Hoy recordaba un dialogo de la famosa obra de Lewis Carroll, titulada “Alicia en el país de las Maravillas”. La niña hace una cantidad de preguntas al personaje de amplia sonrisa y me inquieta una de ellas:
-¿Cómo sabes que yo estoy loca? -preguntó
Alicia.
Pero más me sorprende
la respuesta
-Tienes que estarlo
afirmó el Gato-, o no habrías venido aquí.
Muchas veces he propiciado
situaciones en la que me he encontrado diciéndome “Debo estar loco para haber
venido acá”. Pienso que esa pregunta se la ha hecho mi esposa en muchas
ocasiones, cuando se ha embarcado en la aventura de seguir el ritmo de las
inquietudes de nuestro corazón.
Nuestros hijos ha
recibido el efecto colateral de nuestras locuras, pero ellos suelen llamarles
“chocoaventuras” y debe de ser que se grabaron la escena dónde la liebre
destruye de un martillazo al reloj, mientras dice: -¡A los locos hay que tratarlos con
cariño!
Pero, mientras
caminaba, mis pensamientos fuero más lejos al traer a memoria una vieja canción
que dice en su coro “tu y yo estamos locos de amor, locos de amor”. Cada vez
que me pasa algo así, tengo el hábito de dedicarle esas canciones a Jesús y
esperar su reacción.
Entendí que, en efecto,
tenemos un Dios que está loco, desquiciado de amor por sus hijos. Tiene que
estarlo, o nunca habría venido a este mundo que Él creo. Dejar toda su gloria, honor y poder, por
amarnos y salvarnos.
Tengan la misma
actitud que tuvo Cristo Jesús. Aunque era Dios, no consideró que el ser igual a
Dios fuera algo a lo cual aferrarse. En cambio, renunció a sus privilegios
divinos; adoptó la humilde posición de un esclavo y nació como un ser humano.
Cuando apareció en forma de hombre, se humilló a sí mismo en obediencia a Dios
y murió en una cruz como morían los criminales. Filipenses 2:5-8
Cómo matrimonio nos ha
tocado despojarnos de muchas cosas. Enumerarlas parecería un acto de orgullo y
vamos a evitarlo. No podemos decir que fue difícil, a decir verdad, es
emocionante seguir los locos planes de nuestro Buen Padre. No así cuando sus
instrucciones nos han llevado a separarnos de personas que amamos. Sobre todo,
de algunos de nuestros hijos.
Me explico: El
mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden; en cambio, para los
que se salvan, es decir, para nosotros, este mensaje es el poder de Dios. Pues
está escrito: «Destruiré la sabiduría de los sabios; frustraré la inteligencia
de los inteligentes». Pues la locura de Dios es más sabia que la sabiduría
humana, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fuerza humana. 1 Corintios 1:18-19,25
Una noche de invierno,
sentado frente a la fuente del Obelisco, cerca de la media noche, cantando:
Y estoy aquí, tan
enamorado de ti
Que la noche dura un
poco más
El grito de una ciudad
Que muestra la cara a
la humedad
Y te haré compañía
Más allá de la vida
Yo te juro que arriba
te amaré más
Era mi primer amor, el
inicio de mi relación con Dios y no conocía otras canciones, pero éstas servían
para expresar la locura y el amor que sentimos el uno por el otro. Sin
religión, sin legalismo, sin ley. Amor puro e ingenuo. Loco amor.
Yo estoy loco por
seguir a Jesús y su loco evangelio. Es una bendición que Dios añadió más locura
a mi vida, Mi esposa, en serio, debe de estar demente para haberse casado
conmigo.
Es mejor ser dos
que uno, porque ambos pueden ayudarse mutuamente a lograr el éxito. Si uno cae,
el otro puede darle la mano y ayudarle; pero el que cae y está solo, ese sí que
está en problemas. Del mismo modo, si dos personas se recuestan juntas, pueden
brindarse calor mutuamente; pero ¿cómo hace uno solo para entrar en calor?
Alguien que está solo puede ser atacado y vencido, pero si son dos, se ponen de
espalda con espalda y vencen; mejor todavía si son tres, porque una cuerda triple
no se corta fácilmente. Eclesiastés
4:9-12
Ray & Lily
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