En la mayoría de las pedidas de mano que pude presenciar y de aquellas que tuve fiel testimonio, la respuesta ha sido positiva. Me alegro tanto y doy gracias a Dios que ese sea el resultado del riesgoso intento que hice, en público, una noche de mayo. No estaban presentes todas aquellas personas importantes para nosotros, aún así, vi llorar a mi hijo Emanuel. Por fin, después de tanto fallar, pude modelarle una forma honrosa de hacer las cosas. Mi ahora esposa, según sus palabras, estaba emocionada, asustada, agradecida y junto a sus dos princesas Saris y Abie, muy felices se abrazaban y lloraron de emoción.
Por otra parte, una noche, con el ambiente
más propicio que puedas imaginar, música perfecta y velas alumbrando todo el
entorno, en aquel restaurante de comida exquisita y con un servicio excelente,
otra cosa pasó. Vi salir corriendo a una chica muy enfadada y tras ella el
pretendiente con un anillo en la mano. No pudo retenerla, no pudo convencerla,
no pudo hacerla volver y con una enorme tristeza y vergüenza regreso a pagar la
cuenta. No dijo nada, el resto del equipo enmudeció. Fue cómo si las velas se
apagarán, la música dejo de escucharse y luego, echándole una mirada al anillo,
lo guardó en su caja y lo escondió en el bolsillo de su saco.
*¡Mira! Yo estoy a la puerta y llamo.
Si oyes mi voz y abres la puerta, yo entraré y cenaremos juntos como amigos.* Apocalipsis 3:20
No puedo imaginar, ni contar cuantas veces
rechacé la propuesta de Jesús. Cuantas veces tuvo que guardarse el anillo en el
saco. Cuantas veces salí corriendo y diciendo, “Prefiero mi vida sin ti”. No
puedo entender cuanta paciencia y cuanta misericordia para esperar el día en
que dije que sí. No puedo entender como pude rechazar su propuesta tantas
veces.
Y es que son ideas tontas las que nos separan
de la bendición más grande. Recuerdo el día que mi madre le dijo que sí a Jesús.
Tuve el privilegio de estar allí y explicarle durante varias semanas los
beneficios y responsabilidades de recibir y seguir a Jesús. Después de
evaluarlos y estar convencida de que era la respuesta que había buscado toda su
vida, ella respondió que no. Yo no lo podía creer y mientras recogía los platos
de la cena, le pregunté al Señor (pues el me había dado la indicación mientras
iba de camino a su casa de que hoy era el día) ¿Pero tu dijiste que hoy era el
día? A lo que Él respondió – Sí, hoy es el día.
Retomé la conversación en indagué cual era la razón para rechazar la
mejor propuesta de su vida. A lo que mi madre respondió; - No quiero que me
digan hermanita.
Solucionamos el asunto y prometí nunca
llamarla de esa forma y ella aceptó. ¡Que glorioso día! El Señor llegó a pedir
su mano y casi podía escuchar la canción de Juan Luis Guerra y sus cuatro
cuarenta mientras abrazaba a mi madre, ahora comprometida con su novio Jesús.
*“Recuerden lo que dice: «Cuando oigan
hoy su voz, no endurezcan el corazón como lo hicieron los israelitas cuando se
rebelaron» .”* Hebreos 3:15
*LA NOVIA PREPARADA*
Pero de la pedida de mano a la boda hay un
camino que recorrer. Una preparación para ese día especial. Algunas chicas
hacen dieta y ejercicio para estar lo mejor posible ese día. Y por supuesto el
vestido. Es muy importante la manera en que la novia debe vestir. Sin mancha,
sin arruga, irreprensible.
Pero esa es otra historia. Hoy damos gracias al Señor por la gran
alegría, alabanza y celebración que significó nuestra pedida de mano y por la
esperanza de nuestra boda con el Novio Perfecto Jesús y oramos para que ese sea
el sueño y anhelo del corazón de la iglesia. Además de que todas las personas
importantes en nuestras vidas y la tuya, estén presentes ese día.
Ray & Lily
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