«Fueron ellas quienes me acercaron a Jesús. Cuando surgió la oportunidad de trabajar en un proyecto juntos me emocioné. Con entusiasmo emprendimos las tareas necesarias, pero pronto la energía del principio se fue agotando, surgieron desacuerdos y comencé a observar cosas que no me hacían sentir bien. Nunca imagine la cantidad de problemas que se generarían, llegando a dañar nuestra amistad.
-Usted no ha cambiado, sigue siendo emocional – fueron las palabras que me confrontaron. Mi regreso a casa, en el autobús, estuvo mojado por las lágrimas. Lo eché a perder de nuevo -me decía mi mismo- la auto condenación se sentó a mi lado y no paraba de hablar, o asentía con la cabeza, cada vez que me culpaba.
Mis razonamientos comenzaron a alejarme de Dios cómo mi padre y nuevamente estaba cayendo en patrones de conducta nocivos y auto destructivos. Tirado en el suelo de mi habitación, lloré cómo un niño. Me humillé y pedí ayuda, en mi angustia clamé y Él me oyó (salmo 18).
Mi salida del proyecto era inminente, ya estaba agendada. Eso agudizó la tención que ya era bastante. Tuve que desarrollar una dependencia total de Dios, pues quienes eran mi refugio, ya no estaban disponibles. Fue una gran enseñanza, comencé a vivir y practicar los principios que aprendía en la palabra y la iglesia. Mi estado de ánimo ya no dependía de los factores externos, venía de un fuere lazo de amistad con Jesús, quien me confrontaba en amor, con aquellas áreas a mejorar, de las cuales me arrepentía y cambiaba de dirección.
Suena el teléfono y me indican que necesitan una reunión con mi persona. Mi mente comienza a fraguar inconvenientes y enlistar las equivocaciones posibles. Sentado del otro lado del escritorio, noto cómo el tono de voz va cambiando. Al finalizar la conversación, me piden perdón y un abrazo.
ORACIÓN:
Gracias Padre porque eres fiel a tus promesas y cuando vengo a ti con humildad y verdadero arrepentimiento, no me desprecias, es más, te tomas a la tarea de limpiar mi suciedad y sanar mis heridas. Hoy me quiero acercar sin temor, pues cuando me llamas no es para recriminarme mi mala conducta, lo haces para ponernos a cuentas. Cuentas que tu ya pagaste con la sangre de Jesús. Gracias porque siempre puedo recibir de ti un abrazo. Amén.
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