Mi cabeza está llena de pensamientos que dan vueltas, van y vienen, como una bandada de estorninos. Me es difícil mantenerme enfocado. Aún tengo la imagen de mi hija Paula con lágrimas en los ojos, yendo para el colegio y diciendo que me necesitaba. Fueron momentos muy duros. Después de un par de horas de vuelo llegó al aeropuerto de Hamburgo, Alemania. Me resta un viaje en tren para llegar hasta Bremen y lo primero que me viene a mente es el cuento de los hermanos Grimm “Los músicos de Bremen”. Esto se suma a la oleada de meditaciones en mi cabeza.
Un - ¿Qué ondas? Y una
voz conocida, me saca de mi absorto mundo metal. Su rostro me es conocido, muy
parecido al mío. Es mi hermano Javier. Viene acompañado de su amigo peruano. La
salida de la terminal aérea parece la entrada a un refrigerador gigante. Se me
congelan las ideas y me castañean los dientes.
Después de saludarnos, sacan de su ataché unas cervezas, las más frías que
he visto en mi vida. Nos sentamos en una baca y el sabor de la bebida, se
mezcla con mi saliva igualmente amarga, fue una de las últimas cervezas que
consumí. Un nuevo olor, y el mismo sabor en mis días.
Nunca abandones a
un amigo, sea tuyo o de tu padre. Cuando ocurra la calamidad, no tendrás que
pedirle ayuda a tu hermano. Mejor es recurrir a un vecino que a un hermano que
vive lejos. Proverbios 27:10
Hacía varios años que
no veía a mi hermano. Y antes de mi salida de Estambul, tuvimos algunas
conversaciones. Recuerdo con claridad un mensaje que me escribió:
No comprendo el verte así de mal. Para mi el Xuxa (refiriéndose a Juan
Carlos, mi otro hermano) es alguien sin el que no imagino mi vida. Pero vos.
Eras más que mi hermano. Eras todo lo que no fue mi padre. Me enseñaste tantas
cosas. No entiendo verte así.
Javier fue considerado
muchas veces el más egocéntrico, insensible, loco, etc. de nuestra familia.
Pero en ese momento no solo fue el hermano lejano, se volvió mi amigo cercano.
Tengo la bendición que mis hermanos, son mis amigos. Y es que las relaciones
más largas de la vida no son las de hijos, padres o esposos, son las de
hermanos. En ese momento difícil de mi vida, pude contar con todos y cada uno
de ellos.
Creo que es por eso
que Jesús decidió ser nuestro hermano mayor. Para volverse nuestro amigo y
tener la relación más larga con nosotros. Una que dura hasta la eternidad.
Pues Dios conoció a
los suyos de antemano y los eligió para que llegaran a ser como su Hijo, a fin
de que su Hijo fuera el hijo mayor entre muchos hermanos. Romanos 8:29
Todos mis sentidos
naturales y espirituales fueron estimulados en esa época. Lo amargo de la culpa y la vergüenza, lo frío
de la distancia y el clima. El olor a podredumbre en mi interior. La visión
nublada y confusa. El escuchar de muchas voces interna y externas. Pero fue en
ese tiempo donde se desarrolló en mi ese privilegio hermoso de escuchar su voz.
La voz de Dios. Acerca de esto muchas
veces me han preguntado ¿Cómo alcanzaste ese nivel para oírlo? Yo solo puedo contestar:
No es que yo escalé para llegar a ese punto. Es que él se bajó hasta mi nivel
para que lo pudiera escuchar.
Aunque era Dios, no
consideró que el ser igual a Dios fuera algo a lo cual aferrarse. En cambio,
renunció a sus privilegios divinos; adoptó la humilde posición de un esclavo y
nació como un ser humano. Cuando apareció en forma de hombre, Filipenses 2:6-7
Me salto acá gran
parte de la historia y llegó al punto en que volví a Guatemala. Había perdido
intencionalmente varios vuelos y el viaje de 20 días se convirtió en 6 meses.
Ya nadie creía que en realidad fuera a volver. Tan cierto es que cuando llegue
al aeropuerto La Aurora, nadie me esperaba. Me acompañó mi única maleta. Llena de
chocolates. Un poco irónico traer la cantidad que traía del producto de cacao,
desde el otro lado del mundo a un país considerado productor del mismo. La
cantidad era casi ilegal.
Mi sorpresa al llegar
fue que mis descendientes Sindy, Pame y Emanuel, yo no vivían en la casa que yo
conocía. Me tocó esperarlos en casa de mi hermana Iris. Mis sobrinos estaban
muy inquietos por descubrir lo que traía en la maleta. Me saludaron, abrazaron
y platicamos, pero su curiosidad estaba en que había dentro del equipaje. Todo
lo contrario, ocurrió cuando aparecieron mis hijos. Sabían que traía algunos
regalos y chocolates para ellos. Pero, no estaban interesados en la maleta,
estaban interesados en mí, en su padre y en conversar con él. Fue una lección
que aprendí para acercarme a Dios como mi padre.
Mi corazón te ha
oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, Señor
». Salmos 27:8
Salomón pidió bien,
pues clamó por sabiduría. Su padre David, pidió mejor, pues dijo.
'Lo único que le pido al Señor —lo
que más anhelo— es vivir en la casa del Señor todos los días de mi vida,
deleitándome en la perfección del Señor y meditando dentro de su templo. (Salmos 27:4) El tiene, sanidad, paz, seguridad
y provisión en su maleta, pero debemos acercarnos por quien él es, todo lo
demás será añadido.
Ray & Lily
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