Temprano a la mañana,
después del respectivo baño diario, me encuentro de frente al espejo con un par
de tijeras en la mano. La consigna era que debía cortarme el cabello para
conservar mi trabajo. Durante años usar el cabello largo ha sido una de las
particularidades de mi personalidad, aunque nunca me he aferrado a ese tipo de
detalles físicos, siempre es tenso el momento en que debo tomar la decisión de
hacerlo. Son varias las ocasiones en que he pasado de una tremenda cabellera a
una relumbrante cabeza que refleja la luz. En aquella mañana, armado de las tijeras
de mi amiga Silvita, procedí a cortar los rizos que pendían de mi cabeza, poco
a poco fui adquiriendo un nuevo look, mientras me impresionaba de la nueva
habilidad adquirida.
Ya de camino al
trabajo le agradezco a Dios él haberme dotado de la habilidad de cortarme el
cabello, a lo que Él contestó: - No te di habilidad para cortar el cabello, te di
valor para que no te avergüences.
La respuesta me hizo
estallar en risa y pasé muchos días en los que, el solo hecho de recordarlo, me
hacía reír sin motivo aparente.
Jesús lloró
Uno de los versículos
más emblemáticos de todas las escrituras se encuentra en el libro de Juan (11:35)
cuando Jesús llega, intencionalmente, cuatro días tarde a visitar a su amigo Lázaro,
quien ya había fallecido. Hay muchas especulaciones acerca de los motivos por
los cuales Jesús lloró. Pero si algo queda claro en los evangelios es la
humanidad de Jesús, de cómo tuvo hambre, sueño, tristeza, enojo, etc. Y aunque
no hay registro de la risa de Jesús, está implícito que tuvo amigos con quienes
le gustaba pasar tiempo e imagino, compartieron muchas risas. El principio
general sería éste: una cosa es que los evangelios no hablen de la risa de
Jesús y otra cosa es que Jesús no haya reído.
K. J. Kuschel, escribe
en su libro “Sobre el poder destructivo y liberador de la risa” que en algunos
centros de psicoterapia se utiliza el método de la risoterapia y científicamente,
se ha comprobado que la risa franca, la carcajada, aporta múltiples beneficios:
rejuvenece, elimina el estrés, tensiones, ansiedad, depresión, colesterol,
adelgaza, dolores, insomnio, problemas cardiovasculares, respiratorios, cualquier
enfermedad. Nos aporta aceptación, comprensión, alegría, relajación, abre
nuestros sentidos, ayuda a transformar nuestras pautas mentales, entre otros
beneficios.
Salomón lo deja claro
al expresarlo de esta manera:
“Todo tiene su
momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo: un tiempo
para nacer, y un tiempo para morir; un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar;
un tiempo para matar, y un tiempo para sanar; un tiempo para destruir, y un
tiempo para construir; un tiempo para llorar, y un tiempo para reír; un tiempo
para estar de luto, y un tiempo para saltar de gusto;” Eclesiastés
3:1-4
Es probable que estés
pasando por un luto, desempleo o este tiempo de confinamiento te ha privado de
cosas placenteras o de la libre locomoción. Puede que tengas muchos motivos
para llorar y estar triste. Nuestro deseo es que encuentres momentos de amistad
e intimidad con El Señor; que está dispuesto a escucharte, consolarte y reírse contigo.
“Regocijaos en el
Señor siempre. Otra vez digo: !!Regocijaos!” Filipenses 4:4
Ray & Lily
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