológicamente, le hace salir de ese “paraíso”
inicial, y lo lanza al mundo del dolor, del sufrimiento. Esto es válido para
todo tipo de violencia. Y una de las mayores que se puede ejercer sobre un o
una menor, es precisamente el abuso sexual.”
Luego dijo Jesús a
sus discípulos: —Los tropiezos son inevitables, pero ¡ay de aquel que los
ocasiona! Más le valdría ser arrojado al mar con una piedra de molino atada al
cuello que servir de tropiezo a uno solo de estos pequeños. Lucas 17:1-2
Para excusar al
abusador se podría (y se ha hecho) sacar de contexto el siguiente verso 'Así
que, ¡cuídense! »Si tu hermano peca, repréndelo; y, si se arrepiente,
perdónalo. Aun si peca contra ti siete veces en un día, y siete veces regresa a
decirte “Me arrepiento”, perdónalo». Lucas 17:3-4
¿Cómo lidiar con todo
este asunto? Dada la gran desigualdad de poder entre el abusador y su víctima.
Jesús nos deja un camino en Mateo 18:15-17. Si tu hermano peca contra ti, ve
a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano.
Pero, si no, lleva contigo a uno o dos más, para que “todo asunto se resuelva
mediante el testimonio de dos o tres testigos”. Si se niega a hacerles caso a
ellos, díselo a la iglesia; y, si incluso a la iglesia no le hace caso, trátalo
como si fuera un incrédulo o un renegado.
En el caso de los
niños o niñas, no son ellos los obligados a buscar al abusador. Debe ser un
adulto responsable, quien tenga conocimiento, o las autoridades
correspondientes. Pero ¿Qué significa realmente “Si te hace caso”? En este
contexto implica conversión, que equivaldría a aceptar que ha cometido un
pecado, que es también un delito penal. Sumado a esto confesarlo ante la
comunidad y las autoridades, asumiendo las consecuencias y presentarse ante los
tribunales para recibir el castigo correspondiente.
»¡Levanta la voz
por los que no tienen voz! ¡Defiende los derechos de los desposeídos! ¡Levanta
la voz, y hazles justicia! ¡Defiende a los pobres y necesitados!» Proverbios 31:8-9
¿Y que de las víctimas
o dolientes en caso de homicidio? Desde el fondo de mi corazón hablo, sin
querer minimizar el dolor y las terribles secuelas que este tipo de abuso deja.
La verdad es que no son responsables de que le hayan causado tales heridas. De
lo que si son responsables es de buscar la sanidad de las misma, porque estas
pueden traer un daño colateral tan nefasto, como convertirse posteriormente de
abusado a abusador.
Los tratamientos
psicológicos y psiquiátricos, son buenas herramientas para salir de este
trauma. También hay diferentes de programas y procesos que traen sanidad del
alma y mente. Pero en todos ellos es menester que esté involucrado Jesús, pues
solamente Él puede traer la sanidad y perdón total para seguir adelante y tener
una vida abundante y fructífera, cómo Él lo promete.
Pero yo te
restauraré y sanaré tus heridas —afirma el Señor — porque te han llamado la
Desechada, la pobre Sión, la que a nadie le importa”. Jeremías 30:17
Confiar que en Dios hará
restauración y restitución, es una esperanza que nos mantendrá alentados para
seguir el proceso hasta el final. Para luego disfrutar de la reconstrucción
total y volvernos agentes de cambio y reciclando el dolor ser esos
facilitadores para que otros encuentren la sanidad.
Y, después de que
ustedes hayan sufrido un poco de tiempo, Dios mismo, el Dios de toda gracia que
los llamó a su gloria eterna en Cristo, los restaurará y los hará fuertes,
firmes y estables. A él sea el poder por los siglos de los siglos. Amén. 1 Pedro 5:10-11
Al final los inocentes
no callarán y darán gloria Dios, por su perdón y libertad, porque Jesús fue el
cordero que enmudeció, para que nosotros los sanados y restaurados, abramos la
boca y demos gloria a Dios.
Maltratado y humillado,
ni siquiera abrió su boca; como cordero, fue llevado al matadero; como oveja,
enmudeció ante su trasquilador; y ni siquiera abrió su boca. Después de
aprehenderlo y juzgarlo, le dieron muerte; nadie se preocupó de su
descendencia. Fue arrancado de la tierra de los vivientes, y golpeado por la
transgresión de mi pueblo. Se le asignó un sepulcro con los malvados, y murió
entre los malhechores, aunque nunca cometió violencia alguna, ni hubo engaño en
su boca. Pero el Señor quiso quebrantarlo y hacerlo sufrir, y, como él ofreció
su vida en expiación, verá su descendencia y prolongará sus días, y llevará a
cabo la voluntad del Señor. Después de su sufrimiento, verá la luz y quedará
satisfecho; por su conocimiento mi siervo justo justificará a muchos, y cargará
con las iniquidades de ellos. Por lo tanto, le daré un puesto entre los
grandes, y repartirá el botín con los fuertes, porque derramó su vida hasta la
muerte, y fue contado entre los transgresores. Cargó con el pecado de muchos, e
intercedió por los pecadores. Isaías
53:7-12
Vivimos en un mundo
caído y podemos ver que hay dos naturalezas en nosotros. Una pecaminosa que
tiende todo el tiempo al mal. Y otra tendencia original para hacer el bien, pues
fuimos creados por un ser que es el bien mismo. Pero tenemos la libertad de escoger,
lo que conocemos cómo libre albedrío. La
violencia podemos encontrarla desde la primera familia, dónde un hermano (Caín)
mata al otro (Abel).
Joyce Meyer, en su
libro “Hágalo con miedo”, escribe: “Quizá una persona comete un asesinato y
Dios le perdona si se arrepiente de verdad. Su familia e incluso la familia de
la persona que mató puede que le perdonen, pero aun así tendrá que ir a la
cárcel. Es importante que entendamos que nuestras acciones tienen
consecuencias.”
Hoy pongo al cielo
y a la tierra por testigos contra ti, de que te he dado a elegir entre la vida
y la muerte, entre la bendición y la maldición. Elige, pues, la vida, para que
vivan tú y tus descendientes. Deuteronomio
30:19
Las consecuencias de
dejar impune un crimen, son funestas y dejan la puerta abierta, para que la
sociedad se siga erosionando. Debemos ver por que la ley se cumpla y no ser
indiferentes al dolor de las víctimas, buscar su sanidad y restauración. De no
hacerlo, seremos cómplices de la extensión de la corrupción y la maldad en
nuestra tierra, que seguirá enfermando. Cómo decía mi madre “tanto peca el que
mata la vaca como el que le agarra la pata”.
Nuestra oración es para
que, en Guatemala, desde los más altos cargos de autoridad, hasta el más
pequeño puesto de servicio público, sea erradicada la corrupción y todo sistema
perverso que tuerza la justicia y el derecho. Pero principalmente para que se
abolida la indiferencia en nuestros corazones.
Ray & Lily
No hay comentarios:
Publicar un comentario