«Exalten al Señor nuestro Dios; adórenlo ante el estrado de sus pies: ¡él es santo!» Salmo 99:5
Un globo inflado con helio en lo más alto del techo en una habitación.
Ese el lugar más alto que pueda tener allí. ¿Cómo se le puede elevar más si ya está
en lo sumo? Así comenzó su exposición
aquel jovencito originario de la ciudad de Cobán, en Alta Verapaz. Yo estaba en
los inicios de mi relación con Jesús y mi corazón sediento por conocerle más.
La información llegaba de lugares y personas que no imaginaba. No recuerdo el
nombre de aquel adolescente que apenas rondaba los 18 años, pero la figura que
logró comunicarme quedó implantada en mi mente.
Su disertación duró cerca de media hora. Además, tenía la
habilidad de tocar el piano y se apoyó en este para terminar su reflexión. Me
asombró tanto el sencillo, pero revelador, mensaje de aquel chico. Su
conclusión era que únicamente haciéndonos pequeños podríamos hacer que el globo
estuviera más alto. Por tanto, solo doblando nuestras rodillas nos era posible
exaltar a Jesús, quien ya se encuentra en lo sumo.
«Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el
nombre que está sobre todo nombre, para que ante el nombre de Jesús se doble
toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra,» Filipenses
2:9-10
La genuflexión de mis extremidades inferiores no es tan
difícil, pero doblar las rodillas del intelecto, autosuficiencia, egocentrismo
y la voluntad, es mucho más complejo. Algunas veces puede tornarse imposible y
en el intento puede romperse algo, tal cómo les sucede a algunas niñas al
intentar flexionar la pierna de alguna muñeca que no está diseñada para eso.
La humildad con la que Jesús anduvo delante de su Dios y
padre lo hizo doblegarse mientras llevaba la cruz, incluso necesitó ayuda para
cargar esta, pero ni uno de sus huesos fue quebrantado. Su espíritu se dobló
delante de la voluntad del padre en el huerto de Getsemaní y transpiró gotas de
sudor como de sangre, pero su espíritu permaneció inquebrantable.
«Pero, cuando se acercaron a Jesús y vieron que ya estaba
muerto, no le quebraron las piernas, … Estas cosas sucedieron para que se
cumpliera la Escritura: «No le quebrarán ningún hueso»» Juan 19:33,36
Mi primer año en la escuela culminó con una premiación, en
la que me hice acreedor a un reconocimiento y medalla de honor al mérito. Fue
un momento de afirmación en mi temprana infancia, lo cual es positivo. Pero
también causó mi adicción a la aprobación, por la cual luché mucho tiempo,
incluso ya sirviendo en la iglesia de Jesucristo.
Las palmadas en la espalda por un trabajo bien hecho, los
elogios por un mensaje que llegó al corazón de los feligreses, la admiración
por los actos de generosidad realizados, pueden convertirse en una trampa con
la que me encuentre tentado a sabotear la gloria que solo le pertenece a Dios y
llegar a encontrarme con rigidez en mis rodillas y no exaltar a aquel que es
único digno, pues fue él quien cargó con mi maldad.
«Cuídense de no hacer sus obras de justicia delante de la
gente para llamar la atención. Si actúan así, su Padre que está en el cielo no
les dará ninguna recompensa. Por eso, cuando des a los necesitados, no lo
anuncies al son de trompeta, como lo hacen los hipócritas en las sinagogas y en
las calles para que la gente les rinda homenaje. Les aseguro que ellos ya han
recibido toda su recompensa. Más bien, cuando des a los necesitados, que no se
entere tu mano izquierda de lo que hace la derecha, para que tu limosna sea en
secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará.»
Mateo 6:1-4
Si me tomara la tarea de hacer un inventario de todas las
oportunidades que compulsivamente busqué saciarme de aprobación y sus efectos
en mi vida, paralelo al resultado tendría una cantidad idéntica de recompensas
mal logradas. No estoy sugiriendo que hagamos las cosas por la recompensa, más
bien entender que actuando así sufriremos pérdida.
No darle la gloria a Jesús es equivalente a construir sobre
otro fundamento y trabajar en vano, pues al final la obra no prevalecerá. Exaltarlo en todo lo que hacemos es edificar
sobre la roca eterna y la mejor garantía de que estamos en la senda correcta,
de manera que nuestra vida sea un canto de adoración que lo exalte a Él.
Finalmente tendremos la mayor recompensa: verle cara a cara y escucharlo
pronunciar nuestro nombre.
«Su señor le respondió: “¡Hiciste bien, siervo bueno y
fiel! Has sido fiel en lo poco; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a
compartir la felicidad de tu señor!”» Mateo 25:23
Esto solo será posible si reconocemos de dónde fuimos
sacados. En nuestro caso, junto a mi esposa, sabemos con certeza que lo que
había de nuestra vida era solo pedazos, fruto de las muchas colisiones que
causaron nuestra destrucción y es Dios quien se ha tomado la tarea de levantar los
segmentos dispersos y reconstruirnos. Es más, fue necesarios romper algunas secciones
y volverlas a modelar. No hay mérito en nosotros, somos obra de su amor y
dedicación. Aún estamos en reconstrucción.
ORACIÓN:
Señor, que hermoso es el caminar contigo, aún así, muchas
veces nos desviamos y nos encontramos en la disyuntiva de elegir nuestro camino
o el tuyo. Es verdad que te amamos y reconocemos que todo lo que somos es
gracias a ti, pero el ego hace la guerra para establecerse en el trono que te
pertenece. Hemos sucumbido muchas veces a esa tentación. Perdónanos y danos la
oportunidad de vivir solo para ti, exaltando tu nombre cada día de nuestras
vidas, que la reconstrucción que has hecho en nuestras vidas sea un estandarte
que te de gloria solo a ti. Amén.
Ray & Lily
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