'Vino, pues, Josué sobre ellos de repente, habiendo marchado toda la noche desde Gilgal. Y el Señor los desconcertó delante de Israel, y los hirió con gran matanza en Gabaón, y los persiguió por el camino de la subida de Bet-horón, y los hirió hasta Azeca y Maceda. ' Josué 10:9-10 LBLA
Eran días de
candidez espiritual, mucha ingenuidad y desconocimiento del carácter de Dios.
También una gran sequía económica y relacional. No entendía como funcionaban
todos los principios del Reino Celestial y, me aventuraba a prueba y error en
muchas ocasiones, tratando de solventar las situaciones que se acontecían. Fantaseaba
con la aparición repentina de mi recién estrenado y milagroso Señor. De oídas
conocía historias dónde su gracia se manifestaba de forma súbita, motivada por
los intrépidos actos de fe de muchos creyentes. Soñaba y necesitaba, a mi parecer,
ser parte de estas experiencias.
Llevaba conmigo
la tarjeta de débito e hice el ejercicio de introducir el plástico en el cajero
automático para constatar lo que ya sabía: “sin fondos en la cuenta bancaria”.
Eso no me detuvo y procedí a cruzarme la calle e ingresar a la gran tienda,
donde podía adquirir las cosas que necesitaba para resolver cómo darles de
comer a mis hijos el fin de semana que estarían conmigo. Fui austero en mi
elección de los artículos, estrictamente necesarios y suficientes, no puse en
la cesta (no me atreví a usar un carrito de supermercado) nada suntuario, todos
eran artículos de primera necesidad.
Con nerviosismo
verifiqué los suplementos que llevaba y me dispuse hacer la fila para pasar a
la caja. Tragué saliva cuando ya solo faltaban dos personas delante de mí y
unos minutos más tarde era mi turno. Fue confuso, no lo comprendí, mi fe había
estado firme hasta ese momento. No pasó nada, soló observé a la cajera y dejé
mi escueta despensa sobre el mostrador. Fui audaz hasta ese punto y probé que confiaba
en Dios hasta ese minuto. No pasó nada extraordinario, salí con una mezcla de
vergüenza y desconsuelo. No vi la mano de Dios en esa ocasión. ¿Por qué?
'Recuerda que
durante cuarenta años el Señor tu Dios te llevó por todo el camino del
desierto, para humillarte y ponerte a prueba. Así llegaría a conocer lo que
había en tu corazón y vería si cumplirías o no sus mandamientos.' Deuteronomio
8:2 NVI
Fue en aquellos
tiempos que escudriñé acerca de la gracias y la fe, quería saber cómo funcionaban,
quería que mi fe se acrecentara para experimentar la sobreabundante gracia de
Dios. Poco a poco fui aprendiendo como crece la fe. Esta es la mejor manera que encontré para
expresarlo: “La gracias es la mano de Dios extendida dando, la fe es nuestra
mano extendida recibiendo; Dios da por gracia y nosotros recibimos por fe”. ¿Pero
que pasa cuando deseamos que nuestra fe crezca? Dios esconde su mano y solo nos
queda su palabra para sustentarnos. Es decir que, cuando caminamos y seguimos
confiando a pesar de no ver respuestas, así es cuando se fortalece nuestra
confianza en él. Dejamos de seguirlo solo por los beneficios que podríamos
recibir y comenzamos a ir en pos de quien Él es.
Caminar por el
desierto hizo que se develara lo que había dentro de mi corazón. Muchas cosas
desagradables y nocivas; estructuras mentales formadas erróneamente por circunstancias,
heridas y cultura. Llegar al fondo de mi habitación secreta tomó tiempo, hasta
encontrar el buen tesoro que Dios mismo había puesto en mí. De repente tenía
claridad sobre un asunto. Súbitamente fui experimentando milagros, pero no sin
haber caminado consistentemente tras Él.
'El que no
provee para los suyos, y sobre todo para los de su propia casa, ha negado la fe
y es peor que un incrédulo.' 1 Timoteo 5:8 NVI
Después de
aquella fallida experiencia en el supermercado, mi Dios, como un padre que
educa a su hijo con paciencia y amor, me enseñó a poner en una lista lo estrictamente
necesario y buscar los precios más adecuados, logrando hacer las compras con el
mínimo de recursos. Les cocinaba a mis hijos las pastas que tanto les gustaban
(o eso me hacían sentir), acompañadas de ensalada y de postre manzanas. Desayunábamos
con Incaparina (mezcla de harina de maíz y harina de soja fortificada con
vitaminas y minerales utilizado como complemento alimenticio) pan y bananos.
Lo he visto aparecer
de repente en mi vida. Cuando no tenía ninguna idea para un mensaje. Cuando salimos
de viaje sin saber a dónde exactamente. Cambiándonos de rumbo para llevarnos a
conocer a una persona especial. Con un regalo especial e inesperado. También
cuando un corazón cambia y deja la incredulidad o la negación. Cuando una
tristeza muta en alegría. Cuando un proceso lleva a feliz término el cambio de
conducta. Todo ello ocurre después de haber caminado consistentemente con Él.
'Cuando llegó
el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, vino
del cielo un ruido como el de una violenta ráfaga de viento y llenó toda la
casa donde estaban reunidos. Aparecieron entonces unas lenguas como de fuego
que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos
del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en diferentes lenguas, según el
Espíritu les concedía expresarse.' Hechos 2:1-4 NVI
Es verdad que
Dios aparece de súbito, pero esto no sucede sin que hayamos caminado
consistentemente con Él. El famoso “de repente” en el día de pentecostés que se
narra en el libro de los Hechos, no sucedió sin que hubiera ese tiempo de
espera donde no vemos su mano moverse en nuestro favor. Ya habían pasado 10
días desde el momento en que Jesús ascendió al cielo y desde que les ordenó
esperar la venida del Espíritu Santo. Tuvieron que ser firmes en esperar esa
promesa que salió de la boca de Dios.
'Pero que pida
con fe, sin dudar, porque quien duda es como las olas del mar, agitadas y
llevadas de un lado a otro por el viento. Quien es así no piense que va a
recibir cosa alguna del Señor; es indeciso e inconstante en todo lo que hace.' Santiago
1:6-8 NVI
Nuestra fe es
probada o acrecentada en esa espera dónde no escuchamos ni vemos respuestas.
Puedo imaginar a María esos nueve meses, experimentando los cambios en su
cuerpo, mientras Jesús era formado en su vientre; esperar treinta años para
verlo cumplir su propósito; esperar tres días para la resurrección y también
esperar diez días para la promesa del Espíritu Santo. Ella fue consistente en
esos tiempos.
Nuestra fe puede
ser pequeña, pero puesta en el lugar correcto llegará a dar mucho fruto. Jesús
la comparaba con una semilla, y vaya que hay diferentes tipos de semillas,
algunas germinan pronto, otras toman mucho más tiempo para dar su fruto.
Nuestra fe puede crecer como la del apóstol Pedro, a quien Jesús llamó hombre
de poca fe (Mateo 14:31) y que luego en un solo discurso suyo se convirtieron
tres mil personas (Hechos 2:36) o personas sanaban cuando su sombra caía sobre ellos
(Hechos 5:15).
El Salvador
del mundo
Hace seis años tuve
el privilegio de firmar, frente a multitud de testigos, el acta de matrimonio
con mi amada Ileana. Nuestras celebraciones de aniversario han sido bastante atípicas.
No planeamos tanto y dejamos que Dios nos dirija a dónde ir. El ejercicio puede
llegar a crear tensión incluso, y cierta incomodidad, pero invariablemente trae
resultados increíbles. Ayer no fue la excepción, después de abortar el intento
de viajar al Lago de Atitlán un día antes, nos levantamos de madrugada y oramos
pidiendo dirección.
'Así que David
volvió a consultar a Dios y este respondió: —No los ataques de frente, sino
rodéalos hasta llegar a los árboles de bálsamo y entonces atácalos por la
retaguardia.' 1 Crónicas 14:14 NVI
Después de deambular
un poco por la ciudad de Guatemala, tomamos camino con dirección a oriente (mi
esposa imaginó que iríamos a Quezada Jutiapa donde viven algunos de sus
familiares), tomamos la llamada Carretera a El Salvador y terminamos justamente
en ese país hermano. Disfrutamos el paseo y conocimos algunos lugares, pero
sobre todo de la compañía de nuestro buen padre y Dios.
Visitamos a un
amigo que Jesús rescató de las calles en Guatemala, víctima de una adicción al
alcohol y que ahora está de vuelta en su tierra natal restaurando su vida. Coincidentemente
su nombre es Salvador. Mientras escribo
estas líneas recuerdo que fue trabajando en ese ministerio que rescataba
personas de la calle, donde nos conocimos con mi ahora esposa, y fue él (José
Salvador), aún bajo los efectos del alcohol, el primero en llamarnos matrimonio,
cómo profetizándolo.
ORACIÓN:
Padre, cuan bueno
eres, tu misericordia es para siempre y tu favor por generaciones. Gracias por
esconder tu mano algunas veces, eso hizo crecer nuestra fe. Los desiertos en
nuestra vida nos enseñaron a amarte a ti. Hoy contamos con el privilegio de tu
dirección y saber que no solo de pan vivimos sino de toda palabra que sale de
tu boca. Tu compañía es el mejor regalo que podemos pedir, habitar a tu lado es
la fuente que acrecienta nuestra fe. permítenos vivir consistentemente, cada
día de nuestras vidas, pegados a ti. Amén.
Ray & Lily
https://www.youtube.com/watch?v=3ChSymYfUbc
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