'Guarda silencio ante el Señor, y espera en él con paciencia; no te irrites ante el éxito de otros, de los que maquinan planes malvados. ' Salmo 37:7
Estoy en medio de
una clase y lo percibo a mis espaldas; el orquestado canto de las aves, unos
tan cerca que parecen hacerlo sobre mí, otros distantes cómo haciendo un coro
al fondo. El sol brilla y su reflejo
acentúa los verdes del jardín, una suave brisa sopla y hace trepidar mis
cabellos. La piel se me eriza y dejo de prestar atención a mi alumna. Es casi
hipnótico, doy unos pasos laterales y estiro el cuello, Sí, alcanzo a ver la minúscula
avecilla que es parte del consorte que con jolgorio canta.
Disipo mis grises
pensamientos y capto el mensaje. Logró captar mi atención, hace días que lo
intenta y hasta hoy me percato. La tendencia a introducirme en la espiral
descendente de mis cavilaciones me ha robado el remanso de su apacible compañía.
El ruido interno de mi alma preocupada me ha ensimismado el espíritu y a robado
la quietud de su permanente presencia.
Cuanto bien me
hace el volver a la senda antigua del encuentro con mi creador, el camino
colorido que me condujo a conocerle e iniciar nuestro romance. El dulce eco de
su voz se hace escuchar en lo profundo de mi ser y disipa la avalancha de
tareas pendientes, situaciones que no puedo resolver, relaciones que no puedo
reparar y problemas que se agazapan cual fieras, listos para devorar.
Debo inventariar
ca circunstancia y defecto, enlistarlos y quitarles el poder que ejercen para
desenfocarme de lo que realmente importa. Es preciso encauzar mi visión en el
punto inamovible de su amor y su interés por mí. Recordar la promesa que hizo
de estar siempre conmigo y volver a experimentar la paz indescriptible de
descansar en su perfecta voluntad.
'El Señor le
ordenó: —Sal y preséntate ante mí en la montaña, porque estoy a punto de pasar
por allí. Como heraldo del Señor vino un viento recio, tan violento que partió
las montañas e hizo añicos las rocas; pero el Señor no estaba en el viento.
Después del viento hubo un terremoto, pero el Señor tampoco estaba en el
terremoto. Tras el terremoto vino un fuego, pero el Señor tampoco estaba en el
fuego. Y después del fuego vino un suave murmullo. Cuando Elías lo oyó, se
cubrió el rostro con el manto y, saliendo, se puso a la entrada de la cueva.
Entonces oyó una voz que le dijo: —¿Qué haces aquí, Elías? ' 1 Reyes 19:11-13
Elías se escondió
en una cueva, yo suelo refugiarme en el trabajo y ministerio. Busco la quietud
en un paisaje, en la naturaleza o un sitio inhabitado, pero aún ahí, donde el
recalcitrante sonido de la sociedad moderna no puede llegar, aún ahí el ruido
interno es tenaz y se hace espacio para desviar mi mirada del autor y constructor
de la vida. No son las circunstancias externas las que determinan mi estado de
ánimo, es la indeleble conexión con el Dios que está sobre toda situación.
'Se desató
entonces una fuerte tormenta, y las olas azotaban la barca, tanto que ya
comenzaba a inundarse. Jesús, mientras tanto, estaba en la popa, durmiendo
sobre un cabezal, así que los discípulos lo despertaron. —¡Maestro! —gritaron—,
¿no te importa que nos ahoguemos? ' Marcos 4:37-38
Jesús es el mejor
modelo que encuentro para ilustrar esa quietud necesaria para atravesar estos
episodios. La templanza con la que enfrentó la adversidad poniendo su mirada y
confianza en el amor de su padre. Dormir en una tormenta, perdonar a sus
verdugos por la ignorancia con la cual actuaron, son solo un pequeño ejemplo de
cómo acallar el ruido interno que lucha por implantar nuestra manera de pensar.
Muy de
madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó, salió de la casa y
se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar. Marcos 1:35 NVI
Su éxito para
enmudecer la fiera que lucha por imponer su doctrina de justicia propia se debía
a la su vida de oración. Me gusta pensar en cómo serían esas conversaciones, si
es que las había siempre. Al pensar en lo profundo que suele ser mi sueño en
las horas de descanso me puedo llegar a sentir frustrado de no poder estar
despierto “Muy de madrugada” para tener el goce de escuchar a mi padre en ese
horario. Pienso que hay un secreto para abordar esas instancias e interactuar
de manera más eficiente y deleitosa con el creador de universo.
