LLUVE SOBRE MOJADO

Diciembre 2016, son las 8:00 pm y mis labores en el estudio de pilates han terminado. Debe ser un día martes o miércoles, pues solo en esos días mi trabajo se extendía hasta ese horario. Mi alumno Diego se despide y corre unos pasos para llegar a su vehículo, con dirección a casa. Con la pequeña carrera sortea la pertinaz lluvia, misma que me deja dubitativo sobre mi salida. Mi transporte es una bicicleta híbrida número 27. Cansado por una jornada de más de doce horas, me lo pienso bastante antes de embarcarme en la aventura. Tengo por delante 14 kilómetros que me separan de mi destino.

 

En ese año alquilé un pequeñísimo segundo piso y me mudé a la colonia El Limón, en la zona 18 de la ciudad de Guatemala. Dos objetivos daban vuelta a mi cabeza: Levantar un proyecto dónde Dios hiciera algo maravilloso con algunos jóvenes que nacieron en esa comarca y transformarla en un lugar diferente. Segundo (y más importante) arreglar la asa que habitaría con mi futura esposa el año siguiente cuando contraeríamos nupcias.

 

Ya ha la mitad del camino, me conduzco paralelo a las vías del tren, pues es un área menos transitada por autos y hace el camino más corto. El agua ya me está calando los huesos y se combina con el frío característico de la época. La lluvia se mezcla con el sudor de mi frente, llega hasta mis labios con un sabor salado. Creo que también hay lágrimas brotando de las comisuras de mis ojos.

 

Mi ahora esposa, con sus dos chicas, habitan en el piso que alquilé. Yo estoy en su casa y me desvelo algunas noches haciendo cambios, a una velocidad muy lenta. Los últimos dos meses no ha parado de llover, cómo lo podría haber pronosticado. Y la casa, deshabitada por tantas horas (salgo 4:30 am y vuelvo 9:20 pm) se ha llenado de humedad. La vieja terraza de concreto no resiste tanta lluvia y ha comenzado a filtrarse por todas las habitaciones. He movido los muebles. Los cubrí con plástico. Y ese día hay agua hasta sobre la cama. Todo está enmoheciéndose; zapatos, chaquetas, ropa, alimentos. Todo, absolutamente todo, hasta mi cuerpo y mente.

 

Él respondió: «Ustedes conocen el dicho: “Si el cielo está rojo por la noche, mañana habrá buen clima; si el cielo está rojo por la mañana, habrá mal clima todo el día”. Saben interpretar las señales del clima en los cielos, pero no saben interpretar las señales de los tiempos.  Mateo 16:2-3

 

Ya estábamos en diciembre y no era normal que siguiera lloviendo. Mi cabeza se llenaba de dudas acerca del futuro matrimonio. También sobre los jóvenes de la colonia. Ese mismo año matarían a uno de ellos mientras cobraba una extorción. La relación con mi amada no era de lo mejor. El trabajo en la obra y situaciones con nuestros hijos habían resultado en problemas, que nunca pudimos pronosticar, ni imaginar. Llovía sobre mojado. Estaba perdiendo el rumbo.

Tiempo de volver a casa

 

El libro de Lucas, en su capitulo 15, comienza narrando como un pastor va tras la oveja perdida, dejando las noventa y nueve. Conozco la historia muy bien. Yo fui esa oveja la cual Jesús fu a buscar. No me puedo jactar de haberlo ido yo a buscar. Fue su iniciativa, fue su voluntad, su propósito. Y es que es imposible para el hombre acercarse a Dios por si solo. No hay reglas, métodos, técnicas o dogmas que puedan conducirlos a Él. Sólo su misericordia y amor lo movió a buscarnos. Lo movió a buscarme.

 

Me dejé buscar por los que no preguntaban por Mí; Me dejé hallar por los que no Me buscaban. Dije: 'Aquí estoy, aquí estoy,' A una nación que no invocaba Mi nombre. Isaías 65:1

 

Este año 2,020 ha sido difícil para Guatemala; la pandemia de Covid-19, la tormenta Eta (que me suena a trompeta, no sé porque) y se avecina la tormenta tropical Iota, según un boletín del Insivumeh. ¿No será tiempo de reflexionar sobre que estamos haciendo? Hay muchas personas (ovejas perdidas) que aún no conocen al Señor y para aquellos que fuimos objeto de su misericordia está el llamado de irlos a buscar. Pero puede que siendo sus hijos hayamos perdido el norte. Entonces, volvamos en si y regresemos al padre. Ya cómo hijos Él no irá por nosotros. Somos nosotros los que debemos ir en pos de ´Él.

 

Entonces regresó a la casa de su padre, y cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio llegar. Lleno de amor y de compasión, corrió hacia su hijo, lo abrazó y lo besó. Su hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de que me llamen tu hijo.”. Lucas 15:20-21

 

Ray & Lily

 

https://www.youtube.com/watch?v=ytwXvyCqvjk

No hay comentarios: