'¿Qué Dios hay como tú, que perdone la maldad y pase por alto el delito del remanente de su heredad? No estarás airado para siempre, porque tu mayor placer es amar.' Miqueas 7:18 NVI
Recuerdo a los dos acurrucados en el asiento de un autobús que
nos conducía desde Amatitlán hacía la ciudad de Guatemala, el viaje era
aderezado por los griteríos de vendedores que ofrecían todo tipo de productos
alimenticios, medicinales y souvenirs, todo con la banda sonora de una estación
de música ranchera y su programa “Cantina mix”. Eran tiempos de muchos cambios
en mi vida, y ella se notaba preocupada porque no me fuera a volcar de una manera
fanática a algo que desconocía y que, desde su perspectiva, fuera nocivo para
mi persona.
Era natural en ella, pues como hermana mayor había jugado
ese papel de madre sustituta con todos sus diez hermanos, todos menores para
ella, por lo que la carga que no pidió se había vuelto parte de su ser. Yo
contaba ya con 37 años y estaba saliendo del colapso emocional, relacional que
me había llevado al punto más bajo de mi autoestima. Ella lo expresó de esta
manera: “Pero no te vayas a volver fanático”, y por mi mente pasaron todas
aquellas cosas de las que me había declarado fan, entre ellas el futbol club Barcelona
y la cerveza gallo, solo por mencionar algunas.
'Me hizo bien haber sido afligido, porque así pude
aprender tus estatutos. Para mí es más valiosa tu Ley que miles de piezas de
oro y plata.' Salmo 119:71-72 NVI
Verito, cómo nos gusta llamarla, tenía una preocupación válida,
pues el fanatismo religioso es tan nocivo como la incredulidad, o tal vez más.
Al haber fracasado en todos los ámbitos podría tratar de llenar los vacíos
existenciales con pura religión, entendiéndola cómo un cúmulo de ritos y
costumbres que al practicarlos me hacen mejor, lo que tiene un sentido de
hacerte superior a los demás. Eso sería letal, pues pasaría a ser mi propio fan
y terminar ensimismado en una auto idolatría.
'Ahora bien, ten en cuenta que en los últimos días
vendrán tiempos difíciles. La gente estará llena de egoísmo y avaricia; serán
jactanciosos, arrogantes, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos,
impíos, insensibles, implacables, calumniadores, libertinos, despiadados,
enemigos de todo lo bueno, traicioneros, impetuosos, vanidosos y más amigos del
placer que de Dios. Aparentarán ser devotos, pero su conducta desmentirá el
poder de la devoción. ¡Con esa gente ni te metas!' 2 Timoteo 3:1-5 NVI
Y es que todos adoramos algo, la pregunta es a quién o a qué
estamos adorando. Porque estamos diseñados para hacerlo y cuando Dios nos pide
hacerlo con él, podría despertar sospechas sobre sus motivaciones, pues
parecería que es un ególatra, jactancioso, amador de sí mismo. Desde esa
perspectiva no sería tan diferente que la lista de dictadores más famosos de la
historia, emperadores o faraones que eran considerados dioses. Todos sedientos
de poder y gloria.
‘» No acepto que la gente me dé gloria. A ustedes los
conozco y sé que no aman realmente a Dios. Yo he venido en nombre de mi Padre y
ustedes no me aceptan; pero si otro viniera en su propio nombre, a ese sí lo
aceptarían. ¿Cómo va a ser posible que ustedes crean, si reciben gloria unos de
otros, pero no buscan la gloria que viene del Dios único?' Juan 5:41-44 NVI
La adoración es un círculo virtuoso, cómo la relación de
pareja que se describe en el capitulo cinco de la carta a los Efesios, y no es
de extrañar que en el mismo pasaje se hace la analogía entre el matrimonio y la
unión de Cristo con su iglesia. En la carta a los colosenses Pablo lo repite
nuevamente, que la mujer se nutre de amor y el hombre de respeto, al brindar
cada uno la parte correspondiente se activa un ciclo que hace fluir el amor. Lo
mismo sucede con la adoración a Dios, le rendimos gloria, honor y poder a él, quien
a su vez hace lo mismo con nosotros.
'Ustedes las esposas, respeten a sus esposos, como
conviene en el Señor. Ustedes los esposos, amen a sus esposas, y no las traten
con dureza.' Colosenses 3:18-19 RVC
Apocalipsis muestra una escena donde veinticuatro ancianos
adoran (24/7) rindiendo sus coronas a Jesús, ellos también tienen tronos y es
una adoración perpetua donde les son puestas sus coronas y ellos las rinden
nuevamente. La misma continua a lo largo del capítulo cinco, escenas que evocan
la total libertad, sin coacciones que se vive en aquel ambiente, las
motivaciones ya no son solapadas ni interesadas.
'los veinticuatro ancianos se postraban delante de él y
lo adoraban, y mientras ponían sus coronas delante del trono del que vive por
los siglos de los siglos, decían: «Digno eres, Señor, de recibir la gloria, la
honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen
y fueron creadas.' Apocalipsis 4:10-11 RVC
Nos convertimos en aquello que adoramos, cuando entramos en
ese círculo virtuoso de adoración a Dios, poco a poco nos hacemos más parecidos
a él, siendo transformados en su semejanza. Dicho de otra forma, al adorar
ponemos a Cristo en un pedestal, luego el extiende su mano para subirnos junto
a él, ya que compartimos su misma naturaleza él no se avergüenza de llamarnos
hermanos (hebreos 2:11).
'Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean
uno, así como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí. Permite que alcancen
la perfección en la unidad, y así el mundo reconozca que tú me enviaste y que
los has amado a ellos tal como me has amado a mí.' Juan 17:22-23 NVI
Dios ha sido muy transparente en sus intenciones desde el
principio, al compartir su imagen y semejanza con nosotros, fue el pecado quien
nos separó de él y es por ello por lo que Jesús, el hijo de Dios, se hizo
hombre para mostrar el camino de regreso al padre. La adoración es el vehículo
que nos conduce a su presencia y en la misma nos hacemos cada vez más parecidos
a él.
'Ahora bien, el Señor es el Espíritu, y donde está el
Espíritu del Señor, allí hay libertad. Así, todos nosotros, que con el rostro
descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos
transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que
es el Espíritu.' 2 Corintios 3:17-18 NVI
ORACIÓN:
Señor, recuerdo una noche que te adoraba cantando una
canción que decía “No hay nadie como tu…” fui sorprendido cuando cómo en un
reflejo tu me cantabas la misma canción a mí. Nunca has sido un gigante opresor
que nos aplasta con un dedo, más bien has sido un amante padre que nos invita a
vivir por la eternidad junto a ti. Te alabamos, te adoramos y bendecimos tu
santo nombre. Amén.
Ray & Lily
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