BARULLO
INTERIOR
Son los días
previos a la Semana Santa que este año cae en abril. Los últimos días he tenido
que hacer un esfuerzo extra para cumplir con mis tareas; forzando la maquinaria
física y mental de mi ser. Asuntos familiares que me incomodan deben ser
atendidos. A decir verdad, no sé cómo enfrentarlos. Llega el sábado por la noche
y hay un vapor emocional, que cual caldera a punto de estallar ejerce tal presión
que siento los ojos saltones.
Ya tengo el discurso que daré a la familia
reunida en la mesa. Les diré: -Hoy solo necesito que me escuchen y no digan
nada, solo mediten, piensen en todo lo que escucharán de mis labios. – Cómo si
yo fuera la personificación de la sabiduría. Que arrogantes pensamientos inundan
mi cabeza en ocasiones. Afortunadamente hice una pausa para ducharme antes de
emprender la tarea para la que estaba determinado.
'Mis queridos
hermanos, tengan presente esto: Todos deben estar listos para escuchar, y ser
lentos para hablar y para enojarse; pues la ira humana no produce la vida justa
que Dios quiere. Por esto, despójense de toda inmundicia y de la maldad que
tanto abunda, para que puedan recibir con humildad la palabra sembrada en
ustedes, la cual tiene poder para salvarles la vida. ' Santiago 1:19-21
Fue un baño de
humildad. Cuando dispuse mi corazón a su consejo y pregunté ¿Te parece bien que
lo haga así? O ¿Tienes otra idea? La
respuesta, cómo suele pasar, se me estrelló en la cara, dijo El Señor: ¿Y si
los escuchas?
Todo dio vueltas
dentro, o cómo dice una vieja canción “todo se derrumbó dentro de mí”. Claramente
pude ver que estaba actuando contrario al consejo en su palabra. El versículo de
la carta de Santiago me lo sé casi de memoria, pero lo aplico al revés. Primero
me enojo, luego hablo y finalmente ya no me queda espacio para escuchar pues he
amedrentado a mis interlocutores.
La introspección
no sé hizo esperar y con humildad tuve que responderme estas preguntas: ¿Por qué
te enfadas Raymundo? ¿Porque creías que te saldrías con la tuya? ¿Porque estás
acostumbrado a tener siempre razón? ¿Porque el acuerdo te obliga a cambiar de
planes?
Recibí el consejo
y tuve el hermoso privilegio de escuchar a cinco maravillosas personas abrir su
corazón; sentados de frente en los sillones de nuestra habitación. Uno a uno
desfiló con humildad, contestaron algunas incógnitas que sirvieron de
introducción a la plática. Mis sentimientos y emociones cambiaron. Pasé del
enojo a la paz y de prejuzgar a la ternura. Si tan solo lo hiciera más a
menudo, si acaso lograra hacerlo todo el tiempo. Entendí que esa es la clave de
carácter de Jesús: Lento para la ira, grande en misericordia, atento para
escuchar la voz de aquellos que se acercan con corazones sinceros y dispuestos
a seguir su consejo.
'No se
contenten solo con escuchar la palabra, pues así se engañan ustedes mismos.
Llévenla a la práctica. El que escucha la palabra, pero no la pone en práctica
es como el que se mira el rostro en un espejo y, después de mirarse, se va y se
olvida en seguida de cómo es. Pero quien se fija atentamente en la ley perfecta
que da libertad, y persevera en ella, no olvidando lo que ha oído, sino
haciéndolo, recibirá bendición al practicarla. 'Santiago 1:22-25
Al terminar corrí
a buscar el pasaje de Santiago y continué leyendo un poco más. Que verdad tan
contundente me encontré. Practicar la palabra trajo una gran bendición y los
sentimientos correctos. Aún hay mucho que solucionar en nuestra familia. Solo
he dado el primer paso, pero al menos estoy en la perspectiva correcta.
Enmudecer el ruido interior y aprestar mis oídos a escuchar.
'El que tenga
oídos, que oiga». ' Mateo 13:9
ORACIÓN:
Señor, que necio
y duro de corazón suelo ser, aún así me amas. Eso me sorprende mucho. Anhelo
escucharte en cada latido de mi corazón, en cada circunstancia de la vida. Dame
un corazón de carne, humilde y sincero para buscarte. Además, dame la fuerza
para poner en práctica tu consejo, de manera que pueda experimentar el gozo de
hacer tu voluntad y llene al mundo con tu presencia. Aplaca el ruido que no me
deja escucharte. Amén.
Ray & Lily
